lunes, 12 de diciembre de 2011

Evidencias

Roberto Zamarripa

Cuentan que un secretario de Estado de origen michoacano fue citado por el entonces secretario de Gobernación, Francisco Blake, quien le dijo -ordenó- que debería hacer maletas, renunciar a su cargo e irse de candidato por el PAN a una alcaldía en Michoacán.

El secretario aludido preguntó a Blake si había garantías para su seguridad y la de su familia. El titular de Gobernación prometió protección pero no fue convincente. El funcionario se salvó de la candidatura porque ya había vencido el tiempo legal para renunciar a un cargo público y postularse a uno electo. Entonces cambió la orden. El colega de gabinete debería ir a Michoacán a buscar prospectos de candidatos. A la semana regresó con Blake y simplemente le dijo: nadie quiere, todos temen.

Hace unos días, en Monterrey, el presidente Felipe Calderón dijo que una cincuentena de candidatos a diversos cargos en Michoacán renunciaron por amenazas del crimen organizado. Desde luego que varios de ellos eran panistas.

Y en diversas entrevistas y discursos públicos, Calderón ha insinuado que los comicios michoacanos, particularmente los de gobernador, no tienen validez debido a que el crimen organizado intervino para orientar el voto en contra del PAN.

Las advertencias de que el crimen amagaba electoralmente estaban desde antes de que corrieran las campañas. Pero ni el gobierno federal, ni en este caso el PAN como partido gobernante, solicitaron una posposición de la elección o declinaron participar, debido a la falta de garantías para votantes y candidatos.

Incluso, el 1o. de noviembre el secretario Blake prometió para Michoacán seguridad y legalidad en los comicios. No advirtió de que hubiera riesgos o problemas. Validó el proceso.

¿Qué fue entonces lo que sucedió para que el presidente Calderón enderezara contra los comicios michoacanos y el partido triunfador, el PRI?

"No es un asunto de creencias, creo que es un asunto de evidencias ... hay evidencias de que intervino (el crimen organizado), en una elección tan cerrada creo que muchos factores fueron determinantes, pero insisto yo prefiero remitirme a las evidencias que presenten los partidos y a lo que resuelvan las autoridades", dijo Calderón en una entrevista televisiva.

El Presidente ha puesto como ejemplo lo ocurrido en La Piedad. Ahí fue asesinado el alcalde Ricardo Guzmán de filiación panista, cuando repartía propaganda de su partido. Posterior al homicidio, un día antes de la elección, el diario AM publicó -bajo amenaza criminal- un desplegado que advertía a la ciudadanía de no votar por los panistas.

Para Calderón ésa es una evidencia de la burda injerencia del crimen.

Pero si el amago publicado por el AM de La Piedad hubiera funcionado, no habría ganado el PAN la elección. Los panistas vencieron y obtuvieron en la misma proporción votos tanto para la alcaldía como la gubernatura: 17 mil votos para panistas por 10 mil votos contra priistas.

En La Piedad, la ciudadanía rechazó la amenaza criminal. ¿Se anula o no la elección?

El Presidente alega que la intervención del narco pudo ser decisiva en una elección cerrada. Probablemente. La elección de gobernador tuvo una diferencia de 52 mil votos entre el priista Fausto Vallejo y la panista Luisa María Calderón.

¿Dónde se fraguó la diferencia? En la capital, Morelia. Ahí el candidato panista a alcalde Marko Cortés obtuvo 120 mil votos, mientras que Luisa María Calderón, candidata blanquiazul a gobernadora logró 70 mil.

Lo que no ha explicado el PAN, al menos públicamente, es por qué en Morelia el voto ciudadano fue cruzado y hubo más votos para el candidato panista a alcalde que para la candidata a gobernadora.

¿Quién cruzó los votos? ¿El crimen? ¿Le dio más votos a Marko y menos a Calderón?

El discurso presidencial es contradictorio. Mientras la Policía Federal ha anunciado por lo menos en cuatro ocasiones en este sexenio el desmantelamiento del grupo criminal La Familia (principal cártel local), el Presidente asegura que el narco tuvo el poder para voltear los resultados de la elección.

En Michoacán ganó el crimen y perdió una estrategia de coacción y violencia. El crimen ganó mucho antes del día de las votaciones. Colocó candidatos, tumbó a otros, mató a algunos, sobornó a muchos más. Todo con la complacencia -o miedo- de los partidos políticos y de la autoridad electoral.

La estrategia que pretendía llevar paz a Michoacán fracasó. El crimen no fue debilitado a pesar de las detenciones de tantos capos, sino que sigue vivo, atrincherado, y -según el gobierno federal- con capacidades tales para darle la vuelta a una elección.

El Presidente solicita una condena unánime -y un deslinde- de los partidos con el narcotráfico. No es suficiente. El cambio de estrategia, esa que asfixia y arrasa, erosiona y no vence, es obligado. No son creencias. Son evidencias.

Reforma
12/12/2011

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