MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA
PLAZA PÚBLICA
No ha tenido tiempo de viajar a Tabasco -donde una vez más las inundaciones dañan a las personas y a las cosas: doscientos mil afectados padecen el infortunio del exceso de agua-, pero el presidente Calderón dedicó varias horas de tres jornadas a regodearse con futbolerías
El lunes recibió en Los Pinos la nueva camiseta del equipo nacional, prenda que ha solido vestir en oportunidades anteriores. Se la entregaron el técnico Javier Agiirre y el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, quien estuvo en México esta semana y por ello se encontró varias veces con Calderón. El martes, Calderón viajó a Pachuca, donde el club de Jesús Martínez (y por lo menos dos ex gobernadores) aduló a Blatter imponiendo su nombre a un pabellón en las instalaciones de la ostentosa empresa, algunas de cuyas construcciones se erigieron sobre tierras ejidales conseguidas con engaños. En un prolongado festejo quedaron claros los ingredientes que hacen del futbol un espacio en donde la política y los negocios conviven naturalmente. La existencia del grupo que engorda con la tuzomanía, encabezado por Jesús Martínez es una muestra de cómo se alimentan recíprocamente el negocio del balompié y la política. El Vasco Aguirre que tan buenos recuerdos dejó en la capital hidalguense fue postergado: desde la segunda fila observa cómo cortan el listón inaugural el alcalde de la capital hidalguense, Francisco Olvera, el gobernador Miguel Ángel Osorio y su esposa, el presidente Calderón y la primera dama Margarita Zavala, Blatter y Martínez. Donde están presentes el dinero y el poder, sobra la presencia de los jugadores y de su capitán.
Juntos de nuevo por tercer día consecutivo Calderón y Blatter, acudieron en Torreón, ayer, a inaugurar el estadio Corona, casa de los Santos (que en la porción principal de la jornada se enfrentaría a su tocayo brasileño). La colosal instalación es parte del Territorio Santos Modelo (TSM), que incluye un templo católico (consagrado, como no podía de ser de otra manera a Todos los Santos). Con capacidad para treinta mil espectadores, esta construcción cuenta "con 109 palcos, 2,500 cajones de estacionamiento, sitios para las 63 concesiones de comidas y bebidas, 9 elevadores, salón de eventos para 500 personas y auditorio para cien, además del museo y oficinas administrativas y las dos pantallas de 8 por diez metros" (Cancha, 11 de noviembre).
Como la denominación de su territorio lo indica, el club torreonense es propiedad del Grupo Modelo, el poderoso consorcio cervecero. Como hacen otros grandes grupos, o empresas de menor dimensión, pero igualmente ávidas de dinero público, el cervecero negoció su presencia en la Comarca Lagunera, lo que significa pactar con el Gobierno local diversas suertes de apoyo. Ahora mismo, en la construcción del estadio, la Administración de Humberto Moreira, el rumboso gobernador que acaba de presentar su cuarto informe de labores, gastó más de ciento cincuenta millones de pesos para la obra (y el municipio de Torreón aportó veinte millones más).
Grupo Modelo sigue en su desigual trato con el Gobierno local el modelo de Televisa, que ha sacado provecho de los gobernadores panistas de Aguascalientes y de San Luis Potosí, sedes de dos de sus equipos. En la primera entidad radica el Necaxa, el legendario club veterano al que ya se le agotaron sus glorias pasadas y ahora vegeta con más pena que gloria fuera de la liga mayor en que brilló con la luz que era propia de su origen, la Compañía mexicana de Luz y Fuerza. Televisa no sufre con la mediocridad en que ha caído su club porque para suplir sus faltas está el gobernador Luis Armando Reynoso Femat. En San Luis Potosí, el hasta hace poco gobernador Marcelo de los Santos otorgó dádivas -donaciones, préstamos o francamente regalos hasta por 115 millones de pesos al principal componente del duopolio de la televisión. El esquema se repite por doquier.
Donde operan franquicias del futbol profesional, los gobernadores se convierten en aficionados a ese deporte-negocio-espectáculo, y se apersonan en los partidos, especialmente los decisivos. Es usual ver a Enrique Peña Nieto vestir la camiseta roja del Toluca, como también lo hicieron sus antecesores, con quienes a la hora grande comparte la falsa animación deportiva que se sienten obligados a ostentar. Así lo hace también Fidel Herrera, que a pesar de su crítica a su antecesor Miguel Alemán en este punto, mantiene su relación con los Tiburones, equipo a través del cual se escurren grandes cantidades de dinero público. Y lo mismo puede predicarse de los gobernadores de Chiapas y Quintana Roo, Michoacán y Chihuahua a quienes no les parece mal gastar recursos públicos en apoyo a los Jaguares, el Atlante, los Monarcas y los Indios de Juárez.
En otra faceta del contubernio entre los negociantes de los deportes y los poderes públicos, el gobernador Emilio González Márquez incluye en sus peticiones presupuestales más de mil cien millones de pesos, destinados a la construcción de dos estadios deportivos. Son instalaciones que Guadalajara se comprometió a tener listas para los próximos Juegos Panamericanos, cuya sede está a punto de perder. En lo que acaso esconde fuertes intereses inmobiliarios la Organización deportiva panamericana rechazó al ayuntamiento tapatío el proyecto de villa donde se alojarán los participantes en esa contienda. Si Mario Vázquez Raña, que preside la ODEPA, no queda satisfecho, Guadalajara perderá la sede y con ella 50 millones de dólares.
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