Tres cuartas partes desaprueban al Congreso; crecen la desilusión y la ira hacia Obama
David Brooks
Corresponsal
Periódico La JornadaViernes 5 de marzo de 2010, p. 27
David Brooks
Corresponsal
Periódico La JornadaViernes 5 de marzo de 2010, p. 27
Washington, 4 de marzo. Una abrumadora mayoría de ciudadanos desea expulsar a sus representantes federales electos en lo que es un amplio consenso no partidista, un mensaje que se puede resumir, con ecos argentinos de otros años, en un “¡que se vayan todos!”
El repudio público al gobierno de Estados Unidos aún no se expresa en algo que pudiera llamarse “rebelión”, tal vez porque en este “sistema bipartidista”, no hay canales, ni un movimiento nacional por medio del cual poder expresar ese repudio. Más bien, entre los que tenían esperanza se nutren el cinismo y la desmovilización, pero para algunos sectores de derecha, es una oportunidad dorada.
No hay acciones militantes en las calles, pero sí hay incidentes como el de un piloto suicida contra el edificio en Austin, donde estaban las oficinas regionales de la oficina federal de impuestos (Internal Revenue Service); el piloto, después de incendiar su casa, despegó con su avioneta para nunca volver pero dejo una nota en la que detalla su ira contra el gobierno por rescatar a bancos y grandes empresas, y dejar en manos de la avaricia empresarial a los necesitados de servicios de salud.
También hay explosiones electorales, como la derrota demócrata en Massachusetts en la elección especial para sustituir al fallecido senador Edward Kennedy ante un republicano desconocido cuyo triunfo hizo temblar a la Casa Blanca y al Congreso, lo cual fue producto de una movilización de bases ultraconservadoras pero no necesariamente leales a los republicanos llamada el Tea Party que se manifiesta a lo largo del país, y que descarriló la estrategia nacional de los demócratas.
Demócratas y republicanos, reprobados
Las encuestas registran índices sin precedente de repudio contra la cúpula política; una reciente de CBS News/New York Times indica que tres cuartos desaprueban al Congreso en general, y menos de uno de cada diez encuestados cree que su legislador federal (de su distrito o estado) merece ser relecto. Según esa encuesta, y otras como la de CNN, ambos partidos están reprobados, y la aprobación de la gestión de Obama está en sus índices más bajos desde que llegó a la Casa Blanca
Y cada día el Congreso da más razones para confirmar las sospechas populares. Esta semana, por ejemplo, continuaron las disputas y divisiones no sólo entre partidos, sino en cada uno de ellos en torno a salud, empleo y la regulación o no de Wall Street. Por un lado, un solo republicano provocó una demora en la entrega de beneficios de desempleo a millones de personas, y por otro lado uno de los legisladores demócratas más poderosos, Charles Rangel, investigado por violaciones de ética al aceptar viajes de empresas al Caribe, entre otras cosas, primero afirmó que no renunciaría como presidente de un comité, sólo para anunciar, 12 horas después, que pidió licencia como presidente aunque todos saben que nunca regresará al puesto. Mientras tanto, investigaciones legislativas sobre comportamiento corrupto de otros siete representantes fueron desechadas.
Y como siempre, hay investigaciones y acusaciones de todo tipo de aventuras sexuales en los pasillos del poder. Los políticos insisten en que todo lo que hacen es en nombre del pueblo.
Por ahora, la reprobación popular se manifiesta más visiblemente a través de la derecha, con movimientos de base casi exclusivamente blancos que perciben que alguien les está “robando” su país. Esta vertiente asomó de manera explícita ante la candidatura de Barack Obama y continúa con él en la Casa Blanca con acusaciones de un complot “socialista” y si no, uno musulmán. A la vez, esto se manifiesta en una creciente ola antimigrante. Sin embargo, también tiene sus tonos “populistas”, con furia contra los grandes bancos, Wall Street, las trasnacionales y el “gran gobierno”.
Del lado progresista, el reproche se intensifica pero aún no se manifiesta de manera masiva y explícita, ya que los demócratas tienen el control de ambas cámaras del Congreso y de la Casa Blanca y estas fuerzas consideran a ese partido como su única opción política. Los sindicatos, ambientalistas, el movimiento contra la guerra, los defensores de los derechos gay, los latinos, los afroestadunidenses, los liberales de todo tipo apostaron todo con la elección de Obama y de los demócratas para controlar el Congreso.
En ninguna de las promesas electorales hay avances
Pero en entrevistas con dirigentes, estrategas políticos y activistas de estos diversos sectores, sin excepción, se expresa la desilusión y creciente ira contra Obama y los líderes de la cúpula política en Washington. “Los republicanos estaban moribundos, aplastados hace un año”, dice un estratega político que, como casi todos, pidió no ser identificado para hablar más abiertamente, “pero el liderazgo demócrata los resucitó al no poder resolver nada, ni avanzar en ninguna de las promesas que se hicieron, es casi inexplicable”. Un dirigente latino comentó que “todos ahora detestan al liderazgo demócrata en el Congreso, y todos estamos desilusionados con Obama”.
Por supuesto esto provoca preocupación en Washington. Ayer el presidente lo reconoció al anunciar que era hora de aprobar ya una reforma de salud después de nueve meses de negociaciones (aunque la versión está muy diluida de la propuesta original para intentar complacer a un sector republicano moderado, un sector demócrata conservador y los empresarios del sector de salud). “En juego está no sólo nuestra habilidad para resolver este problema, sino nuestra habilidad para resolver cualquier problema”, afirmó Obama.
Por el fracaso de la dirigencia demócrata de demostrar que podían resolver los problemas más serios que enfrentan las mayorías aquí –desempleo, costos de salud y educación, la pérdida de millones de viviendas por no poder pagar hipotecas, el aparente fracaso de promover una reforma migratoria integral y ni hablar de la crisis ambiental–, algunos de los principales y más prestigiados analistas políticos aquí ya pronostican que los demócratas perderán su mayoría en la cámara baja en las elecciones legislativas de noviembre, y no descartan que también suceda en el Senado.
Pero para otros lo más grave no es una derrota de los demócratas en sí, sino la sensación generalizada de que el gobierno ya no funciona para resolver los problemas nacionales.
“Mira a todos estos políticos, hable y hable, pero no hacen nada. Todos éstos sólo sirven a los intereses que pagan. Y Obama, quien nos prometió algo diferente, pues resulta que es igual que todos ellos. Trabajo cada vez más, cada vez es más difícil para mi familia, y todos estábamos esperanzados con Obama quien nos dijo eso de un cambio aquí adentro y por todo el mundo. Mintió”, comenta un taxista al pasar por el Congreso. Esas palabras están por todo el país.
Sólo faltaba que dijera: que se vayan todos.
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