*Desde el grupo HUSSA, en los años 60, hasta el FPDT de Ignacio del Valle, en el año 2003
*“Fue la forma de castigarnos por aferrados; por amar a nuestros pueblos”: Trinidad Ramírez
Blanche Petrich/ II
Enviada/La jornada
San Salvador Atenco, estado de México. La organización popular que ha enfrentado los históricos despojos de tierras ejidales y comunales del municipio de San Salvador Atenco atraviesa todas las generaciones, desde los bisabuelos hasta los nietos. Desde que Gloria Delgadillo (61 años, límpida carcajada y largas trenzas grises) era niña y “andaba de lángara” acompañando a su papá en las protestas y litigios de barandilla cuando asumía la defensa de los campesinos, hasta Danielito (5 años), hijo de Rosa Medina, una de tantas mujeres que participan en las aguerridas protestas de los macheteros en contra del decreto expropiatorio del ex presidente Vicente Fox, desde 2001.
Danielito iba en el vientre materno a esas jornadas –recuerda Rosa– “y le tocó ser encañonado por la policía; fue en una protesta que le hicimos al ex gobernador Arturo Montiel en una gira en Acolman en 2001, antes de que derogaran el decreto. Por cerrarnos el paso, la policía nos cortó cartucho. Iba bien embarazada y uno me puso el cañón de su arma sobre la panza”.
Esta región alguna vez fue lacustre y rural. Ya no; hoy es uno de esos paisajes con resonancias pueblerinas pero a punto de ser engullidos por la macrópolis. Aquí la lucha por defender la vida campesina y la posesión de la tierra es “de siempre”, dice la gente. Por lo menos desde que tienen memoria. A las primeras formaciones que recuerdan las llaman simplemente “de los señores mayores”. Cuando se cernía la amenaza de un nuevo despojo, a los campesinos les quitaban sus carretas para impedirles trabajar. De ahí, ya se sabía, seguía el robo de terrenos.
En los 60 hubo otro grupo, que se llamó Habitantes Unidos de San Salvador Atenco (HUSSA). Ahí andaba de militante un adolescente, Ignacio del Valle. Y muchos otros jóvenes que después de 2000 pasaron a formar el Frente Popular en Defensa de la Tierra.
Un grupo que el ex presidente Vicente Fox caracterizó en 2003 como “una afrenta para los mexicanos”, para justificar la represión del día de la Santa Cruz. Una organización, según el ex comisionado de la Agencia de Seguridad Estatal (ASE), el vicealmirante Wilfrido Robledo Madrid, de “secuestradores, homicidas; que merece estar en La Palma, sin necesidad de ningún estudio que determine su peligrosidad”.
Castigo extremo a la lucha social
La dureza de esos términos se tradujo en una criminalización extrema de la lucha social de estos campesinos. Hoy hace tres años, con el propósito de desalojar un bloqueo carretero, una fuerza mixta de policías federales (la militarizada PFP), estatales y municipales, se abatió sobre la comunidad. Dos jóvenes murieron alcanzados por proyectiles de la fuerza pública: Javier Cortés (14 años) y Alexis Benhumea (20 años); centenares fueron heridos, más de 300 detenidos. Todas las mujeres capturadas fueron torturadas sexualmente por los policías. Ninguno fue procesado. A la fecha quedan 11 presos, tres de ellos –Ignacio del Valle, Héctor Galindo y Felipe Álvarez– con sentencias de 112 y 67 años.
El operativo, denunciado por todas las organizaciones de derechos humanos a escala mundial por su brutalidad, fue caracterizado en su momento por los medios electrónicos como un “enfrentamiento”, aunque uno de los dos bandos de la confrontación, el de la seguridad pública, sólo registró dos lesionados. Todas las demás bajas –muertos, heridos, torturados, violadas y presos– fueron sufridos por el otro bando, el popular. Desde entonces, asegura sabiamente don Paulino Zavala, uno de los heridos y presos, “nuestro pueblo está enfermo... del susto”.
La “Trini”
“Fue la forma de castigarnos, por aferrados, por amor. Por amar a nuestros pueblos, nuestra tierra.” Trinidad Ramírez de Del Valle tiene esta manera de decir las cosas. Por eso cuando toma el micrófono llena los auditorios. Su menuda figura, camisa y pantalón de mezclilla, naricilla respingada, piel morena enmarcada con su paliacate rojo, es como un imán. El vacío que dejaron los dirigentes del FPDT lo llenan ahora las mujeres, con ella al frente.
Sin estudios, pero con madera de líder natural, mueve a la gente de Atenco con sus cohetones y su credibilidad. No hay modo de desmovilizarla. Ni con la influenza. Ella, campesina y lavandera en su niñez, enfermera de profesión, vivió el derrumbe de su familia y su universo el 3 y 4 de mayo de 2006. Su marido y su hijo César fueron apresados. A sus hijos América y Ulises y a ella misma les dictaron órdenes de aprehensión. Su casa –sus platos, sus sábanas, sus muebles– fue destrozada. Apresaron a tres hijos de su hermano Raymundo. Uno de ellos apareció en las primeras planas de los diarios cubierto de sangre. Los otros dos, desde entonces, tienen la dentadura quebrada. Y no tienen dinero para el dentista. Su cuñada saca lo de comer vendiendo jugos de naranja.
Nadie de la familia directa o extendida de Nacho del Valle salió ileso “Ser hijo, hermano, sobrino, tío o primo nuestro se convirtió en el peor delito. La persecución, la ruina económica, la diabetes, la depresión, el fracaso escolar y el alcoholismo: todos los males nos cayeron”. Pero ella no se permite un minuto de debilidad.
“Es que un día mi hija América, desde su exilio, me envió un dibujo. Era su mano. Decía: No te caigas, mamá. Porque si te caes yo me caigo. Toma mi mano. Ante esto ¿qué te queda? Seguir, seguir y seguir. Aunque a cada paso que demos el gobierno nos dice que no. No a la justicia, nos dijo la Suprema Corte. No al amparo que proteja a América. No al traslado y la libertad de nuestros presos. Siempre no. Nosotros contestamos que sí.”
Y sigue. Con el fresco de la mañana, este sábado ya estaba en la punta del cerro de Huatepec, acompañando a los compadres encargados de adornar la cruz de cinco metros de altura que fue levantada el año pasado para honrar a los caídos de Atenco. Hoy estará en el centro del pueblo encabezando, machete en ristre, el foro conmemorativo. Y el lunes 4 estará también, puntual, en el homenaje a Alexis Benhumea, el joven universitario que cayó en las vallas que solidariamente intentaban impedir el avance de las tropas policiacas sobre la comunidad. Un joven al que todos recuerdan por sus lentes y su suavidad de trato: un chavo brillante, que hablaba ruso, bailaba danza clásica y estudiaba simultáneamente las carreras de economía y matemáticas en la UNAM. Hoy hace tres años.
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