domingo, 27 de octubre de 2013

El Mexico’s moment, un espejismo

GOBIERNO POSTRADO EN EL TERRENO ECONÓMICO
 

 

Luis Videgaray arrastra la cobija padeciendo lo duro y lo tupido de los malos datos económicos y del encono de empresas y ciudadanos por una reforma fiscal que al final quedó chata...
El Mexico’s moment, un espejismo
Jonathan Heath, uno de los economistas más respetados del país.
domingo, 27 de octubre de 2013

MÉXICO, DF (Apro).- Muy poco duró el optimismo desbordante del presidente Enrique Peña Nieto y su equipo económico, encabezado por Luis Videgaray, titular de Hacienda: heredaron una economía que creció 4.3% en promedio los últimos tres años y hoy lidian con una en recesión.
El ánimo festivo que los envolvió luego de su triunfo electoral en julio de 2012 —menos holgado de lo que preveían— no tardó en trocarse en desencanto y desesperación: El Mexico’s moment duró muy poco.
En efecto, esa imagen tan glamurosa del país, fabricada por la prensa extranjera y que muchos replicaron aquí —según la cual, por su empuje económico y sus promisorias perspectivas, México hacía palidecer a Brasil, Rusia y prácticamente a todos los países emergentes—, fue tan efímera que hoy el de Peña Nieto es un gobierno postrado en el terreno económico.
Y en el centro, el ya nada feliz capitán de las finanzas, Luis Videgaray, arrastra la cobija padeciendo lo duro y lo tupido de los malos datos económicos y del encono de empresas y ciudadanos por una reforma fiscal que al final quedó chata, lejos del "gran calado" que se le quería atribuir al inicio del sexenio.
LA HORA DE LA ESPERANZA
Los meses que siguieron al triunfo electoral del PRI fueron, sin duda, de alegría y emoción para Peña Nieto, su equipo y sus votantes. Todo parecía alinearse a la perfección para que, cuando tomara posesión, se hiciera posible "la hora de México", la oportunidad de este país para descollar por fin económicamente.
Y había razón.
Jonathan Heath, uno de los más respetados economistas del país, cuenta a Proceso cómo se fue perfilando lo que la prensa extranjera —sobre todo The Economist y Financial Times— llamaría después el Mexico’s moment:
"Una vez que salió de la recesión de 2008-2009 México fue de los países ganadores: crecimos en tres años a un promedio de 4.3%, arriba de la media de América Latina. Varios factores nos favorecieron: la industria automotriz de Estados Unidos se reestructuró a raíz de la crisis. Muchas de las líneas de producción de allá se vinieron a México. Hubo un impulso muy fuerte en la industria automotriz. Y como éstas representan más de 30% de nuestras exportaciones, pues jalaron mucho a la economía nacional.
"También las exportaciones manufactureras no automotrices aumentaron bien esos años, en buena medida porque muchas empresas estadunidenses empezaron a salirse de China, al ver que ya no había una diferencia tan abismal en los costos laborales entre el país asiático y México, y porque la cercanía con Estados Unidos hacía más bajos los costos de logística y transportación."
El país se vio favorecido también, dice Heath —cuyos análisis macroeconómicos son de consulta obligada en las instituciones financieras, en la Secretaría de Hacienda y aun en el Banco de México—, con los ajustes cambiarios, primero en 2008 con la caída del banco de inversión Lehman Brothers y después en 2011. "El tipo de cambio era más favorable para las exportaciones, a como estaba antes de la recesión.
"Y hay que recordar que las exportaciones no petroleras no solamente son el motor principal de crecimiento del país, sino —yo diría— casi el único."
Todo iba bien en la economía, dice Heath.
LA ‘TORMENTA PERFECTA’
Pero resulta que mientras Peña Nieto y su equipo celebraban su triunfo en las urnas, se confabulaban otros designios.
Dice Heath: "Más o menos a mediados de 2012 se conjuntaron una serie de factores, externos e internos, a los cuales llamo la ‘tormenta perfecta’, porque fueron todos al mismo tiempo: las exportaciones no petroleras dejan de crecer; las automotrices todavía lograron crecer un poco, pero ya no a doble dígito, no lo suficiente para que siguieran siendo ese motor que jale a la economía.
"Entonces, si nuestro motor principal de crecimiento empieza a perder fuerza, el efecto se traslada al resto de la economía.
"Al mismo tiempo las remesas empiezan otra vez a caer. Claramente desde junio-julio de 2012 y los siguientes 12 o 13 meses, hasta que tocan fondo y empiezan a recuperarse ligeramente en agosto pasado."
Eso es por la parte externa, consecuencia de la debilidad en la recuperación económica de Estados Unidos. Pero según el entrevistado, en el frente interno también hay cosas que se sumaron para dar al traste con el posterior optimismo del gobierno.
Primero, explica, la nueva administración se encuentra con que el gasto y la inversión públicos están prácticamente paralizados pues, como es típico al final de sexenio, el gobierno de Calderón se aplicó a gastar muy bien antes de las elecciones. Pero pasadas éstas y con la derrota a cuestas, aflojó mucho el ritmo del gasto en la segunda mitad del año. La inversión pública, pues, retraída, no jalaba a la privada.
"Al mismo tiempo el sector de la construcción, especialmente la parte de la edificación, entraba en crisis. El gobierno de Calderón había favorecido la edificación de casas de interés social. Sin embargo, se dieron cuenta de que se habían equivocado porque favorecieron mucho la construcción horizontal, la creación de una especie de pequeñas ciudades pero lejos de los centros de trabajo, sin la infraestructura adecuada, etcétera, con cierto compromiso de algunos gobiernos locales de apoyarlos.
"Pero no hubo ese apoyo de los gobiernos locales y entonces se encontraron con que muchas de esas viviendas se estaban abandonando. El Inegi empezó a levantar sus censos y encuestas y encontró que había millones de casas abandonadas".
En resumen, dice, la construcción sufrió un terrible desplome, con la consecuente pérdida masiva de empleos.
RECESIÓN
Por otra parte la oferta de reformas estructurales desde la campaña presidencial y el reiterado anuncio sobre las mismas que ha hecho el gobierno, produjo una actitud de mayor cautela en el sector privado, el cual no se arriesga a invertir de manera decidida ahora, hasta que no vea aprobadas las leyes secundarias y conozca bien a bien las nuevas reglas del juego.
"La misma inversión privada como que empieza a estacionarse y a dejar de crecer", dice y agrega: "Todo ese conjunto de factores, internos y externos, hace que la economía se desacelere".
Y la desaceleración se acentúa ya iniciado el nuevo gobierno por una caída fuerte en el gasto público, primero por la consolidación fiscal que propone el gobierno para enfrentar los desbalances fiscales de 2010 a 2012 —por eso propuso al principio el "déficit cero"— y luego por los subejercicios del gasto en la primera mitad de año.
La inversión pública se desploma; la privada, también, pues prefiere aguantar hasta ver las reformas.
La economía, entonces, en picada: el primer trimestre es de atonía, que se vuelve estancamiento en el segundo; en el tercer trimestre, del que no hay datos definitivos todavía, seguramente aparecerán signos de una muy ligera, incipiente, recuperación.
Dice Heath: "Cuando salen los datos ya actualizados del PIB de la primera mitad del año —cero crecimiento en el primer trimestre; -0.74% en el segundo— y todos los indicadores de tendencia, nos damos cuenta de que habíamos entrado en una recesión, muy ligera, pero al final de cuentas una recesión. No es la gran crisis tampoco, pero sí con una parte claramente negativa".
—El secretario de Hacienda dice que ¨técnicamente" no estamos en recesión —se le comenta.
—Dependiendo de cuál de las dos escuelas de interpretación se quiera utilizar. Para una la recesión empieza a mediados del año pasado y en la otra desde noviembre. Pero independientemente de la fecha de arranque, para los últimos datos que tenemos, que son de junio, de acuerdo con los indicadores coincidentes, la economía (por cualquier definición que se tome) claramente está en recesión.
NOS EQUIVOCAMOS TODOS
El entrevistado considera que no hay que imputar toda la responsabilidad a las autoridades por el mal comportamiento reciente de la economía:
"No es que hubieran hecho mal los diagnósticos. Simplemente no tenían las cifras completas y más porque el Inegi cambió de año base y cambiaron todos los datos.
"Yo no culparía al gobierno por algo que nadie vio, pues nadie lo vio. Simplemente nos equivocamos todos, analistas y gobierno, porque las cifras eran diferentes a como realmente fueron después", dice.
Sin embargo cree que 2014 es una incógnita. No le queda claro cómo el gobierno va a ejercer el gasto público deficitario propuesto al solicitar al Congreso un endeudamiento que llevará a un déficit de 1.5 puntos porcentuales del PIB, que en realidad será de 4.1%, en su medición correcta, mayor al de Francia y de muchos países europeos.
Lo más probable, dice, es que al entrar al mercado a pedir prestado para financiar el déficit "el gobierno le quitará recursos productivos al sector privado y lo va a gastar en programas sociales —pensión universal, seguro de desempleo, y demás—, que pueden ser gastos loables en el mediano plazo para abatir la inequidad que hay en la sociedad. Todo eso es plausible.
"Pero en el corto plazo ese gasto deficitario no necesariamente va a apuntalar el crecimiento económico; incluso, dependiendo de cómo vaya a hacer ese gasto el gobierno, puede hasta quitarle un poco de impulso al crecimiento económico."
A ello hay que agregar la reforma fiscal que esta semana deberá pasar por la aduana del Senado y, a su juicio, es recesiva.
CARLOS ACOSTA CÓRDOVA

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