jueves, 29 de mayo de 2014
– ¿Piensa usted escaparse?— le preguntaron a El Chapo informalmente durante una diligencia en el penal de máxima seguridad del Altiplano hace unas semanas.
—Nooo— respondió con su marcado acento norteño. Ya vi y ahora sí está bieeen cabron.
—Pues está bien cabron por usted, porque usted se fugó— remató su interlocutor y los dos sonrieron.
Joaquín Guzmán Loera suspiró y se explayó: contó al Ministerio Público su versión de cómo se escapó de la cárcel de supuesta máxima seguridad Puente Grande, Jalisco, en enero de 2001.
Éste es el relato del líder del Cártel de Sinaloa, según lo revelaron fuentes de alto nivel con acceso a la investigación:
El Chapo nunca pensó que una broma se iba a volver realidad. Joaquín Guzmán Loera, capturado entonces por la investigación sobre el asesinato del cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas Ocampo, tenía toda la confianza en la operación de sus abogados. Habían sido más de seis años en la prisión. Mataba el tiempo platicando con directivos, custodios, empleados, personal, comiendo mal y saliendo poco al sol.
Aguardaba impaciente la sentencia. Sus abogados le contaron que “tenían apalabrado” al juez para que lo dejara libre. Así que para él era cuestión de días, máximo semanas.
Pero la estrategia falló: sus abogados le justificaron que el juez fue cambiado y el nuevo lo sentenció a 25 años de cárcel. El capo no imaginó su futuro encerrado tanto tiempo. Y buscó una salida.
Solía vacilar con el empleado que llevaba el carrito de la lavandería. Le sugería que lo escondiera entre la ropa sucia y lo sacara de ahí. Y los dos reían. Se decían compadres.
Pero después de la sentencia, Joaquín Guzmán Loera se lo dijo en serio y a través de sus abogados le dio algo de dinero para comprarle ropa. A los pocos días, el trabajador lo subió a su carrito en un “punto ciego” donde no alcanzaban las cámaras de seguridad y, en cosa de diez minutos, lo sacó de la cárcel y lo subió a su coche. “Fueron los diez minutos más largos de mi vida”, relata El Chapo. Ya en el vehículo, se cambió de ropa y se fue a los estados del noroeste donde siempre ha tenido sus dominios.
—¿Y cuánto pagó por su fuga?
—¿Que cuánto pagué? Nada. Sólo me pidió prestados 30 mil pesos una vez y otros 50 mil pesos tiempo después. De cuando en cuando nos vemos y nos seguimos diciendo compadres.
En el mismo relato, Joaquín Guzmán Loera expresó que de quien sí se hizo muy, muy amigo fue del número dos del mismo penal de máxima seguridad de Puente Grande: Dámaso López Núñez, quien fungía como director de Custodia y Seguridad. A López Núñez le apodan El Licenciado y según el pronóstico de El Chapo, él se quedará con el Cártel de Sinaloa.
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