Un partido político, ideal o religión eran el 'leitmotiv' de nuestra existencia, ahora lo es la tv o Internet, se queja el autor de “Trainspotting”.
Afp
Publicado: 17/05/2013 10:16
Publicado: 17/05/2013 10:16
Bruselas. “La gente ya renunció a la idea de hacer un
mundo mejor, transformar a la comunidad o a su propia familia”, denuncia Irvine
Welsh (Edimburgo, 1958) que se dio a conocer en todo el mundo por el éxito de su
primera novela, Trainspotting, llevada al cine por Danny Boyle.
“Antes convertíamos a un partido político, un ideal o una
religión en el leitmotiv de nuestra existencia... ahora probablemente
lo hacemos con la televisión o Internet”, aseguró este transgresor autor,
durante una entrevista con la Afp en Bruselas, un día antes de
presentar la película Filth en Cannes, basada en la tercera novela de
las seis que escribió.
“Ahora lo que prima es el egoísmo individualista, parece que
todos hubiéramos renunciado”, se queja el autor de novelas como Porno y
The Acid House, que desde hace años alterna la narrativa con el cine y
la música. Al igual que en sus libros, Welsh dispara palabrotas, expresiones
callejeras desarticuladas y muchas provocaciones, todo con un marcado acento
escocés, que no perdió ni siquiera tras haber dejado su ciudad natal, Leith,
para mudarse a Dublín, Amsterdam, Chicago o Miami, donde vive desde hace años
porque su mujer es estadunidense.
“Vivimos en zoológico, parecemos osos polares dando vueltas en
torno a una jaula. Es completamente disfuncional, nos drogamos con sustancias,
pero también con el consumo o la televisión para soportar el dolor”, afirma.
“Pero lo peor que podemos hacer es renunciar”, sugiere.
Tras el éxito de Trainspotting, que cuenta la historia
de Sick Boy o Renton, el autor escocés se ha especializado en personajes del
llamado “realismo sucio”, marginados, desquiciados que se adentran en lo
“absurdo de la condición humana”.
Escrita en 1998, Filth cuenta la historia de Bruce
Robertson, un detective de Edimburgo, adicto a las drogas y el sexo, a quien
debido a sus excesos se le aparece un sarpullido en sus genitales y un parásito
en el intestino que acaba convirtiéndose en la voz de su conciencia.
Esta vez su libro fue llevado al cine por el también escocés
Jon S. Baird y la película está protagonizada por su compatriota James McAvoy
(X-Men: Primera generación).
Tal como prima en casi toda la obra de Welsh, que se ha
catapultado como el cronista de la escoria británica, en Filth hay
mucha violencia, droga y sexo.
Pero Welsh cree que sus personajes se pueden encontrar en todos
lados. Y aquellos jóvenes que crecieron bajo bajo la era de Margaret Thatcher en
los años 80, que “volvió más ricos a los ricos y más pobres a los pobres”, se
ven ahora en todos los sitios del planeta y son moneda corriente en Europa.
Es normal que “haya falta de proyectos o ideales” en un
continente que tiene a un 25 por ciento de sus jóvenes en el desempleo, sobre
todo España y Grecia, donde la tasa de desempleo de los jóvenes supera el 50 por
ciento, comenta. “Si eres un joven que vive en un plan estatal de vivienda y
eres bastante inteligente, ¿porqué te endeudarías el resto de tu vida para
obtener un diploma que no te servirá para nada?”.
“Al final, tiene más sentido comprarte un ladrillo de cocaína,
partirla y venderla”, bromea.
Pero el autor, que admitió haber consumido heroína en el
pasado, ya hace tiempo que se jacta de una vida “limpia”.
A Bruselas llegó para participar en una conferencia sobre
tendencias en medios digitales. Un tema que le apasiona, ya que está
“completamente obsesionado” con la red social Twitter, de la que es usuario hace
tan sólo un año con la cuenta @WelshIrvine, y tiene ya 75 mil seguidores.
“Uso Twitter para mantenerme en contacto con mis amigos
escoceses e informarme de las noticias sin tener que leer periódicos”,
afirma.
La verdad es que “extraño mucho el humor británico sobre todo”,
y Twitter me ayuda a superar eso, cuenta. “Da la sensación de que estuvieras
charlando con tus amigos en el pub, hasta puedes gritar”, cuenta Welsh, que ha
llegado a comentar partidos de tenis con una catarata de insultos, en 140
caracteres. “También me sirve para estar en contacto con la gente”. Y esto está
bien para este autor que cree que todos los escritores deberían adaptarse a la
era digital.
Sin embargo, detesta Facebook. “Me molesta que me contacten
personas que antes me ignoraban completamente, personas en su segundo divorcio,
que ponen fotos de sus hijos y de sus vacaciones, en un intento de decir 'mira
que buena y feliz es la vida que tengo'”.
“¡Facebook es el nuevo McDonald's!”, se queja.
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