lunes, 25 de julio de 2011

“Desde la semana pasada cayeron aviones; van a empezar los chingadazos”, temen habitantes

El cártel de Sinaloa toma caminos de la Tarahumara para pasar droga
Los vehículos del Ejército Mexicano ya no se ven con frecuencia en pueblos de la sierra

Miroslava Breach Velducea
corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 25 de julio de 2011, p. 5

Maguarichic, Chih., 24 de julio. El miedo y la zozobra se apoderaron de los pobladores de decenas de comunidades serranas de este municipio y su vecino Uruachi, cuando vieron bajar avionetas llenas de hombres armados que se apoderaron de caminos y brechas, aparentemente para custodiar una nueva ruta para sacar cargamentos de mariguana y amapola producidos en la Alta y Baja Tarahumara. Desde la semana pasada cayeron (aterrizaron) aviones, van a empezar los chingadazos entre unos y otros, se alerta la gente en voz baja.

Desde hace varias semanas los moradores de la región de Maguarichi, Guazapares, Batopilas y Uruachi vieron incrementarse el tráfico de camionetas de doble rodada por las accidentadas rutas de la montaña.

Largas caravanas de vehículos cargados se enfilaban por barrancas y cuestas de la sierra, por caminos hasta ahora no usados para trasiego de droga, produciendo incertidumbre entre mujeres, hombres y niños.

La inquietud se volvió miedo. Grupos de hombres llegaron a la zona a bordo de avionetas, aparentemente provenientes desde Sonora, para proteger la apertura de la nueva ruta de droga.

Sólo en murmullos se menciona el nombre de Alfredo Salazar Ramírez, ligado al cártel de Sinaloa, como responsable de la operación logística para sacar cientos de toneladas de mariguana que se quedaron varadas en ranchos y comunidades.

Ya las cosas están arregladas, por aquí van a salir las cargas, dicen mujeres que expresan sus miedos por el inicio de una guerra a muerte entre la gente de La Línea, del cártel de Juárez, y los de Sinaloa, que ahora mandan a sus hombres a la región.

Los reportes se repiten más allá de las pequeñas comunidades de apenas decenas de habitantes. Se habla también de la entrada de grupos grandes de hombres a cabeceras municipales como Guachochi, Guadalupe y Calvo, Moris y Uruachi.
En este último municipio hace dos meses un comando tomó la comunidad Jícamorachi, donde habitaban unas 150 personas, incendió casas y asesinó a seis hombres. Luego de una investigación, la Fiscalía General del estado indicó que la causa de la violencia era el enfrentamiento entre grupos locales ligados a la estructura del crimen organizado en la región.

Para entrar a los caminos de Uruachi hay que vencer el miedo. Retenes de hombres armados piden a la gente identificarse. Interrogan a mujeres y hombres hacia dónde se dirigen y, cuando quieren, los regresan por donde venían.

Los puestos de revisión militar apostados en partes bajas de la sierra revisan a los viajeros entre Chihuahua y Sonora, pero las volantas del Ejército Mexicano ya no se ven con frecuencia en pueblos de la sierra.

Baborigame, población del municipio de Guadalupe y Calvo, conserva un destacamento militar; no obstante, el número de soldados disminuyó notablemente en comparación con los que ahí operaban hace tres o cuatro años.

En la zona de Yepachic, otro punto limítrofe entre Chihuahua y Sinaloa, fueron detectados retenes ilegales, con camionetas pintadas como las del Ejército, y hombres armados con uniformes militares.

Los soldados del puesto instalado en Yécora, Sonora, ubicado 70 kilómetros atrás, en el entronque San Nicolás, donde se bifurcan las carreteras a Hermosillo y Obregón, advierten a los viajantes que utilizan la carretera Gran Visión sobre el peligro de ser detenidos por alguno de esos grupos.

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