*Acuerda el movimiento no realizar concentraciones debido a la alerta sanitaria por influenza
Blanche Petrich /I
Enviado/La Jornada
San Salvador Atenco, Méx. La lógica de Paulino Zavala es irrebatible: “Si estaba ya muerto hace tres años, cuando me agarró la policía en su entrada a San Salvador Atenco, pues ahora estoy aquí, con el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra”. Tan muerto lo habrán visto los policías que lo tundían a patadas, ese 4 de mayo de 2006, que Paulino recuerda perfecto haber oído el siguiente diálogo, antes de perder el conocimiento:
–Mi comandante, este hombre ya se nos murió.
–¡Pendejos! Les dije que no pegaran tan fuerte.
Desmayado, fue uno de los cientos de detenidos esos días. Bajo arresto fue internado en el hospital López Mateos de Toluca con dos disparos de bala, uno en el pie izquierdo y otro en la pantorrilla, varias costillas rotas, una herida en la cabeza que requirió 77 puntadas y contusiones varias en todo el cuerpo. Y la diabetes, a tope. Así de maltrecho fue internado en el penal de Santiaguito cuatro días después. Casi nunca abandonó la enfermería. A las pocas semanas fue liberado, sin cargos, sin una disculpa, mucho menos reparación del daño. A rehacer su vida, a los 63 años, en cualquiera de los dos oficios que ha desempeñado en la vida: carpintero y carnicero.
“Mire nomás –muestra su pantorrilla enjuta remangándose el pantalón– por aquí entró una bala, por aquí salió”.
Trinidad Ramírez del Valle lo pone de ejemplo: “Y como él, todos aquí, en Atenco. Tenemos la memoria tan fresca como entonces. Que no se equivoque Enrique Peña Nieto. No nos ha vencido”. Paulino interviene con filosofía: “Hay muchos gobernadores como él. Pero cada cosa tiene su tiempo. El pueblo ya se inconformó contra esos personajes, ya verán”.
Se acerca el tercer aniversario de la represión en Atenco y los activistas del Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) vuelven a salir, pese a las restricciones obligadas por la epidemia que ha congelado la vida social y política de México. Los postes y bardas de San Salvador y pueblos aledaños se han llenado de carteles conmemorativos. Destaca uno, hecho con una foto que les ha enviado el roquero plurirracial Manu Chao para que la usen en su propaganda, junto con un gran autógrafo y una consigna manuscrita: “Atenco, tierra, libertad y justicia”.
Resistir en tiempos de influenza
El programa original de la conmemoración se ha modificado y adaptado a los tiempos de la influenza. El día tres habrá adorno de la cruz de mayo de cinco metros de altura que hace un año levantaron en el cerro de Huaxtepec en honor a los caídos, pero no habrá concentración ni marcha al Distrito Federal el día cuatro.
Por lo tanto, no será posible medir ese día la adhesión que el frente sigue teniendo entre los pueblos de la región texcocana. Una adhesión que, en opinión de Marta Pérez, otra dirigente, se ha ido reconstruyendo por encima del miedo que sembró la brutalidad policiaca los días 3 y 4 de mayo de 2006. “Claro que aquí todavía hay gente traumada, que prefiere la sumisión ante la amenaza de la represión. El sentimiento de indefensión que deja en una comunidad una experiencia como la de hace tres años es muy grande. Pero nosotros hemos visto que ahora, cuando salimos a pegar carteles, la gente ya no pasa de largo sino que se acerca a preguntar cómo vamos, como están los presos. Nos dicen: estamos con ustedes”.
Marta Pérez es sicóloga, del pueblo vecino de Acuexcómac. El día de la ocupación policiaca en Atenco logró salir de las barricadas populares que bloqueaban la carretera y llegar a su casa. Sabía que había una traición interna y que algunos líderes del FPDT iban con la policía, listas en mano, señalando los domicilios de todos los líderes. Ella tomó a su madre enferma y logró huir. Fue una de las acusadas de “secuestro equiparado”. Se emitió una orden de aprehensión en su contra. Parte de su exilio lo pasó lejos de su pueblo, pero regresó: “Me disfrazaba cuando salía a la calle. La gente por lo bajo me murmuraba: ‘Cuídate’”. Un juzgado le otorgó un amparo en septiembre de 2007.
Apenas pudo se reincorporó al trabajo del frente. “Me da más miedo no luchar, ser una mexicana apática y manipulada”. Otro factor ayuda a los atenquenses. “La memoria de la derrota del decreto expropiatorio de nuestras tierras para hacer el aeropuerto en Atenco sigue latiendo. Ahora es más difícil, eso sí. Y nuestras preocupaciones son otras. La primera, sacar a nuestra gente de la cárcel”.
Entrevista colectiva al pie del mural
Trini ha dispuesto que se reúnan algunos de los protagonistas del FPDT con La Jornada en las escalinatas de la casa ejidal, al pie de los murales que recorrieron el mundo en fotografías durante los años de agitación. Paulino lanza al aire dos o tres cohetes, infalible método de convocatoria. En cuestión de minutos empiezan a llegar. Entre los primeros aparecen Manuelito Rosas y Panchito Alarcón, ambos octagenarios, la vieja guardia del movimiento.
Y varios más. Todos con muchas historias que contar.
Como la de Gil Morales. En 2002 fue apresado y brutalmente golpeado. “El cuatro en la madrugada, cuando empezó el avance de la Policía Federal Preventiva y la Agencia de Seguridad Estatal por la carretera, cerrando una pinza sobre el pueblo, nos reunimos de urgencia los hermanos. Somos 13. Dos de ellos estaban hospitalizados, graves. Resolvimos no meternos en problemas. Pero cuando llegué a mi casa me encuentro con que muchos muchachos que habían llegado a Atenco se refugiaron ahí, el peor lugar. Yo sabía que ahí iban ir a registrar porque yo había estado preso, traté de advertirles pero, ¿ya que podía hacer? Me metí a una bodega con mi esposa y mis cinco hijos. Al poco rato llegó una cuadrilla rabiosa de policías a golpear y detener a todos 38 en total. Desde mi escondite oíamos los golpes, las humillaciones, los ultrajes a las mujeres. Como no me encuentran echan gas lacrimógeno y el más pequeño de mis hijos empezó a toser. Pensé que nos iban a descubrir pero el paso de un helicóptero ahogó el ruido. ¿Ve por qué sí creo en los milagros?”
Gil ha sido comerciante y criador de puercos. Fue funcionario del PAN a nivel municipal. “Vi como mi partido dio un giro de 180 grados a su doctrina. Renuncié y me dediqué totalmente a la defensa de la tierra”. Con gente como él se fue conformando el frente donde, dice, hay ex priístas, ex panistas, ex perredistas, católicos... de todo.
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