Stephen Gibbs
BBC, Ciudad de México
BBC, Ciudad de México
Decapitan, torturan y extorsionan. Después rezan y hacen obras de caridad.
El cartel de La Familia es, quizás, el ejemplo más extremo del paradójico enemigo al que se enfrenta México al tratar de derrotar la delincuencia organizada.
Es una lucha que sería mucho más fácil si los carteles fueran bandas de delincuentes al margen de la sociedad.
Pero ellos son, en muchas zonas, parte de la sociedad.
“La Familia fue originalmente una estructura social. Y lo sigue siendo, de muchas maneras”, dice el ex fiscal general adjunto de México y experto en crimen organizado, Samuel González Ruiz.
Se cree que el grupo se originó en la década del 80 como una organización de autoprotección entre productores de marihuana y opio en el estado de Michoacán.
En los años 90 los productores, que establecieron una alianza con los vecinos del cartel del Golfo, llevaban adelante el rentable negocio del contrabando.
Como otros carteles mexicanos de drogas, se beneficiaron de la masiva y exitosa restricción al narcotráfico liderada por Estados Unidos a lo largo del Caribe. Esa estrategia empujó el flujo de drogas hacia el oeste, a territorio mexicano.
Cuasi religiosos
La Familia se dedicaba al control de los puntos clave de entrada de la cocaína en la costa del Pacífico mexicano.
Los líderes de la organización no desperdiciaron la oportunidad y se embarcaron en una mayor expansión y diversificación.
Invirtieron en la producción de la droga sintética metanfetamina, se hicieron cargo del negocio local de los DVD piratas y establecieron un brutal servicio de cobro de deudas.
Investigaciones realizadas por el equipo de González señalan que el 85% del negocio legítimo en Michoacán actualmente tiene algún vínculo con La Familia, o con su dinero.
Se entiende que con los ingresos del grupo se han financiado escuelas, proyectos de desagües e incluso iglesias.
Una característica curiosa de la organización es que, según documentos de inteligencia, desaconseja seriamente a sus miembros consumir alcohol o drogas y tiene una ideología cuasi religiosa.
Se cree que el presunto líder espiritual del grupo, Nazario Moreno González, también conocido como “El más loco”, ha publicado y distribuido su propia Biblia, basada en los escritos contemporáneos del predicador estadounidense John Eldredge.
“Está claro que es una herramienta de organización”, afirma el antropólogo y analista Elio Mansferrer .
“No importa si los líderes creen en eso o no”.
Notas firmadas por la familia son dejadas a menudo sobre los cuerpos mutilados de sus rivales, indicando que son víctimas de la “divina justicia”.
Poder político
La Familia se caracteriza por los métodos brutales que emplea para intimidar a sus enemigos.
En los últimos tres años se ha visto un crecimiento de los audaces intentos del cartel para intimidar a sus enemigos.
En 2006, cinco cabezas fueron arrojadas dentro de un club nocturno en el poblado de Urupan. La carta que acompañaba las cabezas decía: “Morirán sólo aquellos que merezcan morir”.
En 2008, una granada fue lanzada hacia una multitudinaria celebración del Día de la Independencia en la capital del estado de Morelia y a comienzos de este año, en una aparente revancha por el arresto de uno de sus líderes, doce policías federales fueron capturados, torturados y asesinados.
A raíz de esos hechos, el presidente mexicano Felipe Calderón envió miles de soldados y policías a Michoacán, que es su estado natal.
El gobierno también dice tener evidencias de que La Familia ha estado utilizando su poder económico para comprar poder político.
En mayo, las autoridades federales arrestaron a 10 alcaldes y otros 20 funcionarios locales en Michoacán, alegando que habían vendido favores a La Familia.
Los últimos arrestos en EE.UU. confirman lo que México ha advertido durante mucho tiempo a las autoridades estadounidenses: que las drogas que cruzan la frontera todos los días lleva también la delincuencia organizada.
Pero algunos creen que la particular debilidad dentro de México la ha hecho vulnerable a los carteles.
El desempleo generalizado, la corrupción dentro de las fuerzas de seguridad y la amplia brecha entre ricos y pobres configuran un terreno perfecto donde grupos como La Familia pueden florecer.
“El tráfico de drogas”, resume González, “es un síntoma de una enfermedad mucho más profunda”.
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