La depresión social será característica de la población mexicana, aseguran
Martes 26 de octubre de 2010
Linaloe R. Flores politica@eluniversal.com.mx El Universal
Cuando la batalla contra el narco concluya, la salud mental de mexicanos quedará afectada al grado que se convertirá en uno de los principales problemas de salud pública sintomatizado en depresión social; es decir, un desánimo por la vida productiva y la organización.
Según el Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, habrá más pacientes con esquizofrenia, trastorno obsesivo-compulsivo, angustia y pánico, padecimientos que tienen una incidencia de 20%.
Vivencias directas o indirectas, los enfrentamientos con balas, la aparición de hombres decapitados, la masacre de adolescentes y la muerte despiadada, conformarán un recuerdo que hará estragos en el mapa siquiátrico de los mexicanos, afirmaron.
Expertos de los hospitales de los Servicios de Atención Siquiátrica, del sector salud y algunos organismos civiles, coincidieron en que la batalla contra el crimen “nos cambiará a todos bajo la sombra del miedo”. Hablaron de un “trauma colectivo” dado que no hay grupo social en el territorio sin efectos por el flagelo de la violencia.
Los mexicanos transitaron, dijeron, por el asombro, la indignación y el escándalo hasta arribar al temor. La separación social es la gran consecuencia que los especialistas advierten.
“Si un individuo vive el impacto de un trauma, tiene una fragmentación interna. Si se habla de una situación colectiva, esto se traduce en desarticulación social”, explicó Luciana Ramos Lira, de la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Sicosociales del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
La experta abundó: “Estamos en riesgo de perder la oportunidad y el ánimo de organizarnos. Ello se ha originado en la sensación de vulnerabilidad, de que nada puede hacerse”.
El investigador Juan Martín Sandoval de Escurdia, autor del documento La salud mental en México, elaborado en 2004 para el Congreso, expuso que “se puede avizorar una depresión social. El término se traducirá en la imposibilidad de muchos grupos e individuos para incorporarse en forma plena a las acciones de orden general”.
Ese cuadro de depresión es posible —coincidió Gabriela Cámara, presidenta de la asociación civil Prosalud Mental— porque la población ha estado bajo estrés en forma sistemática por inseguridad de muchos años.
El fantasma de la desconfianza
La afectación a la salud mental tendrá dos saldos. Uno lo integrarán los sobrevivientes directos de los hechos violentos: hombres, mujeres y niños que presenciaron tiroteos, perdieron familiares o abandonaron sus casas y tierras. En el otro, estarán aquellos que escucharon y leyeron en forma sistemática noticias sobre hechos crueles.
“Estamos ante un fenómeno que generó impactos traumáticos sin que fuera experimentado en carne propia necesariamente. Hubo niveles de experimentación indirectos, pero éstos impactarán igual o peor”, comentó la especialista Luciana Ramos.
Los expertos, tanto clínicos como investigadores, dijeron que el enfrentamiento del gobierno con el crimen organizado ha trastocado la forma de ser de los mexicanos. La proclividad a la organización y la festividad está amenazada. La razón: la muerte cobró nuevas formas, cada vez más crueles y más cercanas, lo que sembró el fantasma de la desconfianza, añadieron.
Isabel Reyes Lagunes, profesora emérita de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México y estudiosa de la personalidad del mexicano, aseguró que “hemos cambiado mucho. La violencia nos ha hecho seres distantes unos de otros. En muchos estudios se encuentra que el mexicano es un ser sociocéntrico (dado a la organización social). Pero esta experiencia lo ha trastocado”.
En este escenario, la ansiedad como trastorno es más explícita, según Fernando López Munguía, presidente de la Asociación Siquiátrica Mexicana. “El impacto ya puede verse. Hay un temor manifiesto a la muchedumbre. Y a las formas de organización. Y es lo que se verá los próximos años cuando todo haya acabado”, añadió.
País sin siquiatras
En el amanecer de la guerra antinarco, el crecimiento de la infraestructura de la atención a la salud mental, así como mayor número de profesionales serán requerimientos claros para enfrentarlo, afirmaron siquiatras consultados.
Los efectos sicosociales serán tan elocuentes que el gobierno en turno, así como las organizaciones no gubernamentales, estarán orillados a realizar mediciones de este impacto, alertó Juan Martín Sandoval de Escurdia, quien fue investigador parlamentario en política social entre 1999 a 2006.
Hoy, el país cuenta con 2.7 siquiatras por cada 100 mil habitantes y 0.85% del presupuesto nacional está destinado a la salud mental, cuando la cifra recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 10%, recursos que a Luciana Ramos, del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, le son insuficientes.
“El sistema de salud no está preparado para atender a las víctimas directas de la violencia. Mucho menos a las indirectas. No está la pila que ayude a reconstruir comunidades. No hay preparación para aliviar el duelo donde han ocurrido matanzas. En general, nos estamos paralizando. Estamos perdiendo oportunidades. Estamos rebasados”, lamentó Ramos.
Ciudad Juárez, el indicador
Los especialistas consultados afirmaron que en las últimas décadas, la salud mental no ha sido un tema prioritario en la agenda de salud de México. Gabriela Cámara, de la organización civil Prosalud Mental, ejemplificó: en tanto que la OMS indica que las enfermedades mentales representan 13% dentro de las discapacidades, el concepto de “discapacidad siquiátrica” aún no es reconocido en el país.
Desde 2004 se encuentra en comisiones del Congreso de la Unión una iniciativa para la atención sicológica y siquiátrica en los centros de atención médica de primer nivel (clínicas familiares) con el fin de prevenir padecimientos mentales en general.
“En el nuevo escenario, el que surja por la lucha contra el narco, necesitaremos revivir este tipo de iniciativas para atender nuestras enfermedades mentales”, insistió el investigador Martínez de Escurdia.
Ciudad Juárez es un microcosmos de esa realidad anunciada por los especialistas. El secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, admitió en septiembre pasado que las personas en situaciones de violencia sienten “mucha más ansiedad”, y expuso que “llama la atención” el aumento de la demanda terapéutica durante los fines de semana en el municipio fronterizo.
Ciudad Juárez —según Isabel Reyes, estudiosa de la forma de ser de los mexicanos— ya es México entero. Los jóvenes acribillados en una fiesta de sábado, los cuerpos en las banquetas de funcionarios o ciudadanos, y los otros muertos por bala, “nos envolvieron a todos en el país. Son escenas ya muy nuestras porque las víctimas son como cualquiera de nosotros”.
Martes 26 de octubre de 2010
Linaloe R. Flores politica@eluniversal.com.mx El Universal
Cuando la batalla contra el narco concluya, la salud mental de mexicanos quedará afectada al grado que se convertirá en uno de los principales problemas de salud pública sintomatizado en depresión social; es decir, un desánimo por la vida productiva y la organización.
Según el Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, habrá más pacientes con esquizofrenia, trastorno obsesivo-compulsivo, angustia y pánico, padecimientos que tienen una incidencia de 20%.
Vivencias directas o indirectas, los enfrentamientos con balas, la aparición de hombres decapitados, la masacre de adolescentes y la muerte despiadada, conformarán un recuerdo que hará estragos en el mapa siquiátrico de los mexicanos, afirmaron.
Expertos de los hospitales de los Servicios de Atención Siquiátrica, del sector salud y algunos organismos civiles, coincidieron en que la batalla contra el crimen “nos cambiará a todos bajo la sombra del miedo”. Hablaron de un “trauma colectivo” dado que no hay grupo social en el territorio sin efectos por el flagelo de la violencia.
Los mexicanos transitaron, dijeron, por el asombro, la indignación y el escándalo hasta arribar al temor. La separación social es la gran consecuencia que los especialistas advierten.
“Si un individuo vive el impacto de un trauma, tiene una fragmentación interna. Si se habla de una situación colectiva, esto se traduce en desarticulación social”, explicó Luciana Ramos Lira, de la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Sicosociales del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.
La experta abundó: “Estamos en riesgo de perder la oportunidad y el ánimo de organizarnos. Ello se ha originado en la sensación de vulnerabilidad, de que nada puede hacerse”.
El investigador Juan Martín Sandoval de Escurdia, autor del documento La salud mental en México, elaborado en 2004 para el Congreso, expuso que “se puede avizorar una depresión social. El término se traducirá en la imposibilidad de muchos grupos e individuos para incorporarse en forma plena a las acciones de orden general”.
Ese cuadro de depresión es posible —coincidió Gabriela Cámara, presidenta de la asociación civil Prosalud Mental— porque la población ha estado bajo estrés en forma sistemática por inseguridad de muchos años.
El fantasma de la desconfianza
La afectación a la salud mental tendrá dos saldos. Uno lo integrarán los sobrevivientes directos de los hechos violentos: hombres, mujeres y niños que presenciaron tiroteos, perdieron familiares o abandonaron sus casas y tierras. En el otro, estarán aquellos que escucharon y leyeron en forma sistemática noticias sobre hechos crueles.
“Estamos ante un fenómeno que generó impactos traumáticos sin que fuera experimentado en carne propia necesariamente. Hubo niveles de experimentación indirectos, pero éstos impactarán igual o peor”, comentó la especialista Luciana Ramos.
Los expertos, tanto clínicos como investigadores, dijeron que el enfrentamiento del gobierno con el crimen organizado ha trastocado la forma de ser de los mexicanos. La proclividad a la organización y la festividad está amenazada. La razón: la muerte cobró nuevas formas, cada vez más crueles y más cercanas, lo que sembró el fantasma de la desconfianza, añadieron.
Isabel Reyes Lagunes, profesora emérita de la Facultad de Sicología de la Universidad Nacional Autónoma de México y estudiosa de la personalidad del mexicano, aseguró que “hemos cambiado mucho. La violencia nos ha hecho seres distantes unos de otros. En muchos estudios se encuentra que el mexicano es un ser sociocéntrico (dado a la organización social). Pero esta experiencia lo ha trastocado”.
En este escenario, la ansiedad como trastorno es más explícita, según Fernando López Munguía, presidente de la Asociación Siquiátrica Mexicana. “El impacto ya puede verse. Hay un temor manifiesto a la muchedumbre. Y a las formas de organización. Y es lo que se verá los próximos años cuando todo haya acabado”, añadió.
País sin siquiatras
En el amanecer de la guerra antinarco, el crecimiento de la infraestructura de la atención a la salud mental, así como mayor número de profesionales serán requerimientos claros para enfrentarlo, afirmaron siquiatras consultados.
Los efectos sicosociales serán tan elocuentes que el gobierno en turno, así como las organizaciones no gubernamentales, estarán orillados a realizar mediciones de este impacto, alertó Juan Martín Sandoval de Escurdia, quien fue investigador parlamentario en política social entre 1999 a 2006.
Hoy, el país cuenta con 2.7 siquiatras por cada 100 mil habitantes y 0.85% del presupuesto nacional está destinado a la salud mental, cuando la cifra recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es de 10%, recursos que a Luciana Ramos, del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, le son insuficientes.
“El sistema de salud no está preparado para atender a las víctimas directas de la violencia. Mucho menos a las indirectas. No está la pila que ayude a reconstruir comunidades. No hay preparación para aliviar el duelo donde han ocurrido matanzas. En general, nos estamos paralizando. Estamos perdiendo oportunidades. Estamos rebasados”, lamentó Ramos.
Ciudad Juárez, el indicador
Los especialistas consultados afirmaron que en las últimas décadas, la salud mental no ha sido un tema prioritario en la agenda de salud de México. Gabriela Cámara, de la organización civil Prosalud Mental, ejemplificó: en tanto que la OMS indica que las enfermedades mentales representan 13% dentro de las discapacidades, el concepto de “discapacidad siquiátrica” aún no es reconocido en el país.
Desde 2004 se encuentra en comisiones del Congreso de la Unión una iniciativa para la atención sicológica y siquiátrica en los centros de atención médica de primer nivel (clínicas familiares) con el fin de prevenir padecimientos mentales en general.
“En el nuevo escenario, el que surja por la lucha contra el narco, necesitaremos revivir este tipo de iniciativas para atender nuestras enfermedades mentales”, insistió el investigador Martínez de Escurdia.
Ciudad Juárez es un microcosmos de esa realidad anunciada por los especialistas. El secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos, admitió en septiembre pasado que las personas en situaciones de violencia sienten “mucha más ansiedad”, y expuso que “llama la atención” el aumento de la demanda terapéutica durante los fines de semana en el municipio fronterizo.
Ciudad Juárez —según Isabel Reyes, estudiosa de la forma de ser de los mexicanos— ya es México entero. Los jóvenes acribillados en una fiesta de sábado, los cuerpos en las banquetas de funcionarios o ciudadanos, y los otros muertos por bala, “nos envolvieron a todos en el país. Son escenas ya muy nuestras porque las víctimas son como cualquiera de nosotros”.
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