miércoles, 12 de marzo de 2014

Horizonte Ciudadano



Rosa Esther Beltrán Enríquez
Marzo 10 de 2014
De los hechos a los derechos

¿Y tú, trabajas? No, estoy en mi casa. La pregunta es muy común e igualmente  su respuesta y ambas  revelan que en la conciencia colectiva  persiste la idea prehistórica de que las mujeres nacimos para estar en casa haciéndonos cargo de las tareas domésticas y que salir a trabajar, es cosa de hombres; esta división del trabajo refleja las diferencias físicas entre los sexos, ellos son fuertes y valientes, ellas dependientes y débiles, pero las investigaciones antropológicas revelan que ese enfoque sociobiológico corresponde más a una ficción que a la realidad histórica ya que da por sentado una conducta universal innata y natural, genéticamente programada en los humanos, lo cual  es inexacto porque deja de lado que hay muchas conductas universales que son aprendidas, de acuerdo a los contextos culturales de los que se trate.

No obstante, el enfoque sociobiológico está muy arraigado, tiene muchos seguidores ya que es una perspectiva que se acomoda perfectamente al machismo porque le da un sustento pseudocientífico a sus expresiones más extremas, como la promiscuidad, la posesividad, los celos, la violación, entre otras.

Muchos hombres justifican sus encuentros fortuitos u ocasionales de relaciones extra pareja por la convicción de que ellos son por naturaleza promiscuos, hablan de su sexualidad como si se tratara de un imperativo biológico incuestionable,  natural, inherente a su condición masculina y hasta se piensa que esa es la jerarquía de los sexos y transgredirla llevaría al caos a la sociedad, en realidad, los criterios biológicos han sido una arma magnífica de los conservadores a ultranza cuyo afán es mantener el status quo de dominio.

Todavía hoy existen médicos e intelectuales que se basan en la ciencia para argumentar que las mujeres no deben estudiar ni trabajar fuera del hogar porque eso afecta  negativamente su salud física y mental; pero actualmente sabemos que las mujeres que laboran fuera del hogar presentan mejores índices de bienestar psicológico, que generar un ingreso aumenta su autoestima y mejora su estado de ánimo.

El enfoque sociobiológico es esencialista, atribuye a mujeres y hombres características fijas e inamovibles, los encierra en roles polarizados y en esa lógica, los hombres sensibles son afeminados, las mujeres racionales y asertivas son masculinas; los varones son duros e implacables, rechazan toda debilidad humana, las mujeres, en esa óptica son sensibles e irracionales, de manera que,  ambos sexos son estereotipados, definidos con rigidez, de forma que cualquier variación es objeto de censura y agresión; la reproducción de estos estereotipos generan violencia especialmente hacia las mujeres.

El sábado pasado conmemoramos el Día  Internacional de la Mujer y en México  esta fecha tropieza de nuevo con una realidad de discriminación e injusticia. Para millones de niñas, jóvenes y mujeres adultas,  ser mujer puede representar un peligro de muerte, aquí seis mujeres son asesinadas cada día y las autoridades no tienen un minuto que ofrecer para resolver esta tragedia que representa una vergonzosa falla de los gobiernos hacia su obligación de proteger el derecho humano a la seguridad y a la vida. 

No hay excusas. El gobierno de México de los tres niveles, debe actuar ya para detener la epidemia de violencia a la que se enfrentan las mujeres. Las persistentes desigualdades sociales y de género son las principales causas de las alarmantes violaciones a los derechos sexuales y reproductivos en la región, entre otras: mortalidad materna previsible, infecciones de transmisión sexual, así como de la falta de respuesta a las necesidades de planificación familiar, particularmente de poblaciones vulnerables, las que viven en pobreza, en áreas rurales, indígenas, adolescentes, migrantes, adultos mayores y personas con discapacidad.

En México persisten las resistencias ideológicas y económicas que afectan la política pública para lograr la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, especialmente en los gobiernos estatales, a los que las autoridades federales dirigieron recursos que crecieron 10 veces en los últimos seis años, al pasar de 160.000 dólares anuales a un millón 600.000 dólares que recibirán en 2014 y los gobernadores prefieren regalar flores u organizar bailes contra la violencia hacia las mujeres, así las distraen pero nada cambia. Por eso, nada que festejar y sí, no dejar de luchar.

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