viernes, 8 de mayo de 2009

Distinguen a José Emilio Pacheco con el premio Reina Sofía

El galardonado va del realismo y la ironía a la crítica social y el amor, pondera el jurado

*“Nadie puede ser arrogante si considera el triste destino de los poetas”, expresa a La Jornada
*“Permanece, aunque sepa que ya es una locura, la voluntad de conocer y de mejorar”

Arturo García Hernández

En medio de la catástrofe nacional, la distinción a José Emilio Pacheco con el decimoctavo Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana es una buena noticia. Muy buena. Y motivo de sobra para una entrevista, en el curso de la cual, a pregunta expresa, responde con una ingeniosa paradoja: “elegí ser poeta porque no tuve de otra”.

A media mañana de ayer, el autor de Fin de siglo responde el teléfono, amable pero agobiado por las numerosas llamadas que recibe para felicitarlo o para solicitarle una entrevista.

Dice que no está preparado para atender a nadie en su casa y, además, asegura que le cuesta mucho trabajo expresarse oralmente con claridad. Prefiere un cuestionario por escrito, vía correo electrónico.

Sólida trayectoria

Este año el jurado del prestigioso galardón –dotado con 42 mil euros (algo así como 56 mil dólares)– está integrado por los escritores Pablo García Baena, José Saramago, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, José Manuel Caballero Bonald, José Miguel Santiago Castelo y Carmen Posadas; además de Yago Pico de Coaña, presidente de Patrimonio Nacional, y el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha.

Siguiendo el criterio de premiar a un autor vivo cuyo aporte sea relevante para la cultura iberoamericana, el jurado vio en la obra de Pacheco a un poeta moderno, pero fiel a la tradición clásica; que va del “realismo” y la “ironía” a la “crítica social” y el “amor”.

Su lenguaje parece “coloquial” pero es “profundamente elaborado”, sostuvo Luis Antonio de Villena, mientras que Jaime Siles aseguró que Pacheco secunda a Octavio Paz en su capacidad para crear un “ámbito y un espacio poético propios”.

De tal forma, admitió que “el premio otorgado en esta edición no descubre a ningún poeta sino que ratifica su amplia y sólida trayectoria”.

José Emilio Pacheco (DF, 1939) es novelista, cuentista, ensayista, traductor y crítico literario; especialista también en la literatura mexicana del siglo XIX y autor de la columna Inventario, que durante años se publicó semanalmente en la revista Proceso y que hoy constituye una referencia obligada como ejemplo mayor del periodismo cultural.

Entre los numerosos títulos de prosa y poesía que conforman su bibliografía personal están Morirás lejos, Las batallas en el desierto, El principio del placer, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás e Islas a la deriva.

–¿Cómo y a qué hora se enteró del premio?

–Poco antes de las siete de la mañana. Fue una sorpresa absoluta. No lo esperaba. Pensé que por haber sido finalista no lo obtendría. Ser finalista es como haber sido precandidato a la presidencia mexicana. Ocurrió con André Malraux, Graham Greene o Alberto Moravia, que jamás llegaron a recibir el Nobel.

–¿Tiene algún significado especial para el polígrafo que es usted esta distinción a su obra poética?

–Basta un solo ejemplo para mostrar por qué me siento satisfecho: es un premio que se ha dado a Juan Gelman.

La memoria no idealiza ni disfraza

–¿La poesía para usted ha sido necesidad, destino o, incluso, privilegio? Dicho de otro modo, ¿eligió ser poeta o no tuvo de otra?

–Supongo que son las dos cosas: la elegí porque no tuve de otra.

–Entre el poeta joven que fue y el poeta maduro que es, ¿qué ha cambiado en la manera de ver la poesía, de entenderla, de ejercerla? ¿El tiempo mejora al poeta?

–Gracias por hablar de “madurez” a alguien a punto de cumplir 70 años. No tengo una visión ni histórica ni crítica de mi trabajo. Si la tuviera me sentiría paralizado. Aquí también todo cambia y todo sigue igual. Permanece, aunque sepa que ya es una locura, la voluntad de conocer, de trabajar y de mejorar.

–En su caso, ¿qué le ha dado, qué le ha quitado?

–El tiempo te da y te quita todo. Te da experiencia que no sirve porque cada día es diferente. Y te quita la arrogancia. Nadie puede ser arrogante si considera el triste destino de todos los poetas, grandes y pequeños, famosos y desconocidos. Todo acaba en polvo y ceniza. Pero lo importante es lo que está en medio, lo que podemos hacer entre las dos oscuridades.

–¿Ser buen poeta tiene importancia para usted? ¿Piensa en eso cuando escribe?
Pienso en hacer el mejor texto posible. Lo intento siempre aunque pocas veces me salga. La única verdadera competencia, la más feroz y despiadada, es conmigo mismo.

–Con base en los temas y algunas constantes de su poesía, se podría decir que es usted un poeta del pesimismo, la nostalgia (¿la memoria?) y la belleza. ¿Qué opina? ¿Es demasiado simplificar?

–Perdón: objeto el término “nostalgia”. La nostalgia es la waltdisneyzación del pasado. Es muy distinta la memoria que no idealiza ni disfraza.

–La catástrofe nacional en que nos encontramos, incluida la reciente emergencia sanitaria, ¿ha germinado ya en un poema?

–Todo es tan terrible que me siento excedido por las circunstancias, incapaz de enfrentarme en verso a ellas como lo hice con otros momentos atroces de nuestra vida mexicana.

–Por último: el premio Reina Sofía de Poesía está dotado de una cantidad importante de dinero, ¿ya sabe qué va a hacer con él?

–Como te imaginarás, a estas alturas de la vida lo único en que puedes emplear el dinero es en gastos médicos. La vejez no perdona a nadie.

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