Tanalís Padilla*
En un país donde la figura del intelectual público es casi inexistente, la muerte de Howard Zinn deja un hueco profundo. Desde su labor como historiador, su trabajo docente y su participación en luchas populares, Zinn estuvo siempre con los marginados. Como lo expresa el título de su autobiografía, No se puede ser neutral en un tren en movimiento, Zinn buscaba que sus alumnos pensaran críticamente, renunciaran a la comodidad del silencio y combatieran la injusticia donde quiera que la presenciaran. “Esto –reconoció– es una receta que trae problemas”.
En efecto, el rector de la Universidad de Boston, donde Zinn fue profesor, lo acusó de envenenar la academia. Extraño veneno éste de Zinn. No somos pocos quienes, inspirados por su obra La otra historia de Estados Unidos, decidimos ser historiadores. El texto continúa teniendo una inmensa popularidad entre los jóvenes y ha sido adoptado por maestros de preparatoria que reconocen en sus alumnos un hambre imposible de saciar con la historia oficial.
En La otra historia de Estados Unidos la colonización del territorio estadunidense es contada desde la experiencia de la población nativa, la elaboración de la Constitución a partir de la mira de los esclavos, la invasión a México desde el ejemplo de desertores del ejército estadunidense, la industrialización desde el punto de vista de trabajadoras textiles, la Primera Guerra Mundial desde una mirada socialista, la segunda gran guerra desde los pacifistas, la expansión imperial vista desde los pueblos latinoamericanos, la década de los años 70 a partir de la rebeldía de la población encarcelada y la inconformidad ante las acciones militares en Vietnam.
En las primeras páginas de este libro, Zinn desmitifica la noción de que el historiador es o puede ser objetivo. “El historiador ha sido formado en una sociedad en la cual la educación y el saber son concebidos como cuestiones técnicas y de excelencia y no como una herramienta dentro de la lucha de clases sociales, razas y naciones”, escribió. El impacto del texto de Zinn fue monumental. La elegante sencillez de su redacción, permite que su tomo de casi 600 páginas sea leído con la facilidad e intriga de una novela. Así, tanto en su estilo como en su contenido, Zinn democratiza la educación y la historia.
Esta preocupación por socializar el conocimiento, lo llevó a escribir varias obras de teatro, incluyendo una sobre Carlos Marx. Zinn presenta a Marx como pocos lo conocen. Narró los momentos difíciles que vivió tratando de mantener a su familia (tres de sus hijos murieron) y sus propios actos de disidencia en Alemania, Francia e Inglaterra. Para examinar la forma en que defendería su propia teoría, Zinn elabora debates entre Marx y su mujer e hija. Ambas eran brillantes, afirma Zinn, así que las presentó cuestionando algunos de los pensamientos más sofisticados de Carlos Marx. Para representar las tensiones existentes entre el marxismo y el anarquismo, Zinn inventó un imaginario debate entre Marx y Bakunin.
De la misma manera, su obra Emma muestra la explotación que padeció Emma Goldman como joven obrera, su liderazgo en las luchas sindicales, su estancia en la cárcel, su pensamiento anarquista y la libertad sexual que vivió. En Hija de Venus, Zinn condena la guerra dentro de un contexto de conflicto familiar y generacional. Aquí la joven protagonista, hija de un biofísico involucrado en el diseño de armas nucleares, hace ver a su padre las devastadoras consecuencias de su trabajo. Estas obras han sido montadas por todo el país, desde las grandes universidades de California hasta las pequeñas granjas de Vermont.
Como un complemento a La otra historia de Estados Unidos, Zinn, junto con Anthony Arnove, reunió una serie de cartas, poemas, canciones y discursos de diversas figuras quienes históricamente han resistido con pequeños y grandes actos. Intitulado Voces de la otra historia de Estados Unidos, el volumen fue la base para el proyecto El pueblo habla, documental donde diversos actores famosos hacen lectura de estos textos rebeldes.
En una entrevista de radio, se le preguntó al historiador si había este tipo de héroes hoy día. Claro que sí, respondió Zinn y citó el ejemplo de Evann Orleck-Jetters, una niña de 12 años, hija de una pareja lesbiana. El año pasado, Evann dio su testimonio ante el Congreso estatal de Vermont cuando éste debatía la legalización del matrimonio gay. Al enterarse, Zinn la invitó a ser parte del elenco de El pueblo habla que estaba por presentarse como obra de teatro en Nueva York. “Zinn se mostró tan generoso y atento con esta pequeña que nunca había conocido”, recuerda una de sus mamás, “que me impactó el absoluto contraste con la forma de ser de tantas ‘estrellas’ académicas.”
Zinn siempre mostró un gran respeto hacia los jóvenes. Quería aprender de su rebeldía
En vez de lamentar un pasado –mítico o real– en que la izquierda era más fuerte, se preocupaba por continuar viejas y nutrir nuevas formas de resistencia. En vida y obra será este legado siempre capaz de florecer.
* Profesora de historia de Dartmouth College. Autora de Rural resistence in the land of Zapata. The Jaramillista movement and the myth of the paz priista, 1940-1962. Duke University Press.
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