miércoles, 28 de octubre de 2020

Subsistir del cultivo de narcóticos es una esclavitud


Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 28 de octubre de 2020, p. 28

San Miguel Totolapan, Gro., En medio de disputas entre los grupos delincuenciales Los Granados, La Familia Michoacana y el de Chano Arreola por el control de territorios en el Filo Mayor de la Sierra Madre del Sur, en las regiones de la Costa Grande y la Tierra Caliente, los lugareños buscan alternativas para dejar de sembrar amapola.

A lo largo de los caminos de terracería del Filo Mayor se observan los plantíos; en uno de ellos, Félix, de 25 años, dijo en entrevista: “En la sierra el estudiante está marginado; no hay apoyo del gobierno. Yo no acabé mi preparatoria por falta de recursos. Desde hace cinco años soy amapolero, y tengo 22; tengo un hijo de dos años. Mi familia se dedica a sembrar amapola; ellos me enseñaron a sembrar y no nos quedó de otra.

Yo estudiaba en Atoyac. Me iba muy bien, pero había mucha delincuencia allá abajo y me dio miedo seguir estudiando. Quería ser contador. Si Dios quiere, le voy a echar muchas ganas para que mis hijos no pasen por lo mismo.

José Armando Álvarez , de 22 años de edad, consideró que en las ciudades hay mucha delincuencia, broncas y alcohol, pero creo que se puede cambiar; de aquí pueden salir buenas personas, como licenciados. En mi caso, quería estudiar para ingeniero civil, pero por falta de dinero ya no pude.

Félix Ortiz, de 58 años, abuelo del joven Félix, expuso que la amapola no nos dejó nada porque no sabemos leer; sólo nos dejó para sobrevivir. Aquí se casan jóvenes y también se dedican a la siembra y hay mucha violencia. Ahora esperamos apoyo. Yo voté por (López) Obrador. No somos delincuentes.

Norberto Verónica Juárez, de 55 años, 35 de ellos sembrando amapola, y padre de seis hijos, puntualizó: “El cultivo de los enervantes es de subsistencia. Estamos aislados, nos identifican como autores de la delincuencia, pero no nos queda de otra, pues las comunidades del Filo Mayor son las más marginadas.

“Nosotros cuidamos los bosques con los dedos, rasguñando cuando hay quemazones. Ya han muerto compañeros por andar apagando la lumbre. Al presidente López Obrador le pedimos que se fije en la sierra, donde están estos bosques que dan vida; que nos mande buenos proyectos para dar buen manejo a los bosques y evitar la tala e incendios, y dejar de sembrar amapola. Vivir de la amapola es una esclavitud, porque no tenemos para dónde darle.

Ya no queremos que venga el helicóptero a fumigar. Friega las plantas, los árboles, y de paso contamina el agua; por eso estamos jodidos. Nadie siembra amapola por gusto. La gente está cansada; es un trabajo cansado, delicado, muy plagoso. Se le invierte mucho y se le saca poco.

Lo secundó Reynaldo Ortiz Bello: Ya no quiero sembrar; la culpa es del mismo gobierno, porque ha descuidado a los campesinos. Yo tengo 52 años. Hay tierras y aguas no sólo para cultivar amapola, pero el gobierno no se preocupa por la sierra. Hay desplazados, migrantes que dejaron nuestras tierras.

La sierra carece de caminos. Hay deslaves y barrancos. Traer comestibles de Tecpan, Atoyac o la Tierra Caliente es difícil. Un litro de gasolina cuesta 26 pesos aquí, y cuando se puede nos vamos a surtir cada dos meses.

El Observatorio por la Paz y el Desarrollo de la Sierra de Guerrero refirió que en 14 municipios se encuentran los mayores cultivos de amapola; el primero es Heliodoro Castillo, con 15 mil hectáreas, y el segundo, San Miguel Totolapan, con 10 mil hectáreas, de un total de más de 50 mil ocupadas en este cultivo.

Es factible una revuelta social en la sierra porque hay desabasto de alimentos. La gente no tiene dinero, es malo el servicio de electricidad, hay hartazgo y persiste la violencia, concluyó.

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