Desde la Feria del Libro de Bogotá, el escritor
francés confesó el “amor a primera vista” que sintió en México por esta
“sociedad mestiza, mezclada, extrovertida”.
Afp
Publicado: 25/04/2013 11:53
Publicado: 25/04/2013 11:53
Bogotá. Invitado de honor de la 26 Feria del Libro de
Bogotá, el francés Jean-Marie Gustave Le Clézio se rencuentra con América
Latina, el continente que le devolvió “el gusto por la escritura” hace cuarenta
años, cuando convivió con una tribu indígena de la etnia Embera.
Un poco incómodo en los salones de un hotel de lujo de Bogotá,
el escritor de 73 años evoca las selvas tropicales entre Colombia y Panamá
donde, como alma en pena y con la inspiración acosada por las dudas, vivió en
“inmersión total” con la comunidad Embera entre 1970 y 1974.
“Me encontraba en un momento de mi vida de escritor, incluso
simplemente de mi vida, en el que estaba bloqueado. Quizás necesitaba un
sicoanalista. Pero en vez de encontrar a uno encontré a los Embera”, dijo el
Premio Nobel de Literatura 2008 en una entrevista exclusiva con la
Afp.
América Latina no era entonces para él un territorio extraño,
pues casualmente, en 1967, prestó su servicio militar en México, donde sintió
“amor a primera vista” por esta “sociedad mestiza, mezclada, extrovertida”.
Empleado luego por el Instituto francés de América Latina de
México, fue también por un azar que descubrió, en una escala en Ciudad de
Panamá, a un grupo de indígenas Embera que “parecían sacados de una
película”.
En seguida nació una relación entre este gigante bretón de ojos
claros y los indígenas menudos y vivaces que lo invitaron a tomar una piragua
para instalarse con ellos a las orillas del río Chagres, en la provincia del
Darién, de donde no saldría hasta verse obligado por la malaria y por la amenaza
de la llegada de los primeros narcotraficantes.
“Fue la primera vez que viví en inmersión, y sin ningún motivo.
No soy antropólogo, ni especialista, lo hice solamente por simpatía”, explicó,
al describir una comunidad que vivía “en libertad total, en una anarquía
organizada, sin mando pero también sin criminales”.
En ese tiempo, Le Clézio gozaba de un éxito precoz, tras haber
publicado a los 23 años El atestado. Sin embargo, los demonios habían
espantado a las musas, hasta el encuentro con los Embera. “Estaba en crisis, me
costaba mucho seguir escribiendo novelas, me parecía inútil. Haber vivido con
personas que sufrían tales carencias materiales, que no tenían nada y, al mismo
tiempo, confiaban tanto en el ser humano me devolvió el gusto de escribir”,
contó.
“América Latina, adelantada cien años frente a
Europa”
Con una lengua únicamente oral, “el idioma de los cantos”, Le
Clézio fue llevado a un mundo de “relatos míticos” como el del anciano guerrero
que le narra la llegada de los conquistadores españoles cuatro siglos antes,
dramatizando los combates con un sable oxidado que conservaron sus
antepasados.
“Para mí fue muy importante su forma de narrar. Eso me
convenció de que la literatura no es sólo lo escrito, sino que es también una
comunicación viva, que se hace con la palabra”, afirmó.
“Soy muy sensible a las palabras. Cuando me cuentan algo, para
mí es incluso mejor que leerlo”, insistió.
Firmante de un manifiesto a favor de una “literatura-mundo en
francés”, el autor de Desierto, que pasó una parte de su infancia en
Africa, descubrió también una cierta unidad en las letras latinoamericanas.
Y la describe como una literatura vinculada a “la historia de
las revoluciones”, una “literatura comprometida, en el buen sentido de la
palabra”, “una literatura activa, casi en acción, que es algo que ya no tiene la
literatura europea”.
“Tengo la impresión de que en América Latina le llevan una
ventaja quizás de cien años a Europa, con el mestizaje de los genes y las
culturas”, consideró, al subrayar que este continente “superó la división de
identidades para abordar problemas más reales”.
El escritor citó por ejemplo las “medidas sociales audaces”
tomadas en Venezuela por el fallecido presidente Hugo Chávez, que “electrizó al
pueblo”.
Sobre Colombia, asegura que las negociaciones de paz que llevan
adelante el gobierno y la guerrilla comunista FARC deberían servir de “modelo
futuro para el arreglo de conflictos dramáticos” como el palestino-israelí.
Mediante una mesa de diálogo en Cuba, el proceso de paz de
Colombia se adelanta a puertas cerradas desde hace cinco meses bajo la premisa
de que ninguna de las dos partes dejará las conversaciones hasta conseguir un
acuerdo que ponga fin a casi 50 años de conflicto armado. “Es muy audaz esta
idea de debatir pieza por pieza, día a día, sobre cada detalle, y no dejar la
mesa hasta haber resuelto la cuestión. Imagine que fuese así para los demás
conflictos del mundo, no estaría mal, ¿no?”, comentó.
Para este escritor-viajero, salvado una vez por una pequeña
tribu perdida en la selva, América Latina es definitivamente “un continente
adelantado, que muestra lo que habrá de hacerse en el futuro”.
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