lunes, 4 de junio de 2018

La batalla en el desierto: Sobrevivir de candelilla


En el ejido Nuevo Yucatán no crece ni maíz ni frijol, pero abunda la candelilla
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La batalla en el desierto: Sobrevivir de candelilla
Fotos: Zócalo | Josué Cepeda
Por Ernesto Acosta Sosa 

Saltillo, Coah.- Clemente trae la cera de candelilla corriendo por sus venas. Y cómo no. Su abuelo fue candelillero al igual que su padre. Su bisabuelo debió serlo, sin duda alguna. En esas tierras donde el calor es feroz y la falta de agua reseca la piel, los labios, la boca y agrieta la tierra, donde los arroyos están secos, no puede haber nada más para sobrevivir.
Maíz y frijol no “prenden” en los campos desolados del semidesierto coahuilense. Pero la naturaleza es misericordiosa y les regaló un tesoro escondido bajo la tierra y que brota en forma de planta. Una planta noble, tan noble que cuanto más fuerte es la sequía, más bondadosa se muestra con los campesinos para que obtengan más producto. Dios aprieta, pero no ahorca.

Apenas a los 7 años de vida, el destino retó el valor y fortaleza de Clemente Vega Delgado. Lo puso a prueba para sobrevivir en esas tierras agrestes, rudas y ásperas del ejido Nuevo Yucatán, en Ramos Arizpe. A esa edad quedó huérfano de padre y se vio obligado a convertirse en un pequeño candelillero para ayudar al sostenimiento de su madre y una hermana de 10 años. Sólo terminó la primaria. No hubo otro camino más que enfilar rumbo al campo abierto.

“Tengo 28 años cortando candelilla, tenía 7 años cuando empecé a cortar y aquí me ve… un tío que se llama Joaquín, él me la quemaba porque yo estaba chiquito. Nomás agarré el ritmo y yo solo (empecé)”.

Casado con Luz Elena y padre de Karina Guadalupe, de 6 años, seguirá su camino de candelillero hasta morir. 

“Quiero trabajar para que ella salga adelante, aunque sea en la candelilla, porque el Presidente, el gobernador dicen que los niños estudien, pero ¿si no nos compran la candelilla?”.

Karina Guadalupe también realiza un gran sacrificio para estudiar. A las 6 de la mañana, junto con otras niñas y niños aborda una camioneta para acudir a la escuela en el ejido Estación Marte, ubicado a poco más de 33 kilómetros de camino de terracería en territorio de General Cepeda. El mal estado del camino alarga la distancia. Regresa a casa poco después de las 3 de la tarde.

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