jueves, 22 de marzo de 2012

Contracolumna


QUINTANA ROO Y MENDICUTI: LA NARCOPOLÍTICA YA ESTÁ AQUÍ

José Martínez M. (*)


México, D. F., a 6 de marzo de 2012

La narcopolítica ya está aquí. No es fortuito el número de muertos por el crimen organizado que incluye en sus listas a una veintena de alcaldes y a un candidato a gobernador (Tamaulipas) que se encontraba en campaña. A lo que habría que agregar a un narcodiputado: Julio César Godoy Toscano. La agencia antidrogas DEA, ha hecho el anuncio de que investiga a un ex gobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington por vínculos con el narcotráfico.

Como en el cuento de Pedro y el lobo, en México ya es bastante tarde para convencer a los electores de que la política y las campañas no se encuentran contaminadas por el narcotráfico. Nadie lo cree. Las elecciones en México son un cochinero, Quintana Roo es una prueba palpable de ello.

El asunto es tan grave que los señalamientos alcanzan a uno de los coordinadores de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto.

En Quintana Roo el responsable de la campaña de Peña Nieto, Gabriel Mendicuti Loria estuvo relacionado con uno de los miembros conspicuos del cártel de Juárez, Luis Carlos Carrillo Cano, al que le otorgó la concesión para la ampliación del penal estatal y al actual alcalde de Cancún, Julián Ricalde Magaña se le ha involucrado con uno de los capos del cártel de Sinaloa liderado por los Beltrán Leyva, de quienes recibió presuntamente un “préstamo” de 60 millones de pesos para su campaña y aún más al virtual candidato de las izquierdas al Senado de la República, Gregorio Sánchez Martínez se le ha relacionado con el crimen organizado, aunque libró un proceso penal por “lavado de dinero” y recientemente la PGR detuvo al ex subsecretario de Seguridad Pública del gobierno del estado de Quintana Roo, Manuel Jesús Cícero Salazar, quien trabaja bajo las órdenes del general retirado Carlos Bibiano Villa Castillo. El de Cícero Salazar, actualmente preso por nexos con el narcotráfico en Coahuila, es un caso irrefutable de la presencia del narco en las esferas del gobierno de Quintana Roo.

No es la primera vez que en Quintana Roo se vincula a un alto personaje de la política local con el crimen organizado, ya antes el escándalo del ex gobernador Mario Villanueva Madrid puso sobre aviso que algo malo estaba ocurriendo en el Caribe. Por eso ahora el caso de Gabriel Mendicuti Loria, coordinador de campaña de Peña Nieto en Quintana Roo ha despertado suspicacias y nadie se explica cómo logró pasar los filtros del Consejo Político Nacional del PRI, que había establecido “candados” para evitar a quienes se les ha relacionado con la delincuencia organizada o es puesto bajo sospecha de actividades ilícitas. Y nadie logra atinar cómo el presidente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, quien es considerado como el hijo pródigo de Quintana Roo, ha mantenido un silencio sepulcral ante el caso de Gabriel Mendicuti Loria, quien es visto como un lastre para Peña Nieto.

Aun cuando no arrancan formalmente las campañas electorales en el país, en Quintana Roo se libra una guerra sucia de todos contra todos. Los grupos se encuentran confrontados, las familias políticas se encuentran divididas. Hay casos como el del líder nacional del PRI, en que unos están con el tricolor y otros con el PAN dentro del mismo clan familiar. Otros han hecho alianzas entre partidos que son como el agua y el aceite. Algunos medios locales y nacionales se encuentran inmersos esta guerra política fraticida, donde el objetivo es el poder por el poder. En términos estrictos un auténtico cochinero que pone en duda a los partidos y sus candidatos.

Como escribió recientemente un connotado politólogo, en México las bandas usan los medios políticos pero no aspiran al poder en el sentido que lo hacen los partidos; carecen de cualquier interés que no sea obtener manos libres, impunidad para sus negocios. Saben comprar, intimidar, imponer, pero no están interesados en gobernar. Presionan, condicionan, quieren protección, vía libre y, llegada la hora, también los capos y sus herederos desean un lugar en la sociedad, es decir, buscan reconocimiento social, aunque tengan las manos manchadas con los crímenes más horrendos.

Quintana Roo es fiel reflejo del proceso de la narcotización de la política mexicana. El caso Villanueva es el ejemplo vivo de esta situación. En Quintana Roo, como en otras partes del país, el tejido social se ha roto.

El propio presidente Felipe Calderón ha alertado sobre la intromisión del crimen organizado en los comicios por lo que ha exigido a la sociedad y a los partidos que reaccionen. Tal vez sus palabras nos recuerdan el cuento de Pedro y el lobo. Ya nadie cree en las palabras de alerta, porque la narcopolítica ya está aquí.

Quintana Roo ha dejado de ser un asunto local, Quintana Roo es ya un asunto de seguridad nacional. Esta entidad que ocupa un lugar estratégico en la geopolítica mexicana se encuentra desprotegida. No obstante la evolución que ha alcanzado el problema del narcotráfico y el lavado de dinero, esta entidad no está considerada siquiera como una prioridad en los temas de la seguridad pública y nacional.

Desde hace dos décadas las crónicas periodísticas han dado cuenta que el más famoso balneario del caribe mexicano se convirtió en uno de los sitios favoritos de afamados jefes mafiosos, cuyo control total ambicionan los cárteles de Juárez y de Sinaloa. Ha sido escenario de las ejecuciones de importantes operadores del crimen organizado caídos en la disputa por el control de ese millonario territorio. Por ejemplo, hace algunos años, en plena zona hotelera de Cancún sicarios del Cártel de Juárez asesinaron a Rafael Aguilar Guajardo, a su esposa y a una ciudadana estadounidense que, al parecer, era agente encubierta de la DEA.

Algunos medios señalaron que el homicidio fue ordenado por Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”, llamado así por su costumbre de utilizar aviones para el traslado de droga. La batalla criminal por el predominio de la zona se intensificó a partir de 1991. Así, en mayo de 1996, en Cancún fue asesinado Vicente, hermano de Ismael “El Mayo Zambada”. La oleada de crímenes se acentuó en el mandato de Mario Villanueva Madrid. Incluso los órganos de inteligencia de Estados Unidos alertaron que sobre las playas de Quintana Roo se desembarcaban a diario cargamentos de droga colombiana. El corredor para el paso de estupefacientes va desde la frontera con Belice hasta las costas de Yucatán.

Cada tres o seis años cuando se desarrollan las campañas políticas en las disputas por los cargos de elección popular en Quintana Roo salen a relucir los nombres de nuevos actores políticos asociados con las mafias. Ahora le toca el turno a Gabriel Mendicuti Loria, uno de los hombres de Peña Nieto, mismo que ha guardado silencio al igual que el líder del partido, Pedro Joaquín Coldwell, ante los señalamientos contra este conspicuo personaje de la política quintanarroense.
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*José Martínez M., es periodista y escritor. Es Consejero de la Fundación para la Libertad de Expresión (Fundalex). Es autor del libro Carlos Slim, Los secretos del hombre más rico del mundo, y otros títulos, como Las enseñanzas del profesor. Indagación de Carlos Hank González. Lecciones de Poder, impunidad y Corrupción y La Maestra, vida y hechos del Elba Esther Gordillo.

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