Para cientos de mujeres poco hay que celebrar este
10 de mayo y mucho que trabajar.
Elizabeth Velasco C.
Publicado: 10/05/2013 08:01
Publicado: 10/05/2013 08:01
México, DF. Para Patricia Miguel Hernández, madre
soltera de 34 años y con cuatro hijos, el 10 de mayo no hay flores ni festejos
suntuosos. Simplemente es un día más de trabajo que inicia a las siete de la
mañana para concluir pasada la medianoche.
A diferencia del día rosa que se publicita, dando a las
mercancías el don del bienestar y al festejo a la madre el de la felicidad –que
ésta sí lo es para los comerciantes que calculan ventas superiores a mil
millones de pesos–, a Patricia le espera un día de trabajo de nueve horas como
mesera en un restaurante donde, además, realiza todo “lo que haga falta”.
Su otra jornada, de alrededor de ocho horas, es aquella que no
valora la economía nacional, pero que es el común denominador: el trabajo en el
hogar de 96.1 por ciento de las 57.4 millones de mexicanas.
El de Patricia se reparte en traslados de hasta tres horas y
“en revisar las tareas de mis hijos, darles de cenar, bañarlos y preparar los
uniformes para el día siguiente. Por fortuna –dice– mi mamá me apoya con el
cuidado de mis niños cuando trabajo y así será este 10 de mayo”. Un día de doble
jornada, igual que los siete de la semana.
Datos de los institutos Nacional de las Mujeres (Inmujeres) y
Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señalan que una de las cuestiones
que más pesa en la participación de las mujeres en el mercado de trabajo
(constituyen 42.5 por ciento de la población económicamente activa –PEA–) es la
combinación del trabajo remunerado con las tareas que exige el quehacer
doméstico.
Las múltiples tareas a las que se enfrentan las mujeres
ocupadas, documenta el Inmujeres, implica que dediquen 80 horas a la semana al
trabajo remunerado y no remunerado en sus hogares; es decir, más de 15 horas a
la semana que las que dedican los hombres a ambas actividades.
En promedio, ellas trabajan para el mercado 37.1 horas por
semana, y aunque los varones lo hacen 44.8 horas, existe una brecha de 30 por
ciento en los ingresos del género, mientras tres de cada 10 mujeres son
discriminadas en su salario por estar casadas o tener hijos.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2010 precisa
que de 42.5 por ciento de las mujeres de 14 años y más que forman parte de la
PEA, 96 por ciento combina sus actividades extradomésticas, aspecto contrastante
con los varones, donde 57.2 por ciento cumple esa condición.
Si en el imaginario colectivo la madre es sinónimo de aliento
de vida, amor y comprensión, poco de ello se le devuelve a nivel social y
económico.
Al igual que Patricia, Juanita Ramírez Damián, de 63 años,
tampoco celebra el 10 de mayo. “Poco hay que celebrar y mucho que trabajar”,
dice Juanita, sentada al lado de una mesita donde ofrece dulces, frituras y
tabaco, afuera de una estación del Metro, donde de vez en cuando los jóvenes que
se acercan le dicen “madrecita” o “jefecita” cuando le compran un cigarro.
Para Juanita lo común es no celebrar el Día de las Madres.
Trabaja desde los siete años de edad, y de entonces a la fecha se levanta a las
cuatro de la mañana.
“Ser mujer es muy duro. Empecé haciendo y vendiendo tortillas;
luego hice limpieza en las casas, lavaba y planchaba. Mis hijos son ya grandes,
tengo cuatro, pero están en mi pueblo, allá, por Toluca, y cuido a uno de mis
nietos. Desde que me levanto es hacer desayuno, lavar y, pues ya sabe, puras
prisas. Al mediodía instalo mi puesto y termino a las siete y media de la noche.
Y regreso a casa a lo mismo: a trabajar. Es el cuento de nunca acabar; por fin
me acuesto a eso de las once de la noche”.
Juanita no tiene pensión, gana, “en un día bueno”, 100 pesos al
día, y si no completa su gasto, le ayudan con “algo” sus hijos.
“¿Algo que festejar? –reflexiona–. No, no festejo el 10 de
mayo, tengo que trabajar.”
Irma Páez, de 58 años de edad, también trabajará, pero corre
con mayor fortuna porque después de vender verduras en un tianguis ubicado en la
colonia Roma, espera festejar el Día de la Madre, en casa, con “algo sencillo”,
al lado de sus hijos, nietos y esposo.
Por ahora sabe que el 10 de mayo se levantará a las cuatro de
la mañana, como todos los días; “ayudará” a su esposo a escoger la verdura en la
Central de Abastos, y de ocho a 17 horas espera una buena racha en la venta de
alimentos, en particular este viernes. Pasadas las 20 horas, estará de regreso
en casa, por los alrededores de Xochimilco, para preparar el festejo.
Irma, al igual que Claudia, Celia y otras entrevistadas en un
tianguis y puestos en plazas y jardines, forman parte del 61.1 por ciento de las
mujeres que trabajan en el sector informal y que, junto con quienes se
desempeñan en el formal (64.8 por ciento, según Inegi), esperan este 10 de mayo
un día singular, no por el festejo a su condición de madre, en algunos casos, sí
por la venta o ganancia mayor que al final del día se produzca.
“Aunque, la verdad, la cuestión de los pesos y el esfuerzo pasa
a segundo plano; sólo tener a mis hijos me hace sentir feliz”, remata Patricia
con una sonrisa plena.
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