lunes, 19 de mayo de 2014

Juan Pablo I desató la ira de la curia y ésta acabó con él

No fue un paro cardiaco, se sostiene en Plegaria por un Papa envenenado, de Evelio Rosero

Cuando Luciani fue hallado muerto, los jerarcas de la Iglesia no permitieron la autopsia; se entiende que había una componenda entre algunos de ellos y las mafias romana y de EU, afirma
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Espero que a través de mi novela se reconozca de nuevo la figura y los propósitos de Albino Luciani, expresó el autor en entrevistaFoto Milcíades Arévalo
Ericka Montaño Garfias
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de mayo de 2014, p. 6
Apenas 33 días después de haber sido elegido papa, Albino Luciani, Juan Pablo I, fue asesinado. Esa es la verdad que el escritor colombiano Evelio Rosero asume en su nueva novela Plegaria por un Papa envenenado, que acaba de presentar en el Hay Festival de Cartagena. Es el envenenamiento y no un paro cardiaco, como afirma la versión oficial, la que sirve para recuperar la figura de quien algunos consideran el jefe de la Iglesia católica más progresista de la historia.
El 26 de agosto de 1978, Juan Pablo I apareció muerto. Yo tenía 20 años de edad y estaba enamorado: ni me enteré, escribió Rosero en la nota de autor que aparece al final del libro, publicado por Tusquets.
Años después leyó En nombre de Dios, de David A. Yallop: Una investigación enjundiosa sobre la vida y la obra de Luciani, y adelanté mi obra como la escribí. No pensé si se prestaba para una novela policiaca, aunque el tema lo da, porque es un envenenamiento. Cuando el papa Luciani fue encontrado muerto, los jerarcas de la Iglesia de inmediato lo mandaron embalsamar, no permitieron la autopsia, lo que ya da a entender que había una componenda entre algunos de ellos, la mafia romana, en confabulación con la mafia estadunidense.
Juan Pablo I, entre otros, se proponía acabar este lavadero de dólares en que se había convertido el Banco del Vaticano, encabezado por (el obispo) Marcinkus, que dirigía esa institución, dice en entrevista vía telefónica.
Albino Luciani fue el primero en hablar de una Iglesia de los pobres, discurso que hoy maneja el papa Francisco. El primero en proponerlo fue Luciani, quien quería que un gran porcentaje de las ganancias de los haberes de la Iglesia se dedicaran a los países en vías de desarrollo, a la gente pobre, además de estos cambios fundamentales como que las mujeres fueran ordenadas sacerdotes, acabar con la prohibición del aborto, estaba de acuerdo con el uso de la píldora anticonceptiva. Ya tenía planeado grandes cambios fundamentales en la Iglesia y por eso desató la ira de la curia, que se propuso acabar con él, envenenarlo.
Rosero, autor de Los ejércitos La carroza de Bolívar, es un católico no practicante. Fui bautizado como la mayoría de los colombianos, confirmado, hice la primera comunión, pero no voy a misa. Prefiero leer la Biblia. No creo en lo que establece la Iglesia, que parece más un Estado con intereses determinados y puramente terrenales; desde ese punto de vista no podía decir que soy católico.
Añade el novelista: “No sé si espero reacciones de la Iglesia. Me dio mucha curiosidad lo que pasaría. Estuve en el Hay Festival de Cartagena y la gran mayoría de los lectores que se me acercaban no sabían de Luciani, como yo.
Hace unos años, antes de acometer la novela, tampoco sabía de la existencia de este papa, ni que había sido asesinado a los 33 días de su pontificado. Yo tenía 20 años cuando ocurrió esto, y me enteré años después con la obra de Yallop. Espero que a través de mi novela se reconozca de nuevo la figura y los propósitos del papa Albino Luciani, quien también era escritor; con eso ya me contentaría. No me propongo mayores repercusiones. Recuerdo que una de las lectoras que se me acercó en el Hay Festival me aseguró que haría llegar el libro al papa Francisco, eso sí me dejó con incertidumbre.
Todos los nombres de los involucrados en la muerte de Albino Luciani son reales, y es desde la ficción donde Rosero da “una semblanza humana del personaje, y una visión histórica de lo que realmente hizo o quiso hacer y de lo que dijo. Todo a través de la información histórica que adelanté no sólo con la obra de Yallop, sino de muchos autores que han escrito y lo seguirán haciendo sobre la figura de este papa.
Robo y pedofilia
Así logré mi trabajo plenamente literario, que era mostrar ese aspecto humano sobre todo en la catequesis, esa que en la novela imparte a los catequistas del mundo y que está basado en la que escribió y publicó. Con base en ella hago un encuentro con los catequistas del mundo y la intervención de Marcinkus, que finalmente sirve de ejemplo para hablar de lo que es el robo en la Iglesia.
Juan Pablo I en esa catequesis hablaba también de ese problema endémico dentro de la Iglesia que es la pedofilia. En esa época todavía no se demostraba, no se denunciaba públicamente. Hasta ahora comenzaron a pedir perdón.
Contra lo que pudiera pensarse no es una novela policiaca. La forma está más cercana a la fórmula de la tragedia griega en la que el coro está a cargo de las prostitutas de Venecia, donde Albino Luciani, el último papa Italiano hasta ahora, ejerció como patriarca.
“Es posible que el antecedente literario sea la tragedia griega, pero yo no me lo propuse voluntaria o conscientemente. Hubo muchos comienzos de la novela, muchos esbozos, borradores y por fin apareció este coro de las prostitutas de Venecia, que me pareció más indicado para adelantar la obra y que fueran ellas, con su diálogo, las que fueran dando cuenta de los sucesos que rodean a Luciani, cómo lo increpan, lo alientan, en fin, todo lo que ocurre en la novela.
Se meten con el mismo autor, que es otro personaje que les pregunta qué hacen aquí, por qué me interrumpen. Es un juego literario que adelanté conmigo como autor y que finalmente se adueñó de la voz total de la obra. Las protagonistas son las prostitutas de Venecia que en la vida real fueron las que recibió Luciani en el patriarcado de Venecia: tenía una oficina dedicada a atender los problemas de las prostitutas viejas, los ex presidiarios, los mendigos, que no tenían ayuda del Estado. Les entregó la ayuda que pudo, tanto cuando fue párroco como cuando fue patriarca de Venecia. Como papa, pensaba únicamente en los demás, no en el poder que le daba su cargo de pontífice, o la ambición que marca la vida de muchos de los jerarcas de la Iglesia.

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