Discursivo, chamánico, sicodélico y efusivo reapareció Carlos Santana en León, Guanajuato, donde la vida sí vale una larga espera para volver a vibrar con las clásicas setenteras y un recorrido desde Supernatural a su más reciente disco, Guitar Heaven.
2011-10-19•El Ángel Exterminador
Aunque pocos fueron los veteranos que asomaron las narices por segunda ocasión en el estadio Nou Camp, donde el artífice de Autlán tocó por vez primera en México hace más de veinte años, el de Santana, más que haber sido otro concierto entre los andares guitarrísticos que ha realizado por más de cuatro décadas, fue el retorno chamánico a tierra mexicana, por primera vez como músico universalmente consagrado.
A diferencia del Nou Camp de finales de los ochenta, al que concurrieron masivamente los fans del Distrito Federal (en su mayoría), Carlos elevó las cuerdas ante jóvenes provenientes de la Ciudad de México y Guadalajara trasladados incluso en autobuses rentados, o multitudes de otros estados y regiones de Guanajuato.
En esta revisita ya no hubo defeños durmiendo en la plaza principal de León porque el rock ya no es sofocado ni prohibido, por eso la guitarra mágica hizo una escala del Sounds of Collective Consciousness Tour 2011, invitado por el Centro Fox. Horas antes de las nueve de la noche, en un atardecer de sunset en bulevar atiborrado, la capital zapatera, con sus outlets y galerías de calzado, ya sacudía sus emociones por el reencuentro (que por fortuna no era con Timbiriche).
Zapatero a tus zapatos… El estallido de una bandota entró con fraseos del “Purple Haze” que pulsaba Jimi Hendrix, reinterpretando “Black In Black” de AC/DC, abrazando “Oye cómo va” y “Black Magic Woman”, removiendo composiciones de diferentes épocas del maestro de Abraxas.
“Buenas noches, ¿cómo estamos? Nosotros estamos llenos de gratitud, apreciamos tu luz, tu presencia, tu amor, tu dedicación a transformar, a elevar la conciencia de México”, dijo en la primera pausa. “Quiero dedicar toda esta energía, esta vibración… ponerla a los pies de las mujeres… vengo a México a complacer a la virgen de Guadalupe”, comentó reiterando su mística guadalupana antes de interpretar “María María” y privilegiar la educación para curar y elevar la conciencia de México, exaltando la riqueza de este país.
“Lo único que nos falta es estar unidos, tener fe…”, y continuó el rito apoteósico desatado por virtuosos músicos, con la baterista afroamericana Cindy Blackman. Ágil y frenética sin perder la femineidad, Cindy es la primera mujer de la agrupación en toda su historia y ahora esposa de Santana, con quien improvisó a dueto varios fragmentos. “Como dicen aquí: la neta, a mí me gusta el chocolate”, confesó ante 25 mil chiquillos y chiquillas cuando presentó a su esposa baterista.
“Yo no nací nacionalista, nací universal; todos somos uno ante los ojos de Dios”, y sobre el discurso del todopoderoso se extendió como si estuviera en la sala de su casa, protagonizando un papel de pastor sicodélico graduado en Woodstock, ante la impaciencia de algunos asistentes que comenzaron a silbarle.
Pero las largas pausas fueron recompensadas con los solos de percusiones, “Imagine” —de John Lennon— improvisada por el bajista, la combinación de guitarras eléctricas y acústica que instrumentó Santana, deslizándose sobre “Europa”, “Samba pa’ ti”, “Evil Ways”, “Smooth”, “Corazón espinado” a ritmo de reggae con trompetazos de los metales, adornando el flamenco, meditando con un blues.
Una comunión sonora por más de dos horas, a beneficio del Centro Fox, que esperamos no se entienda para las fiestas de los hermanos Bribiesca. “La religión es una jaula, ser libre es creer en el Todopoderoso”, soltó a unos pasos de aquellos que seguramente acuden a misa todos los domingos.
“México tomará una decisión importante que repercutirá a nivel internacional: legalizará la mariguana para acabar con la violencia”, visualizó sobre la cannabis.
Santana entregó su corazón nada espinado con un encore a ritmo de “Soul Sacrifice” y “Bésame mucho”, y hasta dio el grito de ¡Viva México! repetidas veces.
Rafael Molina
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