La prensa internacional tiene especial debilidad por Teodoro Petkoff. Cada vez que un periódico fuera de Venezuela quiere publicar una declaración en contra de Hugo Chávez entrevista al ex guerrillero y ex comunista. No falla. Él les dice lo que quieren escuchar.
Teodoro Petkoff es el ejemplo vivo de lo que la derecha desea que sea un hombre de izquierda. Los medios de comunicación lo presentan como un izquierdista democrático y responsable, un socialdemócrata moderno. Él mismo, en su libro Las dos izquierdas, se presenta como un representante de la “otra izquierda”, distinta a la de Chávez y cercana a Lula y a Ricardo Lagos.
Su trayectoria política va del comunista ortodoxo a la apología del neoliberalismo en nombre de la izquierda. Opositor a modo durante la cuarta república, su proyecto político se convirtió, como afirma el periodista Ernesto Villegas, en la “tercera pata” del sistema bipartidista, constituido por Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), además de ser el pro- cónsul del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Venezuela. Justificó su trapecismo político diciendo que “sólo los estúpidos no cambian de opinión”.
Economista, periodista y, por encima de todo, político profesional, Petkoff tiene ahora 76 años de edad. Hijo de inmigrantes búlgaro y polaca, en 1949 ingresó al Partido Comunista de Venezuela (PCV). Junto a Douglas Bravo participó en la guerrilla. Detenido en tres ocasiones, se fugó de la cárcel en episodios que parecen extraídos de una novela. Gabriel García Márquez narró uno de ellos.
Crítico de la invasión soviética a Checoslovaquia, rompe con el PCV en 1970 y funda, meses después, el Movimiento al Socialismo (MAS). El nuevo proyecto político suscitó muchas simpatías internacionales por su planteamiento en torno a un socialismo con rostro humano y su distanciamiento del leninismo clásico. En poco tiempo, sin embargo, se volvió parte de la partidocracia tradicional y en uno de los beneficiarios de la renta petrolera.
Petkoff ha sido elegido diputado en distintas legislaturas. En 1983 y 1988 fue candidato a la Presidencia de la República, pero las votaciones que obtuvo fueron más bien modestas. Cuando en 1989 los habitantes pobres de Caracas se levantaron en contra de las medidas de austeridad del mandatario Carlos Andrés Perez, en lo que se conoce como el caracazo, y el gobierno respondió masacrando a civiles desarmados, guardó silencio. Corrido ya abiertamente hacia la derecha, en 1992 fue derrotado en las elecciones para la alcaldía de Caracas por un candidato de la izquierda radical. Un año después apoyó la carrera presidencial de Rafael Caldera, un socialcristiano que había roto con su partido, el COPEI.
El ex comunista fue integrado al gabinete del nuevo gobierno. Ocupó la dirección de Cordiplan (Oficina Central de Coordinación y Planificación) y fue el jefe de la política económica. Desde allí llevó adelante un agresivo plan de privatizaciones que la revista Producto resumió en una portada con el título: “Venezuela, país en venta”.
Sin ninguna mediación, anunció en 1997 que “apretaría más las tuercas a los venezolanos” en un momento en el que 67.8 por ciento de ellos eran oficialmente clasificados como pobres. Pidió comprensión y sacrificio a los trabajadores y las clases medias. Despidió a más de 50 mil empleados públicos. Modificó el régimen de las prestaciones sociales para eliminar su retroactividad, con la promesa de que ello permitiría aumentar los niveles salariales.
Petkoff avaló la apertura petrolera, mediante la que se privatizó, por la vía de los hechos, la columna vertebral de la economía venezolana, suscribiendo contratos leoninos en favor de las compañías trasnacionales. Como parte de esa política se apoyó la aplicación de descuentos en el precio de barril para refinerías de Estados Unidos. Petróleos de Venezuela (Pdvsa) entregó su sistema informático a una empresa mixta llamada Intesa, formada por la propia Pdvsa y SAIC, compañía fachada de la CIA, entre cuyos directores se encuentran varios ex secretarios de Defensa de Estados Unidos. Esa entrega fue clave en el paro/sabotaje petrolero de 2002.
El gobierno de Caldera despreció a la OPEP llamándola, según palabras del entonces ministro de Energía, “un cartel de Pinochos”. Violó sus cuotas de producción y propició la competencia entre sus integrantes. Las consecuencias no se hicieron esperar: el precio del crudo cayó estrepitosamente.
Petkoff fue el principal funcionario encargado de negociar un acuerdo entre el gobierno de Venezuela y el FMI. Sin resistencia alguna se allanó a los dictados del organismo financiero internacional. Poco después habló de que era necesario democratizar la institución.
Cuando en 1998 el MAS, el partido que había formado, decidió apoyar la candidatura presidencial de Hugo Chávez, lo abandonó entre abucheos. En el año 2000 fundó el vespertino Tal Cual, desde el que dedica al mandatario venezolano una crítica sistemática, visceral, amarga y facciosa. La publicación está muy lejos de ser el medio objetivo y equilibrado que sus apologistas dicen que es.
Desde entonces, en cada ocasión en que un medio de comunicación requiere de un comentario contra Hugo Chávez que pueda acreditar a un “izquierdista”, recurre a Teodoro Petkoff. Mientras tanto, la oposición venezolana lo utiliza como quiere. Y, a la hora en que hay que escoger a su candidato a la presidencia de la República, no lo deja llegar. A los que verdaderamente mandan dentro del bloque opositor les sirve donde está, haciendo lo que hace, pero no con más poder.
Quienes desde México ensalzan a Petkoff lo hacen no sólo para oponerse a Chávez, sino para promover dentro del país una izquierda institucional a gusto de la derecha. Es decir, una izquierda como la que hoy dirige al Partido de la Revolución Democrática (PRD).
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