Iván Restrepo
Como suele ocurrir en las magnas conferencias, la parte fundamental de la Cumbre del Clima está acordada por las grandes potencias que deciden los asuntos importantes en el mundo. Así ocurrirá esta semana con la presencia en Copenhague de los presidentes y primeros ministros de Estados Unidos, China, Francia, Alemania, Canadá, Japón, Gran Bretaña. Y los de India y Brasil, que cada vez cuentan más en la escena internacional. Los acompañarán en la gran puesta en escena los 15 mil delegados asistentes.
La inmensa mayoría sostiene que las propuestas presentadas hasta ahora para mitigar y prevenir los efectos del cambio climático son insuficientes y diseñadas al gusto de los culpables de lo que le ocurre al planeta. Se refieren al pasado, porque ahora se informa que tres países “emergentes” (China, India y Brasil) son responsables de generar casi la mitad de los gases de efecto invernadero. Mientras, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos anunció la urgencia de controlar dichos gases porque afectan la salud de la población, especialmente el dióxido de carbono, originado por el uso de hidrocarburos. Para lograrlo, adoptará medidas por conducto de la Ley Federal, responsable de garantizar un aire limpio.
En tanto, se divulga que los asistentes a la cumbre generarán 50 mil toneladas de dióxido de carbono. La mayor parte durante el despegue y aterrizaje de los aviones que llevan a los participantes. Se agrega el consumo de energía y la basura. Y eso que las autoridades de la capital danesa pidieron a los participantes predicar con el ejemplo y evitar la generación de desechos. Que tomen agua de la llave por ser de buena calidad, en vez de la que se vende en botellas de plástico. El agua del servicio público también se ofrece en el resto de las instalaciones.
En México no veremos algo semejante en una reunión en Los Pinos o en Palacio Nacional, en el Congreso de la Unión o la Suprema Corte de Justicia. Tampoco en las oficinas de gobierno de las entidades federativas o en las municipales, en las universidades y demás centros de enseñanza. O en los hogares. Es que todos sabemos que el agua de la llave en México es de mala calidad, causa daños a la salud.
En Copenhague también se insiste en que los participantes utilicen el transporte público para disminuir los contaminantes, que seguramente aumentarán esta semana con la llegada de los jefes de Estado y sus guardias pretorianas. El despliegue de seguridad opacará al tren verde que trajo desde Bruselas a 500 participantes para mostrar que hay que utilizar más el transporte “limpio”. De todas formas, por utilizar tecnología avanzada el gasto energético en la conferencia disminuyó una quinta parte, así como el desperdicio de papel y plástico. No hubo las tradicionales bolsas para recordar la cumbre, que los participantes suelen llenar con documentos que luego tiran sin siquiera leerlos. Éstos y muchos otros ejemplos muestran que debe cambiar el modelo derrochador que priva en las grandes conferencias. Pequeñísimo ahorro energético comparado con la magnitud del daño que tendrá el planeta si no se aprueban y cumplen las medidas más adecuadas para evitar la generación de gases de efecto invernadero.
La Agencia Internacional de Energía calcula en 500 mil millones de dólares al año lo que costaría a la economía global, especialmente al mundo pobre, un fracaso en Copenhague. En contraste, los países industrializados, los que más contaminan el ambiente, apenas ofrecen unos 15 mil millones de dólares para apoyar en sus procesos tecnológicos limpios al mundo subdesarrollado. Y ofrecen mucho menos para resolver problemas como la sequía y las migraciones ocasionadas por el cambio climático en Africa, América Latina y Asia. Para ello se requieren, mínimo, 100 mil millones de dólares al año, equivalentes a 3 por ciento de lo que se gastó en rescatar a los banqueros y las grandes corporaciones afectadas por los malos manejos de sus directivos y la falta de control de las instancias gubernamentales.
La Cumbre de Copenhague entra en su fase crucial en medio de protestas masivas. Ojalá por primera vez se imponga la sensatez, no los intereses particulares.
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