Los jóvenes políticos de Suráfrica sustituyen los ideales de la lucha 'antiapartheid' por el lujo, las fiestas y las carreras
LALI CAMBRA - Ciudad del Cabo - 24/03/2010
Los Mini Cooper son los coches de moda entre los jóvenes con posibles de los guetos surafricanos. Son caros, resultones, pequeños y rápidos, ideales para hacer carreras. El pasado 8 de marzo, un conocido rapero local llamado Jub Jub y su amigo cruzaban a toda velocidad en un Mini Cooper una de las calles más transitadas de Soweto. Él iba puesto de cocaína; su amigo, hasta arriba de alcohol. A las cuatro de la tarde arrollaron a un grupo de estudiantes que regresaba a pie a casa. Murieron cuatro.
Los días siguientes, miles de estudiantes tomaron las calles de Soweto para protestar y pedir la cabeza de Jub Jub. Su acción indigna más porque la celebridad pasaba por ser un modelo para los jóvenes y porque es un amante del bling, que en la jerga del hip-hop significa brillo u ostentación. El concepto ha calado no sólo en los raperos, sino también en las clases dirigentes del Congreso Nacional Africano (ANC, en inglés), partido que ha dado hombres de integridad ejemplar como Oliver Tambo o Nelson Mandela.
"Sí, la idea forma parte ya de la realidad surafricana", dice Prince Mashele, director del Centro de Investigación Política, "tanto como lo es en Occidente, donde los modelos se hacen a través de la televisión, la radio y los periódicos. El que conduce el mejor coche, el que luce las ropas más vistosas o bebe las marcas más caras es el más venerado por la juventud actual".
Mashele habla en general, pero podría estar hablando del líder de las juventudes del ANC, Julius Malema, un joven de 28 años sin estudios pero con conexiones políticas. Malema cobra 2.000 euros de la Liga Joven, tiene dos casas, varios coches de lujo y un brillante estilo de vida que, según los periódicos locales, debe a los contratos que el Gobierno ha adjudicado a sus empresas. Malema celebró su pasado cumpleaños rociando a la prensa con Moët Chandon en un estadio de fútbol alquilado para un festejo en su honor.
"El ANC luchó por el estilo de vida de Malema", dice Ndoda Ngemntu, portavoz de la Liga Joven del ANC en el Cabo Occidental, para justificar a su líder.
Pero no es sólo Malema. Hace unas semanas, el periódico Mail and Guardian denunció que el ministro de Comunicaciones, Siphiwe Nyanda, se hospeda en los hoteles más lujosos y caros cuando visita Ciudad del Cabo, pese a disponer de vivienda oficial en un barrio también lujoso.
Todo ello sucede en el país africano más industrializado pero uno de los más desiguales del mundo, donde ser blanco todavía significa ganar seis veces más y en el que se calcula que hay que construir dos millones de casas para sustituir las chabolas. Un país en el que el paro entre la población negra alcanza al 28% y donde el 48% vive, según datos de 2005, con menos de 32 euros al mes.
"La gente ya no se hace del ANC por idealismo, como antes. La sociedad ha evolucionado y el ANC es un reflejo de la sociedad actual. Por lo tanto, en él también se dan esas actitudes", explica Mashele.
Para el escritor y periodista William Gumede, ese gusto por la ostentación se ha asentado como cultura: "Significa que uno ha tenido éxito. Nadie ya necesita estudiar o trabajar duro. Sólo hay que buscar atajos. Tener un amante rico, estar cerca de un político influyente o aliarse con un jefe mafioso".
En un reciente artículo en The Sowetan, Gumede escribía: "Esta cultura del bling alimenta la corrupción, el ser deshonesto, corrompe nuestras almas. De hecho, contradice todos los valores en los que se basó la lucha por la liberación".
El periodista cree que las políticas de discriminación positiva con la población negra también han ayudado al auge de esta moda. Otros, como Zwelenzima Vavi, líder de la central sindical más poderosa del país, COSATU, han alertado de una poderosa élite en el ANC, conducida por "materialistas y negociantes del concurso público", cuyas acciones amenazan con destruir el partido.
Son pocos. Parte de la élite y de la clase media-alta emergente negra. Pero brillan hasta cegar. El joven Malema visitó al rapero Jub Jub en la prisión y días después el juez lo dejó en libertad bajo fianza. Mientras, los estudiantes, aquellos que se maravillaban antes con el Mini Cooper plateado del rapero, repetían escenas de 1976 y la policía les disparaba balas de goma.
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