Iván Restrepo
En 1995 hubo en Oaxaca una importante reunión presidida por los ministros responsables de los asuntos ambientales de Canadá, Estados Unidos y México, integrantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Allí se reconoció que el agua, la flora, la fauna y el aire, así como los ecosistemas que los albergan en los territorios de los tres países están vinculados y son interdependientes. Mostraron su preocupación por el transporte de sustancias tóxicas a través de las fronteras nacionales, pues algunas de ellas son persistentes y se bioacumulan en los organismos vivos causando muchas veces efectos irreversibles. En el ser humano desde cáncer hasta deficiencias en la reproducción. Por ello plantearon la necesidad de evaluar y desarrollar estrategias para tratar las sustancias químicas nuevas y existentes a fin de reducir y evitar los efectos adversos que ocasionan.
Desde ese encuentro ministerial de Oaxaca ha habido muchas reuniones y consultas para evaluar los logros obtenidos y llenar los grandes vacíos en un tema de importancia mundial. Se estableció así un Grupo de Trabajo sobre Manejo Adecuado de las Sustancias Químicas (GT MASQ), que en su agenda fijó cuatro áreas principales:
1. Establecer una base sólida para el manejo de esas sustancias en América del Norte.
2. Formular y aplicar un enfoque regional sustentable para el biomonitoreo ambiental y humano.
3. Reducir los riesgos de las sustancias químicas de preocupación común en la región.
4. Mejorar el desempeño ambiental de los sectores. Dado que México es el más atrasado en estos asuntos, se le concedió mayor atención y apoyo. Esto comprende elaborar un inventario de sustancias químicas industriales, establecer su programa de monitoreo y evaluación ambiental a escala nacional. Todo ello con un enfoque regional, coordinado, ágil.
La más reciente reunión sobre el tema fue en abril pasado en San Antonio, Texas, convocada por la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte (CCA), con el fin de analizar el manejo de las sustancias químicas en la actividad petrolera. Participaron representantes de los gobiernos, la industria, consultores, organizaciones no gubernamentales y organismos regionales e internacionales.
En la reunión fue evidente el atraso que nuestro país tiene en el campo de referencia. Canadá cuenta con su Chemicals Management Plan, con un listado de 500 sustancias de alta prioridad, y otras 4 mil 300 prioritarias. Por su parte, Estados Unidos dispone desde hace 10 años de su Toxic Substances Control Act (TSCA). En cambio México solamente puede citar como logro la lista de convenios internacionales que tiene firmados sobre la materia. Lamentable fue comprobar cómo algunos enviados oficiales desconocían lo que nuestros dos socios comerciales hacen en el campo del manejo adecuado de sustancias químicas. Sin embargo, aseguraron que 90 por ciento de los residuos de la industria petrolera no son peligrosos y sirven como combustible energético en hornos cementeros. Digamos de paso que el año pasado la actividad perforadora de Pemex generó 26 mil toneladas de lodos aceitosos.
México necesita urgentemente de su inventario de sustancias químicas que se fabrican usan o importan. Aunque las organizaciones ambientalistas y los consultores en la materia señalaron que debía ser obligatorio, se recomendó en San Antonio que comenzara como voluntario, a cambio de que el gobierno y las demás partes involucradas en el problema (destacadamente la industria química) iniciaran acciones para hacerlo obligatorio. Según se anunció, el inventario estaría listo en 2014.
Como expresó en San Antonio el grupo ciudadano Fronteras Comunes, a pesar de tantos acuerdos, compromisos internacionales, anuncios, promesas, México tardará lustros en contar con las herramientas necesarias para la evaluación y el control de las sustancias químicas y la operación de políticas públicas de protección. Mientras gobiernos van y vienen, sus efectos nocivos seguirán afectando la salud pública y a la naturaleza en general.
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