lunes, 23 de noviembre de 2009

Desastres del tamaño de la desidia oficial

Iván Restrepo

Esta vez, los damnificados por las lluvias y el viento en Veracruz y Tabasco no recibieron la visita del licenciado Calderón. Es que estaba inaugurando estadios, agasajando a quienes manejan el negocio del futbol a escala mundial y recibiendo malas noticias de los organismos internacionales y de los expertos sobre la marcha de la economía, la pobreza y la corrupción en México. En cambio, se ocupó de ellos, y mal, una panista consentida: Laura Gurza, quien en la Secretaría de Gobernación tiene a su cargo los asuntos relacionados con la protección civil y el apoyo a damnificados. Lo hizo de la mano del titular de Desarrollo Social, pero para cuestionar el número de víctimas anunciadas por los gobernadores de esas entidades. Que no son 200 mil en Tabasco, apenas 40 mil, dijo la funcionaria; que los municipios afectados son dos en cada estado, agregó. Que urge comida, clama el gobernador Granier. Ya dimos, responde Cordero en gira por Tabasco. El martes pasado eran 12 los municipios veracruzanos declarados en desastre. Y por lo menos cuatro en Tabasco. Y es que según el número de víctimas es el tamaño del apoyo público que recibirán. Bueno es recordar que en Veracruz y Tabasco el Revolucionario Institucional espera refrendar su hegemonía en los próximos comicios estatales.
Mientras en las alturas cuadran las cifras que más convengan políticamente, miles de familias de municipios tan importantes como Las Choapas y Agua Dulce, Huimanguillo y Cárdenas, Acayucan, Cunduacán, Comalcalco y Paraíso, Nanchital, Uxpanapa, Zaragoza y el corredor agroindustrial de Coatzacoalcos-Minatitlán-Cosoleacaque sufren desde principios de mes por la inundación de sus casas, la pérdida de sus bienes, de su trabajo, cosechas y animales, y por la afectación de las vías de comunicación y otras obras públicas. Así lo confirman los reporteros de los principales diarios y de los noticiarios de la televisión. Nuevamente las imágenes llevan a recordar tragedias anteriores y las promesas de los funcionarios de que se tomarían oportunamente las medidas más adecuadas para evitar que el agua cause otra vez destrozos por doquier.
Ahora de nueva cuenta la intensidad del viento puso al descubierto la desidia oficial. En Tabasco, por lo menos cinco kilómetros del litoral resultaron seriamente afectados por la fuerza de las olas marinas que arrasaron la arena para después dañar casas y obra pública y privada. Al desaparecer la arena de las playas quedaron al descubierto hasta los ductos de Petróleos Mexicanos. Los lugareños informan que el mar avanza tierra adentro. Es algo que también se observa en otras áreas del Golfo y el Caribe mexicanos, en la península de Yucatán. El caso más publicitado es el de Cancún y la Riviera Maya, en Quintana Roo, por ser el polo de atracción turístico internacional más importante del país. Hoteles y fraccionamientos situados cerca del mar se quedan sin playas y en su afán de conservarlas y evitar el embate del oleaje construyen, sin autorización oficial, entre otras obras, espigones, que no hacen sino agravar la erosión de las áreas vecinas. De todas formas el mar avanza incontenible tierra adentro.
En tanto se anuncia que proseguirá el relleno de las playas perdidas en la zona hotelera de Cancún y Playa del Carmen, proyecto muy cuestionado que costará mil millones de pesos, la parte de playa recuperada a principios de este mes ya se la llevó el agua. No porque estuviera mal hecho el trabajo, dicen los expertos de la Comisión Federal de Electricidad, sino por el oleaje producido por el reciente huracán, y eso que pasó muy lejos de Cancún. Ahora vendrá el viento y el oleaje de los “frentes fríos” que azotarán la región. Por otra parte, ni el Poder Legislativo ni el Ejecutivo ni las instancias oficiales locales acuerdan medidas para evitar que se siga construyendo virtualmente al pie del mar. Ignoran así las advertencias de los expertos mexicanos y del resto del mundo de que el cambio climático, la erosión, afectarán severamente la franja litoral del país. Y que resulta mejor, económica y socialmente, prevenir los desastres “naturales” que remediarlos.
En el discurso de los funcionarios es prioritario luchar contra el cambio climático. La realidad muestra lo contrario.

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