Iván Restrepo
Comenzó a disminuir el suministro de agua a la ciudad de México. Después de las elecciones, los funcionarios descubrieron que es crítico el nivel de las presas de almacenamiento del sistema Cutzamala; entre otras cosas, porque no llueve lo suficiente por El Niño, fenómeno natural que afecta periódicamente a América Latina. Pero hay otras causas: la improvisación, la irresponsabilidad, la falta de medidas efectivas para resolver oportunamente problemas suficientemente conocidos por autoridades y ciudadanos. Con el agravante de que la escasez de agua la aprovecha el partido de la moral, la honradez y las buenas costumbres para promoverse como el bueno para gobernar la capital del país en 2012.
Digamos, por principio, que el líquido que reciben los habitantes de la zona metropolitana de la ciudad de México está supersubsidiado, lo que alienta el desperdicio e impide contar con recursos para mejorar el servicio. Algo semejante sucede en otras áreas urbanas del país y en el campo, donde millones pagan muy poco, sumas ridículas, por un bien cada vez más escaso.
En promedio, por metro cúbico (mil litros) los usuarios pagan tanto como por un litro adquirido en las tiendas de autoservicio. Ese metro cúbico vale poco menos que un litro de leche. No debe extrañar entonces que lo que se factura por el servicio público de agua ocupe el último lugar en la lista de las erogaciones de las familias del valle de México y otras áreas metropolitanas: uno por ciento, según el Inegi. En tanto, las familias compran a particulares el agua para beber y cocinar, porque la que sale de la llave es de mala calidad, viene turbia, huele mal y en ocasiones está contaminada, como sucede por el rumbo de Iztapalapa. Por eso embotellar un recurso público es hoy lucrativo negocio, propiciado por las autoridades. Mientras, miles de familias de las áreas periféricas reciben poca agua en su casa y pagan proporcionalmente mucho más que los que derrochan el líquido. En tanto, no se rehabilita ni moderniza la red de distribución a fin de evitar fugas.
Como se sabe, desde hace muchas décadas se pierde uno de cada tres litros inyectados a dicha red. No es problema exclusivo del Distrito Federal, sino de la inmensa mayoría de las ciudades del país, como Guadalajara, Tijuana, León, Acapulco, Puebla, Oaxaca, Cuernavaca y Torreón.
Hace 20 años las instancias oficiales anunciaron programas para instalar en hogares, comercios, industrias y demás usuarios regaderas, inodoros y otros equipos ahorradores de agua. Ese esfuerzo fue muy publicitado en su momento, pero no tuvo continuidad. Ahora lo desempolvan mientras algunos fabricantes denuncian la invasión del mercado con inodoros chinos derrochadores de agua, pero más baratos.
En las dos semanas que lleva el acuerdo para disminuir el aporte de líquido a la ciudad proveniente del sistema Cutzamala, llueven las quejas por la falta de agua en las colonias pobres a las que se suman otras donde llegaba regularmente y hoy completan el abasto por medio de pipas, mismas que también surten a restaurantes, comercios y servicios diversos. Nuevo negocio.
Agreguemos otro problema del cual no hablan los funcionarios: ya que por El Niño lloverá menos en la cuenca de México, se intensificará el abatimiento del manto freático (del que se extrae el grueso del agua que consume la zona metropolitana), con todos los efectos negativos que esto ocasiona en la infraestructura urbana: desde el hundimiento hasta mayor peligro en caso de movimientos sísmicos. Con el agravante de que se aprovecha apenas una parte mínima de la lluvia para recargar el manto freático. Algo semejante ocurre en relación con el tratamiento y reuso del líquido para diversas actividades industriales y servicios.
Así como Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno de la ciudad de México, pide un acuerdo nacional de emergencia para salir de la crisis con medidas consensuadas y que beneficien preferentemente a los más necesitados, de la misma manera urge uno para resolver los graves problemas de abasto de agua en la cuenca de México y el país.
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