Luis Maldonado
31 de diciembre de 2008
En medio de la estridencia mediática que generan en México y en el mundo los violentos conflictos interraciales, religiosos, territoriales y geopolíticos, incluido, por supuesto, el que deriva del combate a las bandas del crimen organizado, no deja de sorprender y preocupar un hecho: el abundante, sofisticado y moderno armamento disponible para que los seres humanos se maten entre sí.
La falta de control sobre esta actividad arroja un saldo terrible: más de 500 mil personas mueren al año por el disparo de cualquier calibre: desde una diminuta pero mortífera .22 hasta el poderoso proyectil de una ametralladora calibre 50.
Un periodista especializado refiere a manera de ejemplo: un fusil AK-47 (Kalashnikov) puede disparar 10 balas por segundo, 600 en un minuto. En Irak, una bala para este rifle de combate cuesta entre 12 y 36 céntimos de euros. Encontrar medicamentos o antibióticos para un enfermo en ese país puede resultar más caro y difícil que llenar el cargador de un Kalashnikov. Es decir, por sólo 72 euros se puede matar a 600 personas en Irak.
¿Por qué el inmovilismo ante este tráfico de muerte? Lo cierto es que hoy, en el mercado de armas, hay pistolas, minas, granadas, fusiles y ametralladoras para el mejor postor.
Como en cualquier otra empresa comercial, han proliferado los brokers, los agentes de ventas para quienes toda zona de conflicto en el planeta, África, Latinoamérica, Camboya, Medio Oriente, representa un jugoso negocio.
Es imposible saber a ciencia cierta la cantidad real de armas y proyectiles que se fabrican en el mundo porque los gobiernos no han podido ejercer control alguno sobre los fabricantes.
Investigaciones de la Fundación Intermón Oxfam, que fue creada en 1956 para luchar por un mundo justo y sin pobreza, y que tiene un equipo de casi 2 mil personas con siete sedes y 40 comités trabajando en alrededor de 50 países, calcula que cada día se fabrican 38 millones de municiones, pero no se sabe el paradero de 83% de esa producción. No obstante, señala que el número de países fabricantes de balas sigue creciendo: actualmente por lo menos 76 países se dedican a la fabricación de balas.
El informe da cuenta de una red de comercio ilegal, que incluye a fabricantes, agentes, intermediarios, transportistas, organismos financieros y aerolíneas en cuyos presupuestos está previsto todo; desde costos hasta sobornos. Esta red es responsable de que, al día de hoy, haya más de 600 millones de armas ligeras en circulación.
No deja de ser paradójico que los cinco miembros permanentes de la ONU (Francia, Rusia, China, EU y Reino Unido) sean los responsables de 88% de las exportaciones mundiales de armas convencionales. Las “ayudas solidarias” que estos cinco países brindan a naciones en vías de desarrollo en África, Asia, Oriente Medio y América Latina están muy por debajo de las desorbitadas ganancias que obtienen por vender armas en esas mismas zonas del planeta.
El gasto militar de estas regiones en desarrollo es de 22 mil millones de dólares, cuando con la mitad de esa suma garantizarían educación primaria a sus niños en edad escolar.
El hecho es que el comercio ilegal de armas sigue siendo una fuente de ingresos para el terrorismo internacional y para los intocables fabricantes. Y aquí, en nuestro México, hay traficantes que venden armas hasta por catálogo. Las consecuencias están a la vista.
Senador de la República y presidente del CEN de Convergencia
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