Ylo volvió a repetir Felipe Calderón, ahora en el Palacio Nacional, a propósito de su cuarto mensaje de gobierno: pronto alcanzaremos la cobertura universal”. Como la de Fox, la política de “salud” de Calderón y la entera década panista se consumió obsesionada con un mal diseñado mito que surte metas triunfalistas electoreras de afiliación automática. Pero no cura. Tampoco previene, ni rehabilita. No mejora servicios. Y gasta muy mal.
Días antes, el 6 de agosto de 2010, por enésima ocasión, el secretario José Ángel Córdova Villalobos declaró que “con más de 37 millones” de personas afiliadas al Seguro Popular el país “avanza” hacia la meta de cobertura en “beneficio” de 49 millones de personas. También recordó el dicho favorito de su antecesor Julio Frenk: “mientras al IMSS le llevó 15 años, el Seguro Popular la alcanzará antes de ocho años e, incluso, la superará. Estamos a pocos meses de lograr la meta”.
Sin detallar cuánto y cómo duplica, para Córdova, el Seguro Médico para una Nueva Generación, o Seguro Popular petit, tampoco se queda atrás: “afilió” a 3.5 millones de niños.
La “pequeña” diferencia es que, después de la “reforma” con que Ernesto Zedillo lo descapitalizó (1995) y aún en las condiciones que le reservaron los negros 10 años de Levy, Molinar Horcasitas y Karam, el IMSS sigue atendiendo integralmente.
Mientras el Seguro Popular primero afilia y luego, cuando dice que “atiende”, limita al portador de su “empoderada” póliza a 276 intervenciones: la cobertura “universal” incompleta, racionada y básicamente “preventiva” del Catálogo Universal de Servicios Esenciales.
Para los padecimientos “costosos” –justo los que hoy enferman y matan– todo dependerá de la “disponibilidad” presupuestal del Fondo de Gastos Catastróficos, que apenas cubre 49 intervenciones; disponibilidad severamente erosionada por los gastos –aún no oficializados– de la epidemia de influenza A/H1N1. A lo que aún habrá que agregar lo que “ordenen” y “prioricen” los señores gobernadores.
Junto con el cumplimiento de la meta que lo desvela: “cubrir un millón mensual”, Córdova ostentó otro “avance” de su “cobertura” racionada. A partir de 2011, dijo, los afiliados al Seguro Popular que lo requieran “contarán” con el tratamiento para trasplante de córnea y se “contemplan”, igualmente, linfomas, así como “diversas” enfermedades cardiovasculares.
Antes Córdova había ofrecido tratar tumores malignos de infantes y mujeres, así como el VIH-sida, al tiempo que Calderón agregaba la atención universal a mujeres embarazadas (mayo 2009).
Por su parte, el senador panista Guillermo Anaya solicitó que se atendieran los males “mentales” (septiembre 2009), el doctor Kershenobich pidió que se incorporaran las hepatitis (septiembre 2010), mientras el propio (cuarto) comisionado de Protección Social en Salud, Salomón Chertorivski, reconocía (septiembre 2009) que el “dinero” del Seguro Popular era “insuficiente para garantizar la atención de enfermedades graves, aunque hay una lista de 61 más, entre ellas infartos, insuficiencia renal y hemofilia en adultos, que por ahora no podrán incluirse”.
Pero poco cumple la “universalidad” de Calderón. Por lo que toca al cáncer de mama, oportunamente se denunció el déficit nacional en mastografías. Para 2008 apenas se disponía de 12.6 mastógrafos por cada millón de mujeres. El sector público contaba con 346, de los cuales 63 por ciento correspondían a la seguridad social. Los hospitales privados tenían 273.
Y también se cuestionó de frente (octubre 2009) un anteproyecto de norma oficial mexicana (041-SSA2-2009) impulsado por Córdova –bajo análisis de la Comisión Federal de Mejora Regulatoria–, que restringe la promoción de las mastografías, reduciendo el grupo poblacional que debe realizar los estudios: los más efectivos para la detección oportuna.
Mientras la NOM vigente indica que las mastografías deben realizarse a todas las mujeres mayores de 40 años –por considerar esta edad como factor de riesgo–, el anteproyecto pretende que sólo se practiquen a aquellas que tienen entre 50 y 69 años. Lo propuesto contrasta con la evidencia científica que indica que hasta 40 por ciento de las pacientes tienen menos de 50 años de edad. La misma Sociedad Americana de Cáncer recomienda realizar una anual, tras cumplir 40 años.
Así, la chata visión de “costos” de la Ssa-Córdova sacrifica el diagnóstico oportuno, cuando las probabilidades de sobrevida del cáncer avanzado son menores y los recursos para tratamiento muy superiores.
Además, el costo promedio del tratamiento en el Seguro Popular de Calderón es más caro que en el IMSS. Durante 2008, al primero le costó 196 mil 960 pesos anuales tratar a una paciente, mientras en el IMSS sumó sólo 8 mil 845 pesos.
Aunque Córdova quiere mucho más dinero para el próximo año: “un aumento presupuestal de entre 10 y 15 por ciento”, como si los 53 mil millones de pesos que recibió en 2010 no fueran suficientes, sin siquiera considerar la magnitud del subejercicio. Según la SHCP, al primer semestre de 2011, el Seguro Popular había ejercido sólo 30 por ciento de sus recursos, de lo cual Córdova responsabiliza, evidentemente, a la “falta de planeación y coordinación” de “algunas” entidades federativas.
Enfilado a la próxima jornada electoral de Guanajuato, Córdova –como Calderón– hace un balance “muy positivo” de su gestión aunque, faltaba más, concede: “siempre hay cosas que hacer y el reto sigue siendo la calidad”.
¿De su cobertura “universal”, del proceso electoral en Guanajuato o del cuatrienio de Calderón y el mito de una fantástica cobertura de “salud” tecnocráticamente racionada?
*Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco
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