lunes, 6 de febrero de 2012

Torreón: Vivir en la mira

Francisco Rodríguez
06 Febrero 2012

¿Qué significa vivir en Torreón, una de las ciudades más peligrosas del mundo?


Torreón, Coahuila. Corren los últimos vientos invernales en una tarde de enero. La Fiscalía del Estado recibe el reporte de un hombre muerto, envuelto en dos cobijas cerca del bulevar Constitución, una de las avenidas principales de la ciudad.

Nadie vio cuando lo tiraron. Pasan apenas de las 16:00 horas. El tipo tiene un balazo en la nuca y está atado de las manos. Se desconoce su identidad. Sólo se sabe que lleva dos tatuajes, uno de un diablo con una pistola en el pecho y otro de un corazón en el hombro.

Dos horas después, Edgar y Eduardo serán acribillados por un grupo de pistoleros a bordo de un taxi. Hace segundos tenían 19 y 23 años. Ahora, en cuestión de minutos serán parte de la estadística de muertes violentas en Torreón.

Más tarde, en el parte del Ministerio Público se leerá “N” “N” (no identificado) para el primer homicidio. Para el segundo se leerá: Edgar Hernández Esquivel y Eduardo Misael Tapia. Son apenas unas líneas para ambos casos. Son las muertes más recientes en esta ciudad que en 2011 fue considerada la tercera con la mayor cantidad de homicidios en el país. La séptima más violenta del mundo, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, con una tasa de 88 muertes por cada 100 mil habitantes.

Los tres asesinatos rompen una racha. Así lo asegura Centinela BadNewsLaguna, un grupo de Twitter y Facebook que previene a los cerca de 650 mil habitantes que tiene la ciudad cada que hay balazos, en ocasiones antes que las mismas corporaciones policiacas.

La racha quedó en 96 horas consecutivas sin un homicidio violento. El récord sin muertes desde que se desató la violencia en la ciudad, es de nueve días en noviembre de 2010, cuando se registró un promedio de un homicidio cada 24 horas, según los registros de la Fiscalía de Coahuila. Pero en 2011 la cifra se duplicó: 741 muertes violentas en el año; 2.03 asesinatos cada día.



Es Torreón. La ciudad de los grandes esfuerzos, la perla de la Laguna, la ciudad que venció al desierto; la capital mundial de la plata; es la ciudad donde la gente prefiere ir a misas por su equipo de futbol que acudir a una manifestación para exigir seguridad. Es la ciudad con datos de zona de guerra: cuando menos 453 enfrentamientos o balaceras tuvieron lugar en 2011; 1.2 “eventos” (como los llama la Fiscalía) cada 24 horas. Como en cualquier guerra hay decenas de bajas, decenas de secuelas, decenas de cambios en la sociedad. Es como cualquier guerra, donde la principal causa de mortandad es el proyectil de arma de fuego, por encima de los tumores malignos o las enfermedades cardiovasculares.

II

La muerte en directo

Al siguiente día, pistoleros abrirán fuego contra un grupo de personas y matarán a Irma Guardado Robledo, de 32 años, en la colonia Tierra y Libertad. Un homicidio más que nadie investigará ni resolverá.

A Irma nadie la conoce, por eso su muerte será una más de la lista y ocupará nueve líneas en la sección policiaca de los periódicos. Sólo cuando los muertos de esta guerra son famosos se investiga el caso y su historia es portada de diarios.

Como el socio de la empresa LALA, Carlos Valdés Berlanga, asesinado en abril de 2011. Su caso fue nota nacional. La Fiscalía aparentemente resolvió el caso en dos meses pero antes los empresarios locales habían exigido la visita del entonces Secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora.

Sin embargo, por la mayoría de los 741 muertos de 2011 nadie exigió. Sus casos terminan apilados en kilogramos de papeles que nadie revisará, más los que se acumulen. En lo que va de este año el promedio es de 2.3 asesinatos diarios. Desde 2006 a 2011 –el sexenio de Humberto Moreiralos homicidios se multiplicaron por 20. La ciudad pasó de vivir un homicidio casi cada 11 días a vivir dos diarios en 2011. Un incremento de más del 2 mil 100 por ciento.

Pero no solo los homicidios aumentaron en esta ciudad azotada por la delincuencia: los robos de vehículo aumentaron 15 veces entre 2005 y 2011, según denuncias ante el Ministerio Público y reportes de la Dirección de Seguridad Pública de Torreón. Actualmente se registran siete robos de auto cada 24 horas y uno de cada dos lo ejecutan tipos armados que amagan a sus víctimas. El robo a vivienda pasó de un promedio mensual en 2005 de 33.8 reportes a 65.6 en 2011. El asalto a local comercial pasó de 17.3 robos cada mes en 2005, a 67.5 en 2011.

Es Torreón, una de las zonas geográficas más codiciadas por bandas de narcotraficantes, según consta en expedientes elaborados por la Secretaría de la Defensa Nacional, quienes la clasifican como Ruta del Centro. Inicia en Ciudad Cuauhtémoc y Tuxtla Gutiérrez (Chiapas), sigue por Ixtepec (Oaxaca), Puebla, Distrito Federal, Aguascalientes, Zacatecas, Torreón (Coahuila), Jiménez, Ciudad Juárez (Chihuahua) hasta llegar a Estados Unidos.

Además se trata de la línea divisoria entre Coahuila y Durango, que toca parte del llamado “Triángulo dorado” del narco. En esta tierra se trafica con cocaína, heroína, piedra y mariguana.

III

Se acabó la diversión

En Torreón existe un policía municipal por cada 862 habitantes. Aunque según ha llegado a admitir Felipe Calderón, el presidente de México, más de la mitad de la policía mexicana “no es recomendable”. En Torreón únicamente dos policías de 754 con los que cuenta la corporación, son “recomendables”. El resto son “recomendables con reserva” o “no son recomendables”.

De 2010 a la fecha han muerto 28 elementos, menos de la mitad de los que anualmente asesinan en los Estados Unidos. Otros han sido despedidos, muchos de ellos por presuntos nexos con la delincuencia organizada. En 2010, el alcalde Eduardo Olmos Castro dio de baja a toda la corporación luego de un paro de labores de los mismos elementos, presuntamente incitados por el crimen organizado.



2010 fue el año de los ataques a centros nocturnos de entretenimiento: La madrugada del 31 de enero un grupo armado mató a 10 personas en el bar Ferrie. El 14 de mayo en la inauguración del bar Juanas VIP, presuntamente el mismo comando entró y acribilló a ocho personas que tenían entre los 21 y 35 años. La madrugada del 18 de julio un grupo de pistoleros sacudió de balas una fiesta en una quinta de Torreón. Murieron 18 personas entre 17 y 38 años.

Desde entonces la vida nocturna no es igual. Bares y discotecas empezaron a cerrar ante la falta de visitantes. De más de cinco discotecas que existían ya no queda ninguna. En 2011 abrieron un par pero reciben poca gente y con la nueva ley, a las dos de la mañana tienen que estar cerrados. De seis ‘table dance’ únicamente quedan tres. Lo que quedan son pequeños bares, nada ostentoso.

La desconfianza permea en la ciudadanía. Las calles empiezan a notarse vacías, dice Roberto López Franco, psicólogo especialista en temas sociales. La luz de las torretas se ha convertido en un elemento cotidiano de la vida nocturna.

“Torreón es una ciudad que para las 10 de la noche ya es fantasmal. Con todos los elementos, antes, a la una de la mañana era una ciudad con una vida nocturna impresionante, pero ya no”, narra López Franco.

En el centro de la ciudad, más de 350 locales comerciales están cerrados, según la Cámara de Comercio. El sector restaurantero reporta cada año la quiebra de al menos 10 restaurantes y cada vez cierran más temprano por seguridad. No hay venta. Aquí en Torreón, el único negocio que crece es el de las funerarias: 20 nuevas funerarias se han creado desde el 2006, a decir del departamento de Ventanilla Universal del municipio, que es donde se lleva el padrón de licencias mercantiles. En contraparte sólo un negocio de libros ha surgido en el mismo periodo de tiempo.

Quien habla sobre el nuevo negocio en Torreón es Xoili García, dueño y embalsamador certificado de la funeraria “El Pueblo”. Los muertos de esta guerra le dejan a su negocio dos servicios diarios, nada comparado a las entradas de hace cinco años.

Anteriormente, cuenta Xoili, ofrecían sus servicios en las clínicas, en hospitales, existían luchas entre los agentes funerarios por pescar a los dolientes. Ahora no es lo mismo. Según Xoili, ahora son tantos cuerpos que a todos les toca.

Son tantos los muertos en Torreón, que como en toda guerra a los cuerpos los apilan como bultos de papa. En el Semefo, incrustado en el Hospital Universitario, a los muertos los tiran al suelo. Como las planchas no son suficientes los colocan uno arriba de otro, o parados, recargados en las paredes, como momias.

Las mismas autoridades del hospital han exigido un nuevo anfiteatro. El de Torreón es de apenas 20 metros cuadrados y en él llegan a albergar hasta 25 cuerpos en un día o nomás llegan cabezas o extremidades de un cuerpo mutilado. Pero como son muertos, nadie quiere invertir en ellos; como quiera existe la fosa común, a donde en 2011 enviaron 76 cuerpos que nadie identificó.

La funeraria del DIF municipal se acostumbró a recibir esos muertos. La mayoría, dice Sergio Oviedo, el administrador, jóvenes menores de 30 años. 37.3 por ciento (277 de 741) de los asesinados en 2011 eran menores de 25 años, 44 eran menores de edad.

La funeraria lo mismo recibe policías que pandilleros acribillados, lo mismo víctimas con balas “perdidas” en su cuerpo que tipos agujerados de tanto plomazo. Aquí han atendido a la muchacha que murió cuando compraba su vestido de quince años en el centro, la señora que vendía gorditas cuando en un tiroteo una bala la alcanzó, la niña que recibió los balazos que eran para su padre, vendedor de drogas.

La muerte en Torreón ya no se respeta. L a funeraria del DIF, como muchas otras, no vela ejecutados porque en ocasiones anteriores ya han acudido maleantes armados a sacar los cuerpos del velatorio. Otras familias entienden y optan por no velarlos ni en sus casas, asegura Sergio Oviedo.

Otras son tan pobres que no alcanzan a costear los servicios. “Tengo urnas con cenizas que no se las pudimos entregar a las familias porque cuando menos queremos recuperar los gastos de gasolina, del traslado. Tanta es la necesidad que no hay recursos para eso”, cuenta Xoili García de la funeraria “El Pueblo”.

Dos de esas urnas con las cenizas corresponden a dos hermanos que fueron asesinados en junio de 2011, cuando un grupo armado entró a un centro de rehabilitación para alcohólicos y drogadictos y mató a 11 personas. La mamá de los hermanos no ha podido saldar una cuenta de dos mil pesos. Las funerarias se han convertido en un “ejecutómetro” social. Sergio Oviedo cuenta: “Nos gritan y nos preguntan cuántos van; de cuántos balazos murió fulanito. Nos toman como marcadores para ver cuántos muertos van. Día con día va incrementandose el número de culpables, involucrados, inocentes y no vemos ni cómo ni para cuándo”.

IV

Las drogas como única opción

Rafael Mora Garza, titular del Centro de Integración Juvenil (CIJ) en Torreón, menciona que el 40 por ciento de los pacientes adictos a alguna droga legal o ilegal, tienen menos de 14 años y ocho de cada 10 es menor de 19 años. En los últimos dos años, expone, la edad inicial promedio de consumo es de 13 años, tres años menos que hace más de cinco años.

El 2011 el CIJ cerró con 420 nuevos pacientes, 60 más que en 2010. Cada año al menos tres centenares de jóvenes llegan al centro y ocho de cada 10 recaen. Otro dato: Hace 15 años, por cada 17 varones menores de 14 años que albergaba el CIJ, había una mujer. Ahora la proporción es de uno a uno.



En el último año, Mora Garza observa un nuevo despunte en el consumo de inhalables entre los jóvenes.

Ejércitos de niños están comprando pintura en aerosol (para grafiti), vacían la sustancia en una bolsa y empiezan a aspirar.

Rafael Mora menciona que hace años la problemática de drogadicción estaba focalizada en ciertas zonas vulnerables de la periferia; sin embargo, afirma que ahora el consumo es muy parecido entre una zona de extracto socio económico bajo que una de mediana clase.

“La mayoría son chavos que están estudiando pero el riesgo de continuar consumiendo es muy alto. Los inhalables están al alcance de los chavos y son chavos menores de 19 años que no saben qué quieren de su vida, qué quieren estudiar. Hay una gran falta de identidad”, expone el director del CIJ.

Rafael Mora critica que los gobiernos destinen presupuestos millonarios en patrullas, chalecos o equipo para atacar, que en deporte o en cultura. “Está desproporcionado, exagerado la diferencia. No hay espacios públicos ni centros recreativos y los que hay cómo están”, critica.

El presupuesto municipal anual para apoyos culturales es de 53 mil 144 pesos y de apoyos deportivos 207 mil 182 pesos, según la información publicada en la página del Ayuntamiento. En contra parte, recientemente el municipio gastó 59.6 millones de pesos en profesionalización, equipamiento, infraestructura y operación policial.

Se han edificado nuevas casetas y dormitorios para policías; pero no se ha creado ningún teatro nuevo, ni una nueva biblioteca en una zona vulnerable. El último espacio cultural creado fue el Museo de la Revolución, hace cinco años.

Torreón sólo cuenta con 18 bibliotecas públicas para 650 mil habitantes y en toda la ciudad sólo existen tres comercios de libros. Únicamente cuenta con tres centros culturales, 10 museos, cuatro teatros y tres centros deportivos; en contra parte existen más de 40 casas de cita (comercio sexual) y más de 50 centros de rehabilitación para alcohólicos y drogadictos.

En 2011 el municipio “rescató” seis espacios públicos e invertirá más millones de pesos en remodelar otras seis en este año. Sin embargo nadie acude a esos espacios. Las plazas están desiertas y no se crean actividades entorno a dichos áreas “rescatadas”.

“No es solo que esté el aro o la portería sino las actividades que se realizan alrededor. Antes había oportunidades de tener el torneo en tu barrio”, resalta el director del CIJ, Rafael Mora.

Mora cree que con esta guerra que se vive en Torreón, se ha perdido la visión de ciudad. “Muchas de las ocasiones los chavos andan en drogas porque no hay más. Los chavos tienen que desarrollar esa parte de la socialización que se les está coartando y con todo esto de la inseguridad, los ha enconchado”, considera Rafael Mora. A más del 90 por ciento de los muertos por violencia en 2011, se les encontró droga en sus cuerpos, según peritos ministeriales. Roberto López Franco, psicólogo y especialista en temas sociales, respalda que no existen verdaderas oportunidades para los jóvenes, sino sólo apoyos que buscan paliar la problemática.

“A diario veo que cada día egresan y egresan estudiantes y no encuentran trabajo, cosa que hace seis años no pasaba. Hay muchísimos jóvenes excluidos de encuentros culturales, laborales, sociales, asistenciales”, sostiene el especialista.

V

Una ciudad pobre

Roberto López Franco, psicólogo y especialista en temas sociales, recalca que las autoridades no voltean a ver los cinturones de miseria urbana con el afán de rescatarlos. “Cada día hay más pobreza y esto puede llevarlos a un detonante psicosocial. El hecho que vayan y les pongan techo firme o les den una tarjeta no los alimenta ni les da trabajo”, opina. Lo anterior lo reconoce Fernando López, director de Desarrollo Social en Torreón, quien afirma que cerca del 40 por ciento de la población en Torreón está en pobreza por no contar con una oportunidad de empleo, principalmente.

La Secretaría de Educación Pública contabiliza 330 primarias en la ciudad, de las cuales 252 son públicas. Sin embargo, únicamente existen 55 secundarias públicas. Existen más expendios de cerveza (sin contar tiendas de autoservicio), 105, que secundarias en la ciudad. Eso sin contar los giros negros o las tiendas de autoservicio que también venden alcohol. Zonas como el poniente de la ciudad, unos de los sectores donde se registran más enfrentamientos, sólo cuenta con un bachillerato técnico.



En Torreón oficialmente existen 22 polígonos de pobreza, sin contar al menos cinco territorios irregulares al sur de la ciudad que no cuentan con servicios básicos como luz, drenaje y agua. La Junta de Mejoras Materiales cuantifica una mitad de las calles en pleno deterioro por su rezago en remodelación. Uno de esos polígonos está al poniente de la ciudad. Aquí, en la colonia Aquiles Serdán está un centro comunitario del DIF municipal, a donde cuatro de cada 10 pacientes que acuden a terapia psicológica son niños perturbados por la violencia.

Martín Alcaraz Gutiérrez, psicólogo del centro comunitario cuenta que en éste sector se registran muchos casos de violencia intrafamiliar. Hay casos de madres solteras en cada calle. Hombres de 25 años tienen dos, tres parejas. Niños cuidados por abuelos que sueñan con ser pistoleros y jóvenes de 12 años que sueñan con ser sicarios para vengar alguna muerte, dice Martín Alcaraz.

“Hay muchos niños aislados. Un niño de cuatro años me decía que ya no quería ir al kínder porque a su mamá la habían matado. Los niveles de drogadicción son muy elevados; niños de ocho años con la lata (inhalante). Señoras que llegan y narran que estaban dormidos cuando tumbaron la puerta, sacaron al hombre y lo mataron afuera; y los hijos viendo todo. Las veo como ahogadas, como que se asfixian”, menciona.

Para Alcaraz Gutiérrez la clave está en el núcleo familiar. Opina que la violencia empieza de casa:

Cada año en Torreón se denuncian más de 500 casos de violencia familiar ante el Ministerio Público. La Procuraduría de la Familia retira cada año alrededor de 500 niños a padres disfuncionales.

Son niños que terminan en algún albergue o casa hogar para niños abandonados.. Aquí en Torreón hay más orfanatos q ue escuelas de música.

VI

Lisiados de cuerpo

Esta guerra en Torreón está dejando a su paso daños a la salud. Mancilla los sueños de niños. Pisotea el alma de madres a quienes les arrebataron a sus hijos. El miedo encarcela a la sociedad.

Esos heridos de guerra llegan al Centro Integral de Salud Mental, donde cada día cruza la puerta por lo menos un caso de estrés postraumático desde hace dos años, asegura Osiris Pazarán Galicia, psiquiatra y directora del único centro de salud mental de la ciudad.

La mayoría son huérfanos y viudas de esta guerra. También niños y mujeres que presencian asesinatos, tiroteos. Víctimas de secuestro o familiares de esas víctimas. Personas que un día por la tarde se toparon con cuerpos degollados o cabezas sin cuerpos.

“Hay muchos casos de depresión, de ansiedad, de psicosis; mucha gente que está enloqueciendo por el continuo bombardeo de hechos violentos”, comenta la doctora Osiris Pazarán.

- ¿Qué puede ocasionar el estrés postraumático?, le pregunto.

- Llegan a ser incapacitados. Ya no quieren salir a la calle, están angustiados, no van al trabajo, no son funcionales. Es un deterioro, porque pierden su funcionalidad social y familiar y hay consecuencias económicas.

-¿Qué tan común eran antes estos casos?

- Antes veía un paciente con estrés postraumático una vez al mes; quizá por robo, un asalto, quizá la muerte de un familiar por infarto, un accidente de auto. Ahora hay días en que llegan 10 pacientes con efectos postraumáticos.



Un caso que marcó a la psiquiatra fue el de una policía de Matamoros que se despidió de su hija pidiéndole que no saliera de casa. La madre se fue a trabajar y de rato le avisaron que había una balacera cerca de una plaza y que había una persona herida. Cuando llegó la policía vio que era su hija.

“Son mujeres que se trastornan, que se salen de la realidad. Mentalmente las personas hoy en día están muy mal, muy enfermas. La gente vive con paranoia; tenemos miedo y no está de más porque un día escuchas una balacera, otro día te cuentan de una tragedia cercana. Es un ambiente muy enfermo.

Es un ambiente de guerra”, asegura.

Sí, aquí en Torreón se vive una guerra y en ellas la población está angustiada, con incertidumbre, con miedo de morir, dice Osiris Pazarán. Un día la psiquiatra la comentó a un “alto funcionario” de la necesidad de apoyar estos fenómenos, el funcionario le contestó que habría que irse acostumbrando. Sin embargo, Osiris Pazarán explica que nadie puede vivir en un ambiente de “guerra eterno”.

“Para manejar el estrés tienes que saber que en algún momento tiene que terminar. Si percibes situaciones donde el estrés no acaba, puedes terminar en situaciones de querer acabar con tu vida. Hoy en día hay más intenciones de suicidio”, expone.

Si no, el estrés postraumático puede terminar en una psicosis. La especialista comenta el caso de un niño que vio cuando mataron a un albañil que estaba arreglando la casa; al siguiente mes presenció un tiroteo, hasta que llegó a la psicosis. “Lo teníamos que sacar de esa zona de estrés porque el medicamento ya no le hacía. Pero finalmente el niño no está bien”, menciona.

Los afectados, añade Pazarán Galicia, presentan síntomas de angustia, de llanto fácil, de insomnio, de no querer salir a la calle. Además, según la psiquiatra, la escena del hecho violento les pasa enfrente, como una película que se está repite y repite. Si no se atiende, el estrés postraumático termina en una enfermedad crónica o en la locura.

“Éste niño ya empezaba a oír voces de los sicarios, sentía que veía sombras, personas que pasaban cuando no era. Empiezan a tener alucinaciones auditivas y visuales”, agrega.

Roberto López Franco, psicólogo especialista en temas sociales, considera necesario revisar las estadísticas en hospitales y centros de salud para cuantificar los nuevos casos de depresión, estrés, agresividad y violencia familiar.

“Tenemos nuevas formas de comportamiento, tenemos una actitud paranoide ante los acontecimientos, una incredulidad ante las autoridades y una desilusión por la percepción de que esto cada día crece, crece y crece”, respalda López Franco.

VII

Los muertos en vida

Un grupo de mujeres que conocen estos síntomas, recorren los nichos de la iglesia de San Judas Tadeo en busca de padres descarapelados del alma por la muerte de un hijo. Aunque no les importa la razón de la muerte, cada vez más se topan con casos de hijos fallecidos en hechos violentos. Van y tocan a las casas y dentro encuentran de todo: depresiones, matrimonios apunto de tronar, odio, culpas, aislamiento, coraje.

Graciela Díaz, quien perdió a su hijo a causa de un infarto, cuenta el caso de la señora Guadalupe, cuyo hijo Fernando de 18 años, fue asesinado en la masacre del bar Ferrie en 2010. Es fecha, asegura Graciela, que la madre va cada día a llevarle de comer al panteón.

“A la señora la vemos aislada. Hemos tratado de animarla, de que venga al grupo pero no se deja. Todos los día va, le llora y le lleva sus gorditas y papitas”, platica la integrante del grupo.

Al salón donde se reúnen, de escasos 10 metros cuadrados, llega Alicia Lira Díaz. Usa gafas y carga con un maletín donde guarda papeles, oraciones y fotografías de su hija Magda Daniela, de 18 años. Daniela, cuenta la madre, desapareció un día de julio de 2010 después de ir a una fiesta. La encontraron cinco días después tirada en un ejido. Quería ser psicóloga.

“Me dicen que ya apareció y pregunto que dónde está y me responden que con Dios; en ese momento me entró una ansiedad que me tiró hasta al hospital. Fui con psiquiatra porque lo que menos piensa uno es en respirar”, narra Alicia un año y seis meses después de la muerte.

Aracely Rocha también quiere contar su historia. Es madre de Luis Fernando Alanís Rocha, un policía de 28 años que asesinaron hace un año y cinco meses. Más de 100 aguijones de plomo le lanzaron a su hijo, según el reporte ministerial. Con su muerte, dice la madre, quedaron dos niños huérfanos de 10 y tres años. Es fecha que la corporación no les entrega la pensión ni becas a sus hijos como prometieron.

Además, luego de la muerte de Luis Fernando vinieron las culpas y los distanciamientos entre la familia. El matrimonio estuvo a punto de irse al precipicio. El niño más pequeño empezó a pedir por una pistola porque mataron a su papi.

“Llegaba un punto en que yo le echaba la culpa a todos. Por el odio que sentía descuidé a mi marido, a mi otro hijo. Pero entendía que hay una justicia, y es divina”, platica Aracely. En éste grupo no hablan de justicia porque para la mayoría no existe. Por eso optan por refugiarse en una justicia celestial.

Y aquí en Torreón todos conocen algún caso.

Margarita, una mujer del grupo que perdió a su hijo de leucemia, cuenta el caso de un taxista que desea vengar la muerte de su hijo, asesinado en una fiesta. Luego sueltan otro caso de un padre que sacaron de la casa y lo encontraron muerto en una cajuela de un coche.

María de Jesús Torres Carrillo, Encargada de Atención a Víctimas de la Fiscalía en Torreón, cuenta que en 2011, cada mes recibía un promedio de cinco casos de familias, mujeres en general, descarnadas por la muerte violenta de un familiar.

La psicóloga narra historias que arrastran enojo, ira y resentimiento. Madres que perdieron a un hijo en un “fuego cruzado”, viudas a las que les arrebataron a una pareja, a un proveedor económico.

“Viene gente muy lastimada y el proceso de duelo es más prolongado. Un duelo mal manejado puede llegar a un suicidio. Pero viene gente que pide venganza, que trae mucha sed de justicia, de rencor”, comenta la especialista.

Por eso, las madres de éste grupo que apenas va para un año de su formación, tratan de encontrar, como hormigas, otras mujeres y padres lisiados del corazón.

Al final leen una carta de un hijo muerto a una madre. En ella se habla que el hijo no quiere que sus padres “desperdicien” su vida llorando, que no se vistan de negro, que mejor saquen lo positivo de haberlo conocido. Que rían como lo harían con él.

Terapias y grupos como el de estas señoras, suplen la ausencia de programas gubernamentales. Los políticos locales hablan de crear policías metropolitanas, de equiparlas; exigen más dinero federal para la policía, se reúnen para discutir qué hacer con un helicóptero de 27 millones de pesos que no se utiliza y se jactan que los delitos disminuyen.

El Ejército habla sobre decomisos de droga y armas, de detenciones. Pero nadie habla de atender a los damnificados de esta guerra.

“Estamos en pañales. Nadie está generando grupos de autoayuda psicológica para ese tipo de problemas”, reclama el especialista Roberto López Franco.

VIII

Los desencadenantes sociales

Roberto López Franco, especialista en temas sociales, opina que Torreón vive cambios dentro de las interacciones sociales: creación de subgrupos afectados emocionalmente. El especialista percibe mucho temor a la hora de transitar por las calles y una sospecha generalizada de peligro.

Los padres imponen toques de queda a sus familias. Los automovilistas evitan tocar el claxon por miedo. Los jóvenes optan por cerrar calles para hacer fiestas o se refugian en cocheras. “Crean guetos”, precisa López Franco.

Colonias como Las Margaritas o Torreón Jardín, han tratado de cerrar sus accesos, de levantar bardas. Una casa en un fraccionamiento cuesta más por el solo hecho de estar cerrado.

La sociedad de Torreón, dice Roberto López Franco, se está inclinando a crear fraccionamientos cerrados, a refugiarse en un área que cuente con control de vigilancia, pues hoy en día, opina, la casa ya no da seguridad. “Es una nueva conformación arquitectónica, barrial, derivado de esta violencia”.

Al tener una vida limitada y restringida, López Franco cree que hay una generación de jóvenes que están creciendo con un gran resentimiento. “Hablan que no tienen lugares donde divertirse y reclaman”, agrega.

Otros, dice López Franco, prefieren la filosofía: “Para qué chingaos, asegúrame que mañana no me dan un balazo. Se siente vulnerables y que en cualquier momento pueden ser sujetos de una agresión”. Así se vive en Torreón, ‘zona de guerra.

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