domingo, 6 de octubre de 2013

Bajo la Lupa

 

La cruda del shale gas alcanzó a Shell y a la reforma Peña-Videgaray-Aspe

Alfredo Jalife-Rahme

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El presidente de Shell, Peter Voser, hace unos días en LondresFoto Reuters
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hell, trasnacional favorecida por la reforma Peña-Videgaray-Aspe para adueñarse de los hidrocarburos en las aguas profundas de México, remata sus activos del shale gas (gas esquisto/lutitas) del que fue su supuestamente mirífico yacimiento texano de Eagle Ford ( Financial Times, 30/10/13).
Shell –la primera trasnacional del mundo por ingresos en el listado de Fortune– concluye su presencia en el sur de Texas por más de medio siglo.
La causa reside en la abrupta caída del precio del gas en Estados Unidos a menos de 4 dólares la BTU –frente a casi 19 en Japón y 15 en Europa– que lo hacen nada lucrativo (ver Bajo la Lupa, 18/9/13).
Además de Texas, Shell abandona los proyectos de shale gas de Misisipi y Kansas, lo cual parece más bien una fuga masiva.
Lo mismo sucede a ExxonMobil –otro favorecido por el obsequio en las aguas profundas de la reforma Peña-Videgaray-Aspe–, de la propia confesión de su mandamás Rex Tillerson, aunque su polémico vicepresidente David Rosenthal sigue empecinado en el mirífico shale gas.
Financial Times sentencia que son “malas noticias para el shale gas de Estados Unidos”. ¿Cómo quedan el México neoliberal itamita y sus mendaces excrecencias Imco-Comexi-Cidac? En ridículo eterno.
Ya no habrá tal revolución energética del shale gas ni Estados Unidos superará a Arabia Saudita ni nada cambió en el mapa energético.
El gas natural (a distinguir del shale gas) de Rusia sigue tan poderoso e Irán consolida su posicionamiento estratégico, a fortiori después de su triunfal retorno diplomático, mientras China coquetea con las potencias gaseras centroasiáticas ( v. gr. Turkmenistán) para crear una ruta de la seda energética.
Oswald Clint, de la consultora Bernstein Research, comenta que los resultados de Shell en la exploración del shale gas en Estados Unidos han sido peores a lo anticipado.
Según Guy Chazan, del Financial Times (1/8/13), “cierta retórica sin respiro sobre el potencial del shale gas no es recomendable (¡supersic!)”, lo cual es avalado por Peter Voser, mandamás de Shell, quien diluye con torrentes de agua el embriagante vino sobre la revolución del shale gas que supuestamente se expande de Estados Unidos al mundo, lo cual es un poco sobrexagerado.
La retirada del shale gas de Estados Unidos se inició el año pasado con el remate de los activos de BHP Billiton y BG Group. La aventura de Shell en el shale gas de Estados Unidos resultó muy costosa y sus pérdidas se seguirán reflejando muy probablemente hasta el año entrante, mientras el precio del petróleo empezó a declinar concomitantemente, como consecuencia de la distensión entre Estados Unidos e Irán, lo cual ha hecho perder fortunas a los megabancos que apostaron a una guerra contra Siria para colmar sus portafolios.
A juicio de Crédit Suisse, el desempeño de Shell en exploración y perforación deja mucho que desear y constituye una verdadera preocupación.
Shell es justamente una de las trasnacionales anglosajonas a quien la claudicante reforma Peña-Videgaray-Aspe piensa obsequiar sustanciales bloques de las aguas profundas, bursatilizables vía el truco contable del booking.
Shell apostó insensatamente en el shale gas comprando muy caro las empresas Duvernay Oil (Canadá occidental) y East Resources (con fuerte presencia en Marcellus Shale).
Se vinieron abajo las cuentas alegres de Shell: ya no producirá el equivalente de 7 millones de barriles de petróleo de su portafolio en Estados Unidos. Se esfuman los 250 mil barriles prometidos al día en un periodo de cinco años y a lo sumo producirá sólo la quinta parte. ¡Un verdadero desastre!
Otro mirífico yacimiento en Utica (Ohio) ha sido también decepcionante, donde las empresas de shale gas operan una nada graciosa huida.
Empezó el estallido de la burbuja del shale gas, que pasa de la embriagante euforia a la cruda (en el doble sentido) realidad.
Sería el colmo que los entreguistas de los hidrocarburos de México no leyesen el rotativo británico neoliberal Financial Times, a cuyas oficinas acudieron insólitamente Peña y Videgaray a proponer la entrega del máximo recurso estratégico de México y a poner en riesgo la seguridad energética del país en manos foráneas.
Se vino abajo la entrega del shale gas a las trasnacionales anglosajonas: uno de los tres pilares de la reforma Peña-Videgaray-Aspe: eminentemente entreguista, neoliberal, antinacionalista y antiambientalista.
Los otros dos pilares son la explotación del petróleo convencional y el no convencional (en aguas profundas).
El petróleo convencional (prácticamente en tierra firme y en aguas someras) es desdeñado por las trasnacionales anglosajonas para dejar la chatarra de lo que quede de Pemex en manos de 10 empresas privadas mexicanas y cuyo desmantelamiento empezó ya en Pajaritos.
El petróleo no convencional es la joya de la corona que exigen las trasnacionales anglosajonas en las aguas profundas del Golfo de México y al que el representante de Misisipi, Steve Holland, busca(ba) cambiar el nombre por el de Golfo de Estados Unidos ( Huffington Post, 2/9/12), más acorde a la geopolítica de Norteamérica y al concepto estratégico del Mar Mediterráneo (sic) de América que constituye la sumatoria del Golfo de México (sic) y el Mar Caribe con una superficie total de 4.2 millones de kilómetros cuadrados.
En forma obscena, un personaje muy extraño, Duncan Wood, británico con vocación de pirata doblemente a cargo del Instituto (sic) México (¡supersic!) del Wilson Center y profesor añejo de relaciones internacionales del ITAM, espetó a la revista especializada Upstream que a las trasnacionales anglosajonas sólo les interesan las aguas profundas. ¡Qué hallazgo!
La vulgar burbuja del shale gas estalló en pleno rostro a los entreguistas de lo ajeno y pone en la picota lo absurdo de toda la política gasera de los neoliberales de la dupla PAN-PRI y el sector antinacional del PRD –con sus respectivos consejeros profesionales de Pemex– que cuenta entre sus hazañas la importación del gas de Perú a precios exorbitantes.
Más que el empleado del Imco, el locuazmente hiperviolento Juan Pardinas –quien exige el uso de la fuerza militar para privatizar Pemex–, es su presidente Valentín Díez Morodo quien hace el ridículo con la fantasiosa revolución energética que siempre no fue.
Por cierto, Díez Morodo eludió pagar 7 mil millones de dólares al fisco vía bolsa por la venta de la Cervecería Modelo. ¿Tan trivial evasión fiscal es lo que espera a México en caso de la privatización de sus hidrocarburos?
No son precisamente los más virtuosos empresarios de México y el mundo quienes andan tras el botín de Pemex.
Las trasnacionales anglosajonas, con notables pérdidas por doquier, se van con todo para apoderarse del petróleo no convencional de las aguas profundas del Golfo de México: la madre de todas las batallas, si es que no la última, del México soberano, nacionalista, libertario, democrático e independiente.
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