martes, 8 de diciembre de 2009

“Vivo en una felicidad doméstica y tú estás hecho polvo; eso es una mina”

Joaquín Sabina propuso a Benjamín Prado crear a cuatro manos Vinagre y rosas

Nos gastamos lo que no está escrito de pagar champán falso, pero una chica hizo un brindis: ‘¡Viva el derroche, muera el dinero!’, frase que además de rimar nos sirvió para acabar la canción, comenta Prado

Armando G. Tejeda
Corresponsal

Periódico La JornadaTuesday 8 de December de 2009, p. 8

Madrid, 7 de diciembre. Vinagre y rosas, el más reciente disco de Joaquín Sabina, se gestó en una fría ciudad, Praga, en la que dos poetas defendieron hasta la extenuación, y ante la mirada atenta de Kafka y de las “putas” del tugurio más reputado, el cabaret Darling, la consonancia de la rima, la palabra exacta en el verso. Sabina y el escritor español Benjamín Prado vivieron durante meses obsesionados con ponerle letra y música al desengaño, la desolación y la decepción, pero también a la venganza del amante herido y a la parte más “gamberra” y “oscura” de su andar de bohemios noctámbulos.

Un verso de una de las canciones del nuevo disco, Vinagre y rosas, dice: “Cuando aprendí a tragar fuego/el circo ya se había ido/de Albacete a Nueva York./ El trapecista está ciego/ el domador, malherido: / quién ha perdido, mi amor”. Para escribir este verso fue necesario un cúmulo de circunstancias: que Sabina viviera instalado en lo que él llama “una felicidad doméstica”, con sus güisquis rebajados con agua y “borrado” de las drogas; mientras que Prado, su mancuerna y amigo, vivía el “infierno” de la decepción amorosa, desengañado de su otrora amante, la virgen de la Amargura.

El origen del disco fue una conversación en un bar de Madrid, en el que Sabina agarró del hombro a su amigo y le dijo: “Mira, Benja, te voy a proponer algo. Yo vivo en una felicidad doméstica de la que es imposible sacar un verso, pero tú estás hecho polvo, y eso es una mina. Te propongo aprovecharme de tus desgracias y que nos vayamos por ahí a escribir canciones contra tu ex novia”.

Ése fue el origen de Vinagre y rosas, que se compara ya con el considerado mejor álbum en la carrera del cantautor madrileño, 19 días y 500 noches. Los poetas Prado y Sabina vivieron en un hotel de cinco estrellas en Praga, donde además de escribir con dedicación y hasta obsesión también buscaron sus versos, sus palabras, entre las plazas melancólicas de la ciudad, en las esculturas de viejos anticuarios, en los caberets de la mafia rusa y hasta en el bar del hotel, el lugar donde pasaron más horas durante el viaje.

Prado contó toda su aventura creativa con Sabina en un libro, Romper una canción (Aguilar), en el que narró de forma pormenorizada los arrebatos poéticos y noctámbulos de Praga, los viajes a Rota y hasta las horas interminables en el estudio de grabación. Es decir, el proceso creativo, de principio a fin, del nuevo disco de Sabina. En entrevista con La Jornada, Prado explicó: “Es verdad que cuenta cómo escribimos Vinagre y rosas, pero en realidad creo que es un libro sobre la amistad y la creación, es casi un taller literario, y en ese sentido tiene la autoría de que es un taller impartido por el tipo que, en mi opinión, ha escrito algunas de las mejores canciones de nuestro idioma. Y es una buena lección para cualquiera que quiera escribir una canción”.

Prado y Sabina escribieron y rescribieron cada uno de los versos de las 13 canciones del disco, a las que sometieron a un permanente escrutinio en el que se creó, de forma espontánea, una especie de celebración del hallazgo –con la danza de la “tregua y catala”, en homenaje a los cronopios de Cortázar– y, también, un código para rechazar palabras o frases, que eran mandadas de inmediato al “corralito”.

“Es increíble ver a Joaquín, un tipo que llena estadios allá donde va, cómo pelea cada coma y cada verso de su canción. La intención es no engañar a nadie, no hacer un verso barato, y yo creo que eso es digno de admirar en un tipo de sus dimensiones”, señaló Prado.

Añadió: “El origen emocional del disco se convirtió en una ficción, que en este caso era mi desengaño o decepción amorosa. Pero son canciones escritas absolutamente a cuatro manos y que yo sepa Joaquín nunca le puso sus manos a aquella chica (su ex novia, la virgen de la Amargura), aunque nunca se sabe y en su caso no sería por falta de ganas. Es una ficción, porque en las canciones hay que aspirar a contarles su vida y su historia a esos miles de personas que van luego a los estadios a ver a Joaquín, a cantar las canciones y a sentir que les han dado las palabras para contarse su propia historia”.

Por eso Sabina vio de inmediato la “mina” que suponía la decepción amorosa de su amigo aunada a su talento literario, pues en aquellos días, según le confesó a Prado, “tiraba la caña y no le salían los peces que quería, que son los peces del desamor, de la decepción y del fracaso, que es de lo que realmente a la gente le gusta oír, aunque es verdad que hay grandes poemas sobre el deseo y el erotismo, pero el mejor material para las canciones son los temas que empiezan con des: desamor, desengaño, decepción, desolación…”

Precisamente por eso, por la desolación y el desengaño, una de las fuentes de inspiración son las canciones de José Alfredo Jiménez, a quien Sabina sitúa entre los tres mejores letristas de la historia, junto a Bob Dylan y Silvio Rodríguez.

Prado habló sin rubor de todas las andanzas con Sabina, incluidas sus visitas al cabaret, sus desayunos de ostras, caviar y caracoles. “Yo soy muy desvergonzado para hablar de mí y de los demás. Además mi primo y yo no somos muy dados a lo políticamente correcto. Somos directos y no tenemos mucho miedo a decir lo que pensamos, aunque a veces yo mismo recomiendo a la gente que piense lo que dice.”

Fantástico, llegar a un tugurio de la mafia rusa en Praga

El escritor citó el pasaje del cabaret: “Mi maestro Rafael Alberti hablaba con cierta ironía de los poetas sentados y nosotros no somos así. Por eso es tan fantástico llegar a un tugurio de la mafia rusa en Praga, que te sientes a una mesa rodeada de chicas desnudas o semidesnudas, guapísimas y exquisitas todas, y nos sentamos a terminar de escribir la canción que hicimos en honor de Ángel González. Nos gastamos lo que no está escrito de pagar champán falso, pero al final una chica se levantó e hizo un brindis: ‘¡Viva el derroche, muera el dinero!’ Una frase maravillosa que además de rimar nos sirvió para acabar la canción”.

Prado lamentó el falso puritanismo que prevalece. “Así como hay una chica que es una puritana de salón con tanguita de serpiente, creo que en el mundo de la música también hay mucho puritano de salón, de gente que te mira de lado si cuentas según qué cosas. Pero yo he tenido el placer de contarlo a tumba abierta y sin la menor intención de presentar a los dos tipos que no somos, que se ponen dos esmoquin, un martini seco y escriben con plumas de oro. No, somos dos tipos normales con mucha tendencia a la parranda y también con mucha tendencia a matarse por un verso. Al final los dos matamos por un verso, no por un euro”.

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