El asesino confeso del académico universitario Salvador Rodríguez y de otra persona, mató en el Reclusorio Sur a su novia, por celos
Alejandro Cruz Flores
Periódico La Jornada
Miércoles 3 de agosto de 2011, p. 44
Adrián López Herrera, El Güero, homicida confeso del catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Salvador Rodríguez y Rodríguez, afirma: Yo con un tubo (pistola) no le tengo miedo ni a la policía.
A sus 21 años de edad tiene en su haber tres asesinatos, el más reciente el de su novia, Tania Santiago Martínez –con quien procreó una hija–, el cual perpetró durante la visita conyugal en el Reclusorio Sur el año pasado. El motivo del crimen fue que la joven de 18 años había iniciado una relación con Luis Antonio Jiménez, El Sapo, su cómplice en el asalto y crimen del académico.
Qué ojete, ¿verdad?, maté a mi vieja, dijo ante el Ministerio Público (MP) al ser interrogado por la muerte de Tania, momento en el que, luego de guardar silencio durante un año, decidió confesar que en el asalto contra Rodríguez y Rodríguez también participó El Sapo, así como una mujer y otro hombre, quienes pusieron a la víctima, quien había retirado más de 30 mil pesos de una sucursal bancaria.
El Güero fue detenido el 17 de agosto de 2009, cinco días después de asesinar al catedrático de la UNAM en calles de la colonia Copilco, en la delegación Coyoacán, y fue internado en el Reclusorio Sur. Mientras, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) continuaba la búsqueda de quien manejaba la motocicleta en la que se dio a la fuga luego del crimen.
Pasaron más de seis meses cuando en una visita que le hizo Tania, según las declaraciones del homicida, ésta le dijo que él nunca iba a salir de la cárcel y que quería rehacer su vida y no tener que volver a visitarlo ni llevar a la hija de ambos al reclusorio.
Él le respondió que sí, pero la convenció de tener un último encuentro. Así, el 30 de marzo del año pasado, durante la visita conyugal, López Herrera la agredió con un arma punzocortante, “una punta metálica con mango de madera“, la cual luego del crimen entregó a uno de los custodios diciéndole: Jefe, acabo de matar a mi esposa. Se me pasó la mano, según consta en la averiguación que inició la PGJDF.
Al declarar ante el Ministerio Público, El Güero dijo: Ya les voy a decir la neta, y contó cómo fue que se planeó y ejecutó el asalto del catedrático de la UNAM; también afirmó que Luis Antonio Jiménez era quien manejaba la motocicleta en la que se dieron a la fuga luego de asesinar al académico universitario.
Interrogado sobre los motivos que lo llevaron a confesar lo sucedido, respondió: “Fue porque El Sapo se está pasando de lanza conmigo. Andaba con mi vieja y ya me dijeron que hasta la trae tatuada”.
Y efectivamente, cuando este sujeto fue detenido en julio de 2010, señalaron fuentes cercanas a la investigación, Luis Antonio Jiménez tenía tatuado en un brazo el rostro y el nombre de la joven, con quien ya vivía, y reconoció que era la novia de López Herrera, según sus declaraciones ministeriales.
El Güero, señalaron las fuentes consultadas, aún guarda un sentimiento de venganza contra su cómplice, pues según dice: Si hay algo que yo no soporto es la deslealtad, y ha advertido que un día me lo he de encontrar y lo voy a matar.
Actualmente el triple homicida purga una sentencia de 113 años de cárcel, mientras que El Sapo fue condenado a 49 años por el asesinato de Rodríguez y Rodríguez, la cual cumple en el Reclusorio Oriente.
El Güero proviene de una familia desintegrada, ya que sólo conoció a su madre; es el mayor de tres hermanos, sus estudios son de secundaria y era consumidor de tachas, mariguana y cocaína. Vivía en la colonia Nueva Argentina, en la delegación Miguel Hidalgo, donde los vecinos dijeron no conocerlo o que nunca tuvieron contacto con él, porque era una persona muy violenta.
En diversas ocasiones, López Herrera dijo ante el Ministerio Público no temerle a nada ni a nadie, pero sobre todo cuando está armado: “Yo con un tubo (pistola) me enfrento al que sea; lástima que mi tubo ya no está. A El Sapo yo lo aliviané y resulta que ahora me gana con mi novia, y la verdad no lo voy a permitir”.
Ante las autoridades, el homicida manifestó que robó porque se le hacía emocionante, además de que siempre tenía que mostrar que él era superior a todos, no sólo en el barrio en el que vivía, sino incluso ahora en la cárcel, donde practica futbol americano. El dinero que obtenía de los asaltos lo gastaba en su carro, ropa, comida y en el vicio.
En el otro homicidio por el cual fue sentenciado, al igual que en el caso del académico de la UNAM, la víctima se resistió a ser asaltado, lo cual fue motivo suficiente para dispararle. Mi único problema es que no me sé dejar; yo con el que se me ponga, grande o pequeño, como sea, doy en la madre, concluye.
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