César Gaytán
01 septiembre 2012
En cada hogar de estas familias hay un lugar vacío
Saltillo, Coahuila.- El que está en la mesa a la hora de la comida, el de no verlos regresar cada noche ni amanecer cada mañana, y también ese que se aloja en el corazón y no permite despejar la mente de la única pregunta que importa: ¿dónde están?
Un día después del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, unas 30 familias de Fuerzas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila se han reunido en la Plaza de Armas de Saltillo para gritar que los están buscando, que si vivos se los llevaron, así los quieren de regreso, para exigirle “a los gobiernos de Calderón y de Moreira” que hagan lo que tienen que hacer: ¡encontrarlos!
Han colgado fotografías con sus nombres —porque todos los tienen; no son estadísticas o expedientes que se pueden archivar—, y en el suelo unos zapatos que nadie volverá a usar: los de Brandon Acosta, Alejandro Rada, José Lara, Julio González, Rogelio Elizondo, Antonio Verástegui. Apenas pocos de las 252 personas que buscan —la mayoría hombres que no pasan de 35 años—.
A las 16:30, con el cielo despejado pero un suelo llovido, emprendieron una marcha para que el mundo sepa que no los han olvidado, para que la impunidad no impere, para alejar el miedo, para demostrar que la esperanza son ellos.
Vociferaban sus nombres mientras exigían justicia. “Si lo devuelves, me devuelves la vida”, señalaba una pancarta de una mujer en manos. Apenas a su lado, otro manta exponía: “Arráncame este dolor, ¡regrésame a mi hijo!”.
Los transeúntes los miraban como extrañados, con la mirada de quien no comprende cuál es la lucha.
La caminata llegó hasta la Alameda, y de ahí regresó por Juan Aldama, pero algunos poco les importaba como a unos jóvenes en motocicleta que se abrieron paso entre la marcha o los camioneros con sus motores resonantes apresuraban el paso.
Al final hubo palabras de aliento, testimonios, una oración: entonces el cielo se dejó vencer y también lloró.
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