Rafael Caro Quintero. |
MÉXICO, D.F. (apro).- Un mensaje en Twitter del alto mando militar venezolano Vladimir Padrino López dio inicio a la historia más reciente e intrigante de una presunta narcoaeronave mexicana destruida en el país sudamericano. El jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana presumió la foto de un avión quemado el lunes 4 de noviembre en Apure, un municipio colindante con Colombia.
Resultó que esta aeronave era mexicana, apenas a las 11:59 horas del mismo lunes había partido del aeropuerto de Querétaro, que se desconocía el paradero de sus ocupantes y que no fue “derribada” sino destruida en una pista clandestina por las autoridades venezolanas.
Se inició así una serie de informaciones a medias, donde alguna de las varias partes involucradas oculta lo que sabe o sabe más de lo que dice.
El primero en informar sobre el avión Hawker 400-731, con 44 años de servicio como taxi aéreo, fue el secretario de Desarrollo Sustentable de Querétaro, Manuel López. Confirmó que partió de esa entidad el lunes 4 de noviembre y que habría llegado de Nuevo León. Su presunto dueño, Jorge Salazar Ochoa, no ha hablado hasta el momento. Tampoco se sabe qué hizo antes en Nuevo León y a quiénes les dio servicio.
Un día después, martes 5 de noviembre, el secretario de Gobierno de Querétaro, Jorge López Portillo Tostado, reveló los nombres de los pasajeros: Isaac Pérez Dubond, Susana Bernal Rivas, Adriana Gesabel Cruz Méndez, Sergio Franco Moga y Manuel Eduardo Rodríguez Benítez, más dos pilotos.
“Sé que la aeronave estuvo tres días aquí (en Querétaro), pero no sé qué movimiento hizo y no he visto la bitácora”, afirmó el funcionario del gobierno del priista José Calzada, un político vinculado al coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones.
El revuelo comenzó cuando el gobierno mexicano le reclamó a su homólogo venezolano que no hubiera aportado información puntual sobre la nave “desintegrada” en su territorio.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirmó que los cinco pasajeros y los dos pilotos viajaron con identidades falsas, incluyendo pasaportes y, hasta ahora, se ignoran sus verdaderos nombres. A su vez, la cancillería mexicana le reclamó al gobierno venezolano y convocó al embajador de este país Hugo José García Hernández.
Ni siquiera en el asunto del espionaje del gobierno de Barack Obama a los emails y llamadas telefónicas de Enrique Peña Nieto las autoridades diplomáticas mexicanas reaccionaron con tal molestia.
Para el sábado 9 de noviembre, el asunto se había convertido en una crisis diplomática entre ambos países. El presidente venezolano Nicolás Maduro reiteró que la aeronave viajaba “hasta el full (llena) de cocaína”, pero no informó dónde quedó la droga, cuánto transportaba y mucho menos qué pasó con sus ocupantes.
El domingo 10 de noviembre en la noche, ante la falta de datos nuevos, la Dirección General de Aeronáutica Civil, de la SCT, aportó el elemento más inquietante de la historia: la aeronave Hawker no voló directamente hacia suelo venezolano. Antes se dirigió hacia Bonaire, en las Antillas Holandesas. Ahí descendieron cuatro de sus cinco pasajeros. Y siguió su vuelo por territorio venezolano.
“Se tiene información no oficial de los servicios de tránsito aéreo de las Antillas Holandesas en el sentido de que una vez que dicha aeronave arribó a Las Antillas se presentó un nuevo plan de vuelo para que la misma saliera de Bonaire hacia La Ceiba, Honduras”, afirmó el boletín de la SCT.
“La información con que se cuenta indica que la aeronave transportó en ese vuelo a sólo tres personas: a los 2 pilotos y de nueva cuenta a Isaac Pérez Dubón”, afirmó la SCT. Es decir, cuatro de los cinco pasajeros descendieron en Bonaire, una isla de 288 kilómetros cuadrados, de menos de 15 mil habitantes, ubicada en el sur del mar Caribe, que forma parte, desde diciembre de 2011, de la nueva ruta del crimen organizado mexicano para transportar droga, según Rodney Benson, exjefe de Inteligencia de la DEA.
El mismo domingo 10 que se emitió el boletín de la SCT, el periódico La Razón publicó una de las versiones más inquietantes de la historia: citando fuentes anónimas de la PGR, se cree que en esa aeronave viajaba el narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero. Lo más sintomático de esta versión es que esta presunción no constituye una “pista de investigación” para la PGR mexicana, según la misma versión periodística.
Desde el 9 de agosto, el paradero de Caro Quintero es un misterio. El exjefe del Cártel de Guadalajara, acusado y condenado como autor de la muerte de Enrique Camarena Salazar, el agente de la DEA que descubrió sus amplios cultivos de mariguana en Chihuahua en 1984, se desvaneció.
Nadie ha confirmado ni negado este rumor sobre la presunta “huida” de Caro Quintero en la aeronave. Lo que sí es un hecho es que dos días después de que el taxi aéreo partiera de Querétaro con rumbo a Las Antillas, la mayoría de los ministros de la primera Sala de la Suprema Corte de Justicia revirtió el amparo que había dejado en libertad a Caro Quintero el 8 de agosto pasado.
A Caro Quintero le faltaban 12 años para cumplir la condena por haber sido el autor del crimen contra Camarena. Llevaba 28 años. Una corte federal de distrito de California giró una orden de detención provisional contra Caro Quintero, con fines de extradición, apenas se supo de su libertad. La DEA evidentemente ha presionado para que Caro sea extraditado a Estados Unidos.
La intriga todavía es mayor, ya que la culpabilidad de Caro Quintero en el asesinato de Camarena ha sido puesta en duda por exagentes de la DEA, tal como ha documentado la revista Proceso. Las versiones difundidas desde hace un mes es que a Camarena no lo mandó matar Caro sino la CIA, en complicidad con la Dirección Federal de Seguridad, la otrora poderosa policía política mexicana, para ocultar la triangulación de fondos provenientes del narcotráfico que sirvieron en la operación Irán-Contras.
La trama al estilo de las mejores novelas de espionaje ha cobrado relevancia frente a los rumores sobre la huida de Caro Quintero y la posibilidad de que en Venezuela, en la frontera con Colombia, haya aterrizado un avión donde viajaba un hombre que se hacía llamar Isaac Pérez Dubond, pero pudo ser el hombre más buscado por la DEA en los años ochenta.
La historia apenas comienza. La Operación Leyenda continúa.
Twitter: @JenaroVillamil
Resultó que esta aeronave era mexicana, apenas a las 11:59 horas del mismo lunes había partido del aeropuerto de Querétaro, que se desconocía el paradero de sus ocupantes y que no fue “derribada” sino destruida en una pista clandestina por las autoridades venezolanas.
Se inició así una serie de informaciones a medias, donde alguna de las varias partes involucradas oculta lo que sabe o sabe más de lo que dice.
El primero en informar sobre el avión Hawker 400-731, con 44 años de servicio como taxi aéreo, fue el secretario de Desarrollo Sustentable de Querétaro, Manuel López. Confirmó que partió de esa entidad el lunes 4 de noviembre y que habría llegado de Nuevo León. Su presunto dueño, Jorge Salazar Ochoa, no ha hablado hasta el momento. Tampoco se sabe qué hizo antes en Nuevo León y a quiénes les dio servicio.
Un día después, martes 5 de noviembre, el secretario de Gobierno de Querétaro, Jorge López Portillo Tostado, reveló los nombres de los pasajeros: Isaac Pérez Dubond, Susana Bernal Rivas, Adriana Gesabel Cruz Méndez, Sergio Franco Moga y Manuel Eduardo Rodríguez Benítez, más dos pilotos.
“Sé que la aeronave estuvo tres días aquí (en Querétaro), pero no sé qué movimiento hizo y no he visto la bitácora”, afirmó el funcionario del gobierno del priista José Calzada, un político vinculado al coordinador del PRI en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones.
El revuelo comenzó cuando el gobierno mexicano le reclamó a su homólogo venezolano que no hubiera aportado información puntual sobre la nave “desintegrada” en su territorio.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirmó que los cinco pasajeros y los dos pilotos viajaron con identidades falsas, incluyendo pasaportes y, hasta ahora, se ignoran sus verdaderos nombres. A su vez, la cancillería mexicana le reclamó al gobierno venezolano y convocó al embajador de este país Hugo José García Hernández.
Ni siquiera en el asunto del espionaje del gobierno de Barack Obama a los emails y llamadas telefónicas de Enrique Peña Nieto las autoridades diplomáticas mexicanas reaccionaron con tal molestia.
Para el sábado 9 de noviembre, el asunto se había convertido en una crisis diplomática entre ambos países. El presidente venezolano Nicolás Maduro reiteró que la aeronave viajaba “hasta el full (llena) de cocaína”, pero no informó dónde quedó la droga, cuánto transportaba y mucho menos qué pasó con sus ocupantes.
El domingo 10 de noviembre en la noche, ante la falta de datos nuevos, la Dirección General de Aeronáutica Civil, de la SCT, aportó el elemento más inquietante de la historia: la aeronave Hawker no voló directamente hacia suelo venezolano. Antes se dirigió hacia Bonaire, en las Antillas Holandesas. Ahí descendieron cuatro de sus cinco pasajeros. Y siguió su vuelo por territorio venezolano.
“Se tiene información no oficial de los servicios de tránsito aéreo de las Antillas Holandesas en el sentido de que una vez que dicha aeronave arribó a Las Antillas se presentó un nuevo plan de vuelo para que la misma saliera de Bonaire hacia La Ceiba, Honduras”, afirmó el boletín de la SCT.
“La información con que se cuenta indica que la aeronave transportó en ese vuelo a sólo tres personas: a los 2 pilotos y de nueva cuenta a Isaac Pérez Dubón”, afirmó la SCT. Es decir, cuatro de los cinco pasajeros descendieron en Bonaire, una isla de 288 kilómetros cuadrados, de menos de 15 mil habitantes, ubicada en el sur del mar Caribe, que forma parte, desde diciembre de 2011, de la nueva ruta del crimen organizado mexicano para transportar droga, según Rodney Benson, exjefe de Inteligencia de la DEA.
El mismo domingo 10 que se emitió el boletín de la SCT, el periódico La Razón publicó una de las versiones más inquietantes de la historia: citando fuentes anónimas de la PGR, se cree que en esa aeronave viajaba el narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero. Lo más sintomático de esta versión es que esta presunción no constituye una “pista de investigación” para la PGR mexicana, según la misma versión periodística.
Desde el 9 de agosto, el paradero de Caro Quintero es un misterio. El exjefe del Cártel de Guadalajara, acusado y condenado como autor de la muerte de Enrique Camarena Salazar, el agente de la DEA que descubrió sus amplios cultivos de mariguana en Chihuahua en 1984, se desvaneció.
Nadie ha confirmado ni negado este rumor sobre la presunta “huida” de Caro Quintero en la aeronave. Lo que sí es un hecho es que dos días después de que el taxi aéreo partiera de Querétaro con rumbo a Las Antillas, la mayoría de los ministros de la primera Sala de la Suprema Corte de Justicia revirtió el amparo que había dejado en libertad a Caro Quintero el 8 de agosto pasado.
A Caro Quintero le faltaban 12 años para cumplir la condena por haber sido el autor del crimen contra Camarena. Llevaba 28 años. Una corte federal de distrito de California giró una orden de detención provisional contra Caro Quintero, con fines de extradición, apenas se supo de su libertad. La DEA evidentemente ha presionado para que Caro sea extraditado a Estados Unidos.
La intriga todavía es mayor, ya que la culpabilidad de Caro Quintero en el asesinato de Camarena ha sido puesta en duda por exagentes de la DEA, tal como ha documentado la revista Proceso. Las versiones difundidas desde hace un mes es que a Camarena no lo mandó matar Caro sino la CIA, en complicidad con la Dirección Federal de Seguridad, la otrora poderosa policía política mexicana, para ocultar la triangulación de fondos provenientes del narcotráfico que sirvieron en la operación Irán-Contras.
La trama al estilo de las mejores novelas de espionaje ha cobrado relevancia frente a los rumores sobre la huida de Caro Quintero y la posibilidad de que en Venezuela, en la frontera con Colombia, haya aterrizado un avión donde viajaba un hombre que se hacía llamar Isaac Pérez Dubond, pero pudo ser el hombre más buscado por la DEA en los años ochenta.
La historia apenas comienza. La Operación Leyenda continúa.
Twitter: @JenaroVillamil
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