Por el operativo militar sólo 100 personas acudieron al cementerio, la mayoría mujeres
*Interrogan a 25 empleados del Semefo de Morelos por la difusión de fotografías del capo
*Los pocos vehículos que participaron en el cortejo fúnebre fueron escoltados por militares
*Interrogan a 25 empleados del Semefo de Morelos por la difusión de fotografías del capo
*Los pocos vehículos que participaron en el cortejo fúnebre fueron escoltados por militares
Javier Valdez y Alfredo Méndez
Corresponsal, reportero y agencias
Periódico La JornadaLunes 21 de diciembre de 2009, p. 3
El cuerpo de Arturo Beltrán Leyva, identificado en el ámbito del narcotráfico como El jefe de jefes, quien murió el pasado miércoles en un enfrentamiento con infantes de la Secretaría de Marina en Cuernavaca, Morelos, fue velado durante la madrugada del sábado en una funeraria privada de Culiacán, Sinaloa, en medio de imponentes arreglos florales de hasta 35 mil pesos y rodeado de unas 100 personas, la mayoría mujeres.
La tarde de ayer fue sepultado en el cementerio Jardines de Humaya, al sur de Culiacán, ceremonia a la que no acudieron los hermanos del capo.
Tres mujeres, entre ellas Felícitas Beltrán Leyva, hermana de Arturo, recogieron el cadáver el pasado sábado, en el Servicio Médico Forense de Morelos (Semefo), y ese mismo día lo trasladaron vía aérea a Culiacán.
Desde el arribo de los restos del capo al Aeropuerto Internacional de Sinaloa fue evidente la presencia de efectivos militares en la terminal aérea, quienes además participaron en el operativo de seguridad durante el trasladado a la funeraria Moreh, ubicada en un céntrico sector de Culiacán.
Durante la noche del sábado, personal del velatorio informó que la familia pretendía llevarse el cuerpo a la comunidad de La Palma, ubicada en lo alto de la zona serrana de Sinaloa, en el municipio de Badiraguato, pero por la mañana del domingo se descartó esa posibilidad.
En el exterior de la funeraria permanecieron retenes militares (incluso con unidades artilladas). Sobre la calle Domingo Rubí y el bulevar Emiliano Zapata los militares revisaron a personas y automóviles que pasaban por la zona.
Pocos asistentes
Fueron pocas las personas que acudieron a los servicios fúnebres del narcotraficante, aunque “son más de las que esperábamos, porque la verdad, aunque parezca mentira, el hecho de que esté el Ejército les dio confianza a algunos y por eso vinieron”, confesó una mujer de edad madura, cercana a la familia Beltrán Leyva y quien pidió no mencionar su nombre.
“Lo que sí puedo decir es que al sepelio no asistió ninguno de los hermanos ni tampoco el padre de Arturo”, aseguró la informante.
La mayoría de los que acudieron a la funeraria eran mujeres, y durante la misa llegaron a sumar cerca de un centenar; al salón, de nombre Premier –con paredes plegables para incrementar el espacio– fueron enviados una treintena de grandes arreglos florales, entre ellos uno ostentoso que debido a su tamaño tuvo que ser cargado por ocho hombres. Algunos de los arreglos, que incluían mensajes religiosos, eran tan grandes que no cupieron en el interior. La mayoría no llevaba nombre del remitente en el listón.
Después de la celebración de la misa, los restos de Beltrán Leyva –depositados en un ataúd café, pero sin chapa de oro, como inicialmente había circulado la versión en medios periodísticos locales– fueron llevados al panteón Jardines del Humaya.
Una carpa con sillas fue instalada en el cementerio, donde un grupo de meseros repartió agua y jugos. La asistencia fue discreta y el Ejército custodió incluso el interior del panteón.
La capilla del panteón es propiedad de la madre de Arturo Beltrán Leyva, y ahí están enterrados también su abuela y uno de sus tíos.
El traslado contó con la vigilancia de cerca de 50 militares, en al menos cuatro unidades, algunas artilladas. Los soldados instalaron un retén en el acceso principal del camposanto, donde revisaron a personas y vehículos que ingresaban.
Durante el cortejo no hubo más de cinco vehículos y fueron pocos los asistentes.
Beltrán Leyva, de 48 años, nació en el municipio de Badiraguato, en Sinaloa, y era el mayor de cinco hermanos. Murió la noche del miércoles frente a la puerta de un lujoso apartamento en Cuernavaca, que quedó completamente destruido por cientos de disparos y decenas de explosiones de granadas. Dos mujeres y un hombre del círculo cercano al capo sobrevivieron al operativo de la Marina en la vivienda y fueron detenidos.
En todo momento el cadáver del capo fue custodiado por militares. De hecho, mientras estuvo en el Servicio Médico Forense de Morelos se reforzó la seguridad con dos vehículos Humvee de la 24 Zona Militar, debido a que se temía que el cuerpo de Beltrán Leyva, quien murió junto con otros seis sicarios, fuera rescatado, ya que es común que los cadáveres de los narcotraficantes no sean reclamados por familiares, y que se intente el rescate a la fuerza por parte del grupo criminal al que pertenecía.
El jefe de jefes tenía su dominio en Morelos, Guerrero y otras tres entidades del país, luego de que entre enero y febrero de 2008 rompió nexos con los demás capos que integran el poderoso cártel de Sinaloa, entre ellos Joaquín El Chapo Guzmán e Ignacio Nacho Coronel, tras la captura de su hermano, Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, y la muerte de uno de los hijos de El Chapo.
Por otra parte, en Morelos la Procuraduría General de Justicia local inició una investigación sobre la toma y difusión de fotografías en las que el cadáver de Arturo Beltrán aparecía cubierto de billetes ensangrentados.
Hasta el cierre de esta edición, 25 empleados del Servicio Médico Forense, que forma parte de su estructura, habían sido interrogados por agentes del Ministerio Público local, principalmente aquellos funcionarios que movieron el cuerpo del capo y los médicos que le practicaron la autopsia.
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