La guerra contra el narcotráfico ya enfermó a la sociedad mexicana. En un país donde cada 60 minutos hay un asesinato violento relacionado con el crimen organizado, los ciudadanos se tornan desconfiados o escépticos, o de plano viven llenos de miedo. De acuerdo con un grupo de tanatólogos, los mexicanos tardarán varias generaciones en recuperarse de esta ‘patología social’ y ‘duelo crónico’. Más aún, afirman que ello puede ser utilizado por grupos de poder con fines autoritarios
Domingo, 20 de Febrero de 2011
JOSÉ GIL OLMOS
MÉXICO, DF.- Desde hace cuatro años, en promedio, cada hora en México hay un asesinato vinculado a la guerra contra el narcotráfico. Tanta violencia y muerte en un periodo tan corto no se veían en el país desde hace casi un siglo... y esto tiene graves consecuencias sociales.
Un grupo de especialistas en tanatología consultados por Proceso señalan que ante tal panorama los ciudadanos transitan de la desconfianza y la incredulidad hasta la decepción y el pánico, lo que puede provocar inmovilidad social, un estado que, advierten, podría ser aprovechado por grupos de poder tentados a instaurar un gobierno autoritario.
Desde la perspectiva de los especialistas en tanatología –disciplina que estudia el fenómeno de la muerte– los decesos provocados por la guerra contra el narcotráfico (35 mil hasta ahora) se consideran una herida que tardará varias generaciones en sanar: ya se convirtió en una "patología social".
Entrevistados por Proceso, los tanatólogos Felipe Martínez Arronte, José Darío Navarrete, Maricarmen López Fernández y Hernán González explican que una "guerra" como la que vive México genera un "duelo patológico" tan complejo que será difícil de resolver en el corto plazo, porque el daño más profundo está en el rompimiento del tejido social.
Hernán González, quien asiste a familias con enfermos en fase terminal, dice que la cantidad de muertos ya rebasó los límites conocidos en México, motivo por el cual no se puede hablar sólo de "daños colaterales", sino de una "ola brutal" que ha reventado el tejido social, lo ha fragmentado y erosionado a tal grado que será difícil rehacerlo porque tampoco hay apoyos institucionales confiables.
INSENSIBLES ANTE LA MUERTE
José Darío Navarrete –investigador del Instituto Mexicano de Tanatología, fundado hace 15 años y ya con cuatro generaciones de egresados en Chihuahua– habla de las consecuencias sociales de esta guerra contra el narcotráfico: considera que esta patología social se refleja en depresión, estrés, rabia y ansiedad social, así como en mayores índices de delincuencia y violencia, principalmente entre los jóvenes.
"Desde hace décadas se ha deteriorado el tejido social. En los últimos cien años no hemos tenido un día de paz; hemos tenido movimientos sociales y siempre hemos estado en pie de lucha social. Esto se ha acentuado desde 1968, pero creo que ahora, con la guerra contra el narcotráfico, el efecto de tanta violencia nos ha llevado a hacernos insensibles ante la muerte y a un enorme deterioro social."
Navarrete, abogado y filósofo, va más allá. Dice que con el deterioro del tejido social y la creación de nuevas conductas forjadas en el reino de la impunidad, donde lo ilegal se vuelve cotidiano y permitido, se corre el riesgo de caer en el pesimismo y la inmovilidad social, lo que podrían aprovechar grupos de poder beneficiados por el crimen organizado para imponer su voluntad y establecer un régimen autoritario.
–A nivel de gobierno, ¿a dónde nos lleva eso?
–Al autoritarismo, a que un grupo se posicione en el poder. Esto sería un paso atrás en el proceso democrático, nos alejaría más de ese ideal social. Los dos grandes proyectos del país, que son la democracia y la conformación de una sociedad, se perderían.
DUELO PATOLÓGICO
Felipe Martínez Arronte, presidente y fundador de la Asociación Mexicana de Tanatología (creada en 1988, a la que asisten familias afectadas de todo el país y que también brinda apoyo a deudos en Ciudad Juárez), señala que en tiempos de guerra el miedo a la muerte aumenta, y eso es lo que pasa en México actualmente, lo que crea un "duelo patológico".
"En épocas de guerra vemos que el impacto es mayor porque aumenta el miedo a la muerte. Hoy en día, al haber mayor número de muertes hay un mayor impacto en la sociedad y aumenta ese miedo, está más latente. A la asociación le toca atender a gente de Ciudad Juárez que nos ha pedido que los asesoremos o apoyemos, porque aquí lo importante es atender a los sobrevivientes, a los que se quedan, a las familias...
"Para ellos es muy difícil saber cómo aceptar lo que les ocurre porque se trata de una muerte inesperada y que por ser violenta los hace caer en un duelo patológico difícil de manejar, pues no hay una preparación previa, como en el caso de una enfermedad terminal. Aquí no existe esa posibilidad, y lo más difícil es que por la violencia se provoca un dolor mayor y a la familia le cuesta mucho trabajo aceptar".
Añade: "Como seres humanos ante una situación de crisis reaccionamos a través de nuestras emociones, y éstas las tenemos que manejar; en estos duelos sí se requiere de un apoyo, porque un duelo de esta magnitud se vuelve crónico, patológico".
La abogada Maricarmen López Fernández ha viajado muchas veces a Ciudad Juárez para trabajar con víctimas de la violencia. En dos años ha dado atención tanatológica a más de mil 500 personas. Le cuesta trabajo hablar del tema porque, asegura, "el impacto social ha sido devastador", sobre todo en los niños que están viviendo esta situación, a quienes les preguntan qué quieren ser de grandes y dicen que sicario.
DUELO E IMPACTO
"Lo que me interesa no es la causa ni quién causó la muerte, sino el duelo y el impacto. A todos los niños que tienen capacidad de escuchar noticias en televisión les preguntamos qué quieren ser de grandes y dicen que sicarios. Les preguntamos por qué y dicen: ‘Porque tienen camionetotas, joyas, las mujeres más guapas’. El impacto que están recibiendo los niños a través de los medios y de los adultos es brutal por la falta de valores.
"Más allá de la situación de violencia brutal estamos transmitiendo un mensaje de antivalores en el sentido de que hay una devastación de muerte y de sufrimiento; pero también estamos enviando el mensaje de frialdad, del beneficio que puede traer una u otra actividad que justifica lo que se haga. Los niños reciben un antivalor".
Su experiencia como tanatóloga le permite ver que a pesar de la grave situación, en Ciudad Juárez se han creado redes de solidaridad y apoyo entre los deudos. Pero al mismo tiempo, dice, se vive una etapa de duelo caracterizada por la negación.
"En lo negativo vemos una sociedad que se encierra, una ciudad abandonada porque la gente no camina por las calles. Si yo hiciera un análisis de la etapa del duelo que está viviendo concretamente Ciudad Juárez, podría decir que están en negación, porque si no cierran los ojos a la realidad de todos los días, entonces nadie saldría de su casa.
"En una ciudad y en un país con estos niveles de violencia tenemos que cerrar los ojos para seguir viviendo; estamos sanos porque queremos seguir viviendo. El impacto social es encerrarme en mi casa, salir a trabajar, hacer reuniones sólo con mis amigos y vecinos, dejar de ir a los lugares públicos. Mi negación me ayuda a protegerme y a entablar redes sociales pequeñas. El tejido social se está perdiendo".
INSENSIBILIDAD
Navarrete advierte que se ha incrementado la insensibilidad ante la muerte.
"Hemos perdido la sensibilidad a la vida. Creo que la biofília normal del ser humano, el amor a la vida, se ha transformado en necrofilia. Incluso ahora vemos decapitados en los periódicos sin mayor restricción; los niños tienen acceso a esta violencia en los videos, en los juegos donde se destrozan los cuerpos. Hemos ido creando una cultura de la muerte y por eso tenemos este culto a la Santa Muerte."
Otra de las consecuencias es el deterioro de los valores sociales.
"Vamos sobre el triunfo en la vida con cuestiones materiales como autos, tarjetas de crédito, casa, etcétera; si las prácticas necrófilas o de antivalor me llevan a corromperme, a vender drogas o asesinar, no me importa con tal de tener lo que me pide la sociedad para triunfar. Esos valores biófilios se transforman en materialistas o necrófilos. Puedo ver cómo muere alguien, siempre y cuando me deje dinero. Si a esto le aumentamos la poca o nula educación que tenemos, la poca búsqueda del ser humano... pues tronamos".
–Esta insensibilidad, esta atracción a la muerte y tanta violencia, ¿hacia dónde lleva a una sociedad como la mexicana?
–Nos puede llevar la destrucción como grupo social o puede ser una oportunidad de replanteamiento y reconstrucción de una nueva sociedad. Esa es la responsabilidad histórica que tenemos.
VACÍO DE VALORES
–Cada día vemos más acciones de violencia y asesinatos terribles que no teníamos registrados. ¿Esto qué refleja de una sociedad?
–Un enorme vacío de valores, un enorme descuido al ser humano. Hemos descuidado a nuestros hijos, la educación, la espiritualidad y nos hemos abandonado como sociedad. No nos importa ser humanos sino un antivalor que se llama egoísmo, riqueza. Sobre todo el escepticismo: ya no creemos en nada, en ningún partido político ni en el gobierno; tampoco en las iglesias porque nos han defraudado como instituciones. Al no creer en nada no deposito mi fe y la voy perdiendo".
Martínez Arronte señala que uno de los duelos más difíciles a los que se enfrentan es el de los familiares desaparecidos.
Cifras extraoficiales de organizaciones ciudadanas dicen que hay unos 3 mil 500 desaparecidos por secuestros, levantones y retenciones de bandas del crimen organizado o por autoridades policiacas y castrenses. En estos casos los familiares no pueden elaborar un proceso de duelo porque aún tienen la esperanza de encontrar vivos a sus familiares.
"Si la familia no tiene ni siquiera el cadáver para despedirse es difícil que lo acepte; esto requiere de ayuda porque viene una expresión del dolor, viene una reacción de enojo, de tristeza. Uno de los peores sentimientos es el de qué habrá pasado, esa incertidumbre es lo que a veces acaba a las familias; por eso se tiene que buscar ayuda profesional", señala Martínez.
Precisa que lo anterior da origen a un duelo crónico y patológico, lo que a escala social se refleja en incertidumbre y miedo.
–Socialmente ¿cómo se expresa esa patología?
–En el aumento del miedo por ver que mucha gente está muriendo en un tiempo muy corto y eso es parte de una guerra. Hay más dificultad para manejar el miedo y la incertidumbre. El duelo por este problema es más complicado porque no hay paz ni estabilidad.
EL AUTORITARISMO
José Darío Navarrete ha dado cursos de tanatología en todo el país; además su perfil de abogado le permite ver los alcances sociales y políticos del fenómeno de violencia y muerte.
–¿Qué consecuencias sociales podrían tener este tipo de fenómenos de violencia, de falta de valores, de vacío existencial?
–La primera consecuencia es una neurosis social. Nos provoca una depresión endógena, del espíritu, una falta de entusiasmo con la vida y con uno mismo. Ya no queremos alcanzar los máximos niveles de vida personales sino los mínimos para sobrevivir. Esa es la depresión más profunda, la situación nos lleva a eso a pasos agigantados."
Esto, dice, favorece los planes de ciertos grupos de poder, lo que "nos lleva al estancamiento o a retroceder como sociedad. Esos grupos se aprovechan de la situación y se fortalecen ante la tentación del autoritarismo por la falta de movilización y cohesión social, y de un individualismo exacerbado".
Hernán González concluye:
"En un país civilizado no se saca al Ejército a pelar contra el crimen organizado; eso no pasa en Italia, España o Estados Unidos. Lo que deja esta guerra en la sociedad es una profunda sensación de indefensión y de vivir un estado de sitio, porque ya no se puede salir a la calle en ciertas zonas del país. Esto mina la idea de que a través de la participación ciudadana, de elecciones libres, se podía tener una mejor forma de vida." (APRO)
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