VERÓNICA CALDERÓN - Madrid - 02/04/2009 /El País
Ocurrió hace tres semanas. Cinco cabezas humanas fueron halladas en Guadalajara, la segunda ciudad más poblada de México. Estaban colocadas en neveras portátiles. Han aparecido cerca de 170 en los últimos dos años. El crimen se atribuye al narcotráfico, responsable de la violencia que devasta el país desde 2007, víctima de una guerra que ha causado más de 7.000 víctimas. "Una situación sin parangón en la historia contemporánea de México", exclama el periodista y escritor Sergio González Rodríguez, autor de El hombre sin cabeza, un relato sin ficción que da cuenta de la crueldad imperante en una sociedad paralizada por el miedo.
Pocos conocen ese mundo. Menos lo han visto de cerca. González Rodríguez (Ciudad de México, 1950) se ha sumergido en la macabra red tejida por la corrupción, la impunidad y el crimen organizado. La ha descrito meticulosamente. En El hombre sin cabeza incluye su encuentro con un cortador de cabezas. El asesino describe con frialdad sus crímenes, explica que para decapitar se requiere dar un golpe seco, con cuidado para que no rebote al golpear la espina dorsal. "Para ellos cortar una cabeza es como para nosotros leer un libro. Te lo cuentan sin inmutarse, se consideran profesionales".
No es la primera vez que el periodista González Rodríguez investiga las redes mafiosas mexicanas. Hace más de 10 años llegó a Ciudad Juárez, empujado por las noticias de los asesinatos sistemáticos de mujeres en la urbe fronteriza. Sus hallazgos le llevaron a contradecir la versión del Gobierno mexicano, que para esas muertes ofrece muchas razones y a la vez ninguna. El periplo le llevó incluso a Santa Teresa, uno de los escenarios que Roberto Bolaño eligió para 2666, novela en la que González aparece como uno de los personajes. La investigación devino en Huesos en el desierto (2002), un relato donde señala responsables.
El viaje tuvo un precio. "He sido amenazado, secuestrado, golpeado y dejado por muerto", explica. Aun así, se considera "afortunado". "Cuando comencé no tenía idea de que me llevaría hasta aquí. Ahora estoy también inscrito en esa trama".
El hombre sin cabeza estudia las atrocidades como mensajes crueles de alcance global. La obra oscila entre el reportaje, el ensayo y los apuntes autobiográficos. Se buscan similitudes con las decapitaciones utilizadas por los extremistas islámicos. Un paralelismo que, a decir del autor, refleja que la violencia es un mensaje que da la vuelta al mundo. La decapitación es usada como un grito mediático en "la sociedad del pánico", como la describe González Rodríguez, inundada en redes sociales. "Sólo si comprendemos la naturaleza de estos crímenes podemos conseguir una reacción".
A partir de esas armas, el autor describe una sociedad paralizada por el miedo, "desconectada de la realidad". "La sociedad vive en una amnesia. Olvida, prefiere no meterse en problemas. Su miedo le conduce a la indiferencia, y esto es muy grave. Por la memoria de los muertos hay que insistir. La indignación vence al miedo".
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