*Los porteños recibieron con bandas de guerra y fraternidad a los diezmados republicanos
*Para conmemorar la efeméride, la ciudad ha vuelto a ser una fiesta del arte y la cultura
Arturo Jiménez
Hace 70 años, el 13 de junio de 1939, el puerto de Veracruz, el “tres veces heroico”, el “puerto de entrada” de lo bueno y lo malo de la civilización occidental, la “puerta de la libertad”, concentraba su inagotable energía y capacidad bullanguera en el malecón.
Estaba por atracar un vapor: era el buque francés Sinaia, que sería historia, leyenda y símbolo del exilio español y de la solidaridad mexicana.
Bandas de guerra, comparsas, discursos, fiesta, libertad y fraternidad eran el aliento que los porteños daban a los diezmados republicanos españoles que ese día comenzaban su exilio en este país, la gran mayoría para siempre.
Era la generosidad de una diplomacia y un gobierno progresistas, encabezado por el presidente Lázaro Cárdenas, nutrido de un pueblo que, con mil problemas, tenía más de tres razones para la esperanza, la principal: un proyecto de nación.
En el Sinaia, el primer barco de los 16 que llegaron entre 1939 y 1942, venían mil 681 refugiados, derrotados en lo inmediato y triunfadores a la larga de la cruenta Guerra Civil española (1936-1939).
Huían de la represión desatada tras la llegada al poder del general Francisco Franco, quien desde el corporativismo y el conservadurismo gobernaría España hasta su muerte, en 1975.
Xirau, Sánchez Vázquez, Gaos
Entre los que serían nuevos mexicanos ve-nían de distintas regiones de España figuras ya consolidadas o futuras como el niño Tomás Segovia, quien acababa de cumplir 12 años y después se convertiría en un importante poeta; el joven de 15 años Ramón Xirau, a la postre poeta y pensador; el poeta y filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, con apenas 23 años; el reconocido filósofo José Gaos, con 38 años; y el poeta Pedro Garfias, integrante de la generación del 27, también con 38 años.
Y con ellos venían fotógrafos, dibujantes, pintores, científicos, mineros, agricultores, ganaderos, albañiles, artesanos, empleados, comerciantes, médicos, abogados y profesores. Todos combatientes por la libertad y defensores del gobierno legal y democrático de la Segunda República Española. Aquí en México serían recibidos por personajes como Alfonso Reyes, Daniel Cosío Villegas, Isidro Fabela y Fernando Gamboa.
Cincuenta años después, en 1989, un Sánchez Vázquez de 73 años escribiría al recordarse como “pasajero común y corriente” de aquel barco: “En verdad, la del Sinaia fue la primera expedición colectiva de exiliados, a la que siguieron poco después las del Ipanema y Mexique. Las tres, a diferencia de la del grupo de eminentes intelectuales que las había precedido, no respondían a una rigurosa selectividad intelectual y reflejaban en su composición la diversidad social, ideológica, política y profesional del pueblo que había hecho la guerra. Fue pues, propiamente terminada la guerra, la llegada del Sinaia a Veracruz la que marcó el comienzo de la larga marcha del exilio en México.”
Y no era en realidad la primera camada de refugiados con motivo de la Guerra Givil, pues en 1937 ya había desembarcado desde la convulsa España el primer cargamento de nuevos mexicanos, en las personas de unos 500 niños que luego se les llamaría de Morelia y quienes, luego también, nutrirían uno de los capítulos esenciales de esta historiografía y leyenda –ambas importantes– del exilio y la solidaridad.
La fiesta porteña veracruzana no era tampoco la primera algarabía en la adversidad que experimentaban los pasajeros del Sinaia, pues durante 19 días a bordo, luego de partir de Francia, se realizaron decenas de actividades: recitales, tertulias, reflexiones grupales, conferencias, conciertos y hasta la edición de una revista, impulsada entre otros por Garfias, quien acababa de publicar Primavera en Eaton Heastings, en el que anotó:
“Escrito en Inglaterra, durante los meses de abril y mayo de 1939, a raíz de la pérdida de España”. Garfias además escribió un poema que comienza así: “España que perdimos, no nos pierdas”.
Sin embargo, aquel 13 de junio de 1939 el puerto de Veracruz era una gran fiesta callejera, pese al pesar por la derrota de la esperanza republicana. “Compañeros españoles, están ustedes en su casa”, les había dicho durante la bienvenida en los muelles el titular de la SEP, Ignacio García Téllez.
Apretujado, el gentío se concentraba en el malecón, al pie del Sinaia, y poco a poco se diseminó hacia la Plaza de Armas y las calles principales como Independencia y 5 de Mayo, en pleno centro comercial.
Los recién llegados habrían de pasar algunos meses en el puerto de Veracruz y luego la gran mayoría sería trasladada a la ciudad de México, donde se les buscó empleo y diversas maneras de llevar una vida digna en su nuevo país.
Por estos días, desde el martes 9 y hasta el 14 de junio, para recordar lo acontecido hace 70 años, el puerto de Veracruz ha vuelto a ser una fiesta, ahora de la reflexión, el arte y la cultura, con ciclos de cine, conferencias, mesas redondas, talleres de gastronomía, música y exposiciones relacionadas con todo lo que México y España se han aportado mutuamente. El programa no podía llamarse de mejor manera: Semana Cultural España-México: Veracruz, Puerta de la libertad.
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