La venta de residencias creció en ese estado 100% en relación con 2009
“Tenemos el aeropuerto al lado para los que tienen jet o avioneta”
Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 19 de diciembre de 2010, p. 4
San Antonio, Texas. Cientos de mexicanos de clases alta y media han decidido fijar su residencia en esta ciudad, forzados por la violencia y la inseguridad que existen en México. Son los llamados “migrantes de lujo”, quienes viven rodeados de magníficas instalaciones urbanísticas en colonias cerradas con clubs exclusivos, donde hay canchas de tenis, piscinas, gimnasios, 17 campos de golf, numerosos hospitales, centros comerciales, escuelas públicas y privadas, parques de diversiones...
Anunciado como el nirvana y la “nueva vida” para los mexicanos que quieren cambiar el miedo por la tranquilidad, unos 5 mil corredores de bienes raíces están disfrutando del vertiginoso aumento del mercado inmobiliario. La venta de casas se ha disparado ciento por ciento, comparado con el año pasado. El tráfico aéreo de jetpools que transportan empresarios los fines de semana ha aumentado. La renta de departamentos creció los últimos meses y la actividad económica del sur de Estados Unidos experimenta inusitados beneficios gracias a los otros desplazados de México, la llamada “migración dorada”.
San Antonio vive una auténtica avalancha de gente con recursos que decide fincar su residencia. La mayoría son regiomontanos, pero también hay familias de Guadalajara, Distrito Federal, Chihuahua, Coahuila y Puebla. Son empresarios, comerciantes o profesionistas que han trasladado a sus familias a vivir aquí, mientras ellos van y vienen los fines de semana; o bien, han emigrado con negocio incluido para establecerse definitivamente en este país.
“¡No podíamos más! ¡Tanto muerto y tanto secuestro! Una noche cenando con otras parejas después de una marcha por la paz, nos comprometimos todos a venirnos a vivir a San Antonio. Unos compraron casa ese mismo fin de semana. Y dijimos: ‘ay, güey, va en serio’. Nosotros la compramos en junio de 2009, pero nos venimos hasta enero de 2010, cuando nos dieron la visa. Y aquí estamos todos gozando de esta maravillosa forma de vida. La diferencia es enorme. Los niños se van caminando a la escuela. ¿En México cuando podíamos hacer eso? Nunca. En México ya no se puede estar”, comenta Brenda, regiomontana afincada hace un año en la zona norte de esta ciudad, la mejor área habitacional con altos estándares de vida, ubicada en Loop 1604, en los desarrollos de viviendas de Sonterra (conocido mejor como Sonterrey) y Stone Oak (the little Monterrey).
Las calles de esta zona adinerada están perfectamente diseñadas en una dehesa. Las elegantes residencias parecen sacadas de una revista de arquitectura. Es el atardecer y desde el tramontano hay una imagen abigarrada de un mar de viviendas. Las luces de Navidad adornan los hogares. No hay gente paseando, apenas un par de niños caminando con su perro. Las camionetas entran y salen. El ambiente es plácido y fútil.
La lujosa residencia de Brenda está ubicada en Waters Edge, uno de los complejos habitacionales de Stone Oak, cerrado con vigilancia las 24 horas y al que pueden acceder solamente los residentes y sus invitados. Tiene dos hijos adolescentes. Pide omitir sus apellidos por razones de seguridad. Está sentada en el comedor de su casa mientras la sirvienta, a la que trajo de Monterrey, prepara mole oaxaqueño: “Nos venimos por los hijos. ¡A mí que me maten!, pero a mis hijos que no me los toquen. Ya eran muchas las historias de terror de gente conocida que había sufrido secuestros, robos a mano armada, extorsiones, amenazas. No podíamos seguir arriesgándonos irresponsablemente”, expresa mientras enumera a las familias de San Pedro Garza García que se han venido los últimos meses: los Garza, Zambrano, Canales, Treviño, Chapa, Guajardo...
El marido de Brenda es un empresario perteneciente a una familia de abolengo. Primero los trasladó a ella y a los niños para continuar con sus negocios en Monterrey. Luego decidió abrir una sucursal de su empresa en San Antonio. Fue así como consiguieron la visa de trabajo L-1 o EB-5, un programa migratorio que acoge a quienes inviertan un millón de dólares y creen por lo menos 10 trabajos a tiempo completo. “Nos acaban de renovar la visa por tres años más. Mi marido quería comprarse un jet; pero al mismo tiempo se lo compró otro amigo; entonces van y vienen en grupo. Hicieron un jetpool. Por carretera ya no se puede viajar a Monterrey. Estás de acuerdo, ¿no?... Ahora quiere comprarme una casa más grande porque estamos pensando establecernos aquí definitivamente.”
La suntuosa zona donde vive Brenda ofrece residencias de entre 300 mil y 5 millones de dólares, delimitadas por complejos separados de viviendas. Son colonias cerradas que brindan “la calidad de vida para las familias mexicanas que vienen huyendo de la inseguridad y la situación de terror que han padecido en México”, dice Alma Múzquiz, una veterana corredora de bienes raíces de la empresa Remax que lleva 35 años en el negocio. En los últimos seis meses vendieron alrededor de 115 casas de este tipo, la mayoría a clientes mexicanos.
Boyante negocio
Entusiasmada por la prosperidad inusitada del negocio de bienes raíces en los últimos tres años gracias a la “migración de lujo” de mexicanos, Múzquiz se muestra exultante a la hora de enumerar los beneficios que adquieren sus clientes al comprar una residencia en San Antonio. Frente a un gran mapa de la ciudad colgado en la pared de su oficina ubicada en Sonterra, enumera las zonas ricas: Alamo Hights, Cibolo Canyons, El Dominion, La Cantera, Olmos Park, Lincoln Hights, Rogers Ranch, Canyons Springs... “A esto le llamamos la frontera Nuevo León. El que se viene avisa a los demás y luego todos copian. En Sonterra ya no queda terreno para construir casas. El éxito de la zona ha sido tremendo. Todo se vende rápido. Claro, la gente tiene miedo. Si están en guerra, normal. Mis clientes me cuentan historias muy feas. Aquí encuentran la paz que no tienen en México.”
En los últimos años Múzquiz ha ganado más de 5 millones de dólares en comisiones. Puede ser acreedora de un premio, pero dice que no le interesa. Las paredes de su despacho están tapizadas de placas con reconocimientos al mérito inmobiliario. Las ventas han aumentado ciento por ciento con respecto al año pasado. Su lema es muy sencillo: “discreción, honestidad y mucho trabajo”. Se niega a revelar los nombres y apellidos de sus “importantes” clientes mexicanos: “Los míos no hacen jetpool. La mayoría tiene avión. Antes vendíamos apartamentos y townhouses, ahora son residencias lo que más piden”.
Las ciudades elegidas por los mexicanos con recursos para vivir en Texas –además de San Antonio– son Austin, Dallas y Houston. “Nosotros tenemos muchas ventajas: aquí hay dos bases militares, cuerpo de bomberos de lo máximo, y mucha policía. Todos son de confianza, no como allá. Tenemos el aeropuerto al lado para los que tienen jet o avioneta; clima privilegiado, ambiente muy sano. Buenas escuelas y muchos hospitales. En cambio, Austin es demasiado liberal y en Houston y Dallas hay mucho tráfico, por eso la mayoría se viene aquí”.
Muchas de las operaciones de venta a mexicanos se hacen por medio de transferencia y por correo electrónico. Los clientes solicitan las fotos y toda la información vía correo electrónico. Hay tres bancos que otorgan préstamos inmobiliarios con 25 por ciento de enganche y 6.5 de interés. Al final, asegura Múzquiz, las casas vienen saliendo más baratas que en México, país que, afirma, le duele porque allí nació: “Allá tengo a mi mamá y mis hermanos. No es justo lo que está pasando, la guerra, la crisis económica. Hemos organizado un momento de oración a las ocho de la noche. Rezamos todos los días por México”, expresa sin poder ocultar las lágrimas.
Migrantes con dinero
El fenómeno de la “migración dorada” no es atendido debidamente por México ni por Estados Unidos. No existen estadísticas. No hay estudios al respecto, ni análisis de consecuencias inmediatas o a largo plazo. Una parte de los desplazados de lujo viene con visa, pero otra importante decide comprar o rentar para residir de manera ilegal y posteriormente arreglar su situación migratoria.
Harriett Romo, directora del México Center de la Universidad de Texas de San Antonio, comenta en entrevista: “es difícil saber los números. Sabemos a través de los corredores inmobiliarios que están vendiendo muchas casas en áreas de lujo y a través de los bancos que nos dicen que los mexicanos están trayendo su dinero y están abriendo cuentas. Es algo que se repite de vez en cuando. San Antonio tiene una historia de migrantes de lujo desde la época de la Revolución”.
Romo ha realizado varios estudios sobre los migrantes mexicanos afincados en la ciudad y sus distintas generaciones. Ahora planea uno específicamente sobre la reciente avalancha. “Hemos hecho 52 entrevistas a empresarios que trajeron a sus familias a vivir en los últimos años. Queremos saber qué va a pasar con los hijos de esta gente. ¿Si regresan a México? ¿Si pierden su identidad cultural o su idioma? ¿Si se quedarán en Estados Unidos?... A pesar de todo, la mayoría dice sentirse más mexicano que estadunidense”.
En las escuelas los jóvenes no tienen educación bilingüe y muchos pierden el español, aunque Brenda está decidida a defender su idioma y su cultura. Suspira y reconoce que su familia y amigos nunca pensaron que el país iba a estar tan mal como ahora. Recuerda aquella versión que circuló durante las últimas elecciones presidenciales, que señalaba que los ricos se irían a vivir a otro país si ganaba Andrés Manuel López Obrador: “Y ya ves, como quiera nos tuvimos que ir. ¡Oh, my God! Le tocaron muy duras las cosas a Felipe Calderón. Híjoles, no sé si hubiéramos estado mejor con López Obrador, tenía las ideas muy raras”.
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