Arturo García Jímenez
Como un día cualquiera, Tonantzint Barrientos salió tempranito de su casa para realizar compras en el mercado y hacer el almuerzo para sus tres pequeños y su padre, Patricio. Era lunes 13 de agosto, alrededor de las 7 de la mañana. Posteriormente, a las 2 de la tarde, una voz de hombre se comunica con un pariente suyo. Con prepotencia, le dice que Tonantzint está secuestrada y amenaza con devolverla en pedacitos si no paga 350 mil pesos por su liberación. Irónicamente, Patricio no había almorzado, no había dinero ni para eso…
De manera directa e indirecta, Patricio acudió con los distintos niveles de autoridad en busca de ayuda. No sólo no tuvo respuesta: ni siquiera recibió orientación, apoyo moral, menos aún, económico. Tuvo que enfrentarse solo a su tragedia. Así que no tuvo más opción que reunir dinero para pagar el rescate.
Con el apoyo de familiares y amigos, el empeño de las escrituras de su casa y los boteos en la calle, logró reunir la cantidad finalmente pactada. Después vino la espera. Donde fuera y como fuera esperaba la llegada de su hija. Pero ella no llegaba. Patricio recurrió a la señora vidente, quien le dio esperanzas. En su desesperación recorrió caminos, carreteras, habló por la radio y la televisión, repartió volantes, pero no tuvo ninguna señal de ella, más que las llamadas de los secuestradores que querían más dinero.
Fueron días y noches de profunda zozobra. Patricio no sentía la falta de sueño ni las malpasadas. Le pesaba la situación de su hija más pequeña, a quien quiso registrar de niña con el nombre de Fe Tonantzint, pero por algún motivo el juez civil no le permitió hacerlo.
El desenlace se publicó en todos los diarios locales 24 días después: “La maestra Tonantzint Barrientos fue encontrada muerta a la orilla de un camino en estado de descomposición y el resultado de la necropsia de ley arroja que fue asfixiada”. El jueves 6 de septiembre la sepultamos por la tarde en el panteón viejo de Atoyac de Álvarez, junto a su mamá.
Antes y después del secuestro de Tonatzint, se dieron otros casos en los que se privó de su libertad a jóvenes hijos de gente humilde, cuyos padres un día cualquiera y de un minuto a otro se colocaron en el dilema de conseguir dinero a cambio de la vida de su ser más querido. Uno de ellos fue asesinado por la espalda, ya que su abuelita no pudo pagar el rescate. ¿Cuántos más quedan por delante?
Tonantzint era una joven talentosa que con esfuerzo propio logró terminar la carrera de licenciada en historia en la Universidad Atónoma de Guerrero. En su mirada y caminar destellaban alegría. Era extremadamente religiosa, simpática. Amaba la justicia. Participó en las luchas recientes por la democracia al lado de su padre. De 32 años, desempleada y cabeza de familia, sus tres hijos (de nueve, cinco y tres años) hoy son quizá los únicos niños que no van a la escuela, ya que fue privada de su libertad antes de tramitar su inscripción.
Su padre, Patricio Barrientos, ha sido un luchador social nato. A finales de los setenta fue militante clandestino del Partido Comunista A comienzos de los ochenta fue parte del equipo promotor del movimiento cafetalero de Guerrero, cuyos enemigos principales eran los caciques y acaparadores de café. Fue presidente de la Unión de Ejidos Alfredo V. Bonfil y, una vez que ésta fue usurpada, en 1987, continuó con la integración de la Coalición de Ejidos de Costa Grande. Participó activamente en el nacimiento de la Unorca y luego de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras. No por nada en el gobierno de Zeferino Torreblanca (2011) se le otorgó un reconocimiento al Mérito Civil. Actualmente es presidente de la Sociedad Cooperativa Unidad Agraria para la Producción, que agrupa a cafetaleros de la sierra de Atoyac de Álvarez.
Como luchador social auténtico, nunca lucró ni traicionó a su gente. Siempre se caracterizó por su sencillez y humildad. Sus propiedades no van más allá de una pequeña y vieja huerta de café, y su modesta casa que construyó a lo largo de su vida. Hace poco tiempo falleció su esposa de una enfermedad curable, y ahora secuestran y asesinan a su hija.
Patricio tiene 78 años y junto con su hija habían planeado su vida inmediata y mediata. Los nietos entrarían a la escuela en Atoyac; él trabajaría fuerte para levantar su huerta de café en el Plan de los Molinos; pondrían una tiendita en la colonia donde viven e instalarían un tostador y molino de café. En los tiempos libres, ella daría clases extras a alumnos con retraso académico o bien desempeñaría algún cargo como maestra interina. Pero estos anhelos fueron truncados, como fue profundamente alterada la vida de los niños de Tonantzint y de Patricio, que no pudo siquiera dar un abrazo a su hija antes de que ella se fuera para siempre… ¿Qué pasa en este país? ¿A quién sirve toda esta situación de inseguridad generada? ¿Por qué van en aumento estos delitos?
Vivimos un clima permanente de inseguridad, mismo que ha obligado a los comerciantes a enjaularse en sus negocios. Cunde el temor a las salida de las escuelas. Ya no es posible caminar con tranquilidad. Mientras, los malhechores pueden portar armas y son dueños de la calle y de la noche. En ningún nivel de autoridad vemos interés suficiente para enfrentar la situación. ¿Acaso ese es el destino del país? Si ya nos robaron la democracia, ¿ahora también nos robarán la libertad más elemental?
*Ingeniero agrónomo
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