martes, 8 de septiembre de 2020

La crisis de Morena y el telecandidato


L

a aplastante victoria electoral de Morena en julio de 2018 fue también el inicio de su más profunda crisis. Ya había muchas críticas fundadas a la gestión de la secretaria general en funciones de presidenta del partido, pero, cuando muchos cuadros pasaron al gobierno, se reconstruyó un Comité Ejecutivo Nacional (CEN) que entró en una espiral de desatinos de que ya hablamos (https://bit.ly/3i8MvL7).

Eso también fue posible por errores anteriores, como la inexistencia de criterios para la construcción de alianzas y candidaturas; la creación de grupos personalistas (particularmente, pero no sólo, el de Ricardo Monreal); el uso faccioso o al menos poco transparente del padrón y la afiliación (responsabilidad del entonces secretario de Organización, Gabriel García Hernández), y que los conflictos internos no se dirimieran en los órganos internos, sino fuera.

Esto último es particularmente grave, y causa de la actual crisis. El partido tiene una Comisión de Honestidad y Justicia que resuelve las demandas internas de violación a estatutos y principios casi siempre de manera correcta; pero desde muy temprano, a esa comisión le quitaron los dientes: sus resoluciones fueron recurridas ante el Tribunal Electoral, que casi siempre ha dado la razón a quienes demandaban contra el partido. Quienes empezaron a hacerlo y asesoraron a otros tienen nombre: Ernesto Prieto Ortega y Ernesto Prieto Gallardo, quienes se relevaron en la presidencia de Morena en Guanajuato.

La ausencia de un padrón confiable y la judicialización de nuestra vida interna (a la que también abonó, hay que decirlo, la querella promovida por Alfonso Ramírez Cuéllar contra Yeidckol Polevnsky, que me parece, por lo menos, muy inoportuna) le allanaron el camino a Alejandro Rojas Díaz-Durán y otros personajes, a recurrir de nuevo a ese tribunal que casi siempre falla contra Morena, para que la elección del presidente del partido quedara en manos del INE.

La resolución del tribunal y su interpretación a manos del INE son contrarias a la legalidad, violatorias de los principios de equidad de género que en Morena ya son moneda corriente, y convierten una cuestión política en un concurso de a ver quién es más famoso… eso ha permitido que dos hombres que no cumplen los criterios exigidos por el estatuto se hayan postulado para presidir Morena, el partido que debería ser la principal palanca de apoyo a las transformaciones reales que lleva a cabo el gobierno y garantía de continuidad, hacia la izquierda, del proyecto de transformación encabezado por AMLO.

De Mario Delgado todos sabemos que se sumó a Morena al cuarto para la victoria, y que antes de eso suscribió el Pacto por México y operó para que los legisladores del PRD aprobaran la mal llamada reforma educativa. And a very long etcétera.

El otro aspirante que no cumple los requisitos del estatuto es Gibrán Ramírez Reyes. Surgió misteriosamente (no se sabe que el partido lo haya designado o comisionado para ello) como uno de los voceros de la campaña de 2018, aunque desde antes tenía muchos espacios en Milenio y Televisa. Encontramos el origen de estos espacios en sus antecedentes familiares y no en su trayectoria, aunque una vez en ellos, demostró una razonable capacidad para debatir contra los telectuales de la derecha que jamás invitarían ni se enfrentarían en abierto debate con los que construyeron el proyecto alternativo de nación. Eso dio a Ramírez cierta notoriedad, inflada por los medios. Además de esos contactos familiares, Ramírez formó parte de un grupo llamado Democracia Deliberada, cuyas posiciones teóricas surgen de las que reproducen el ITAM y el CIDE. Hay que recordar que quien lo llevó a la administración pública fue Germán Martínez, cuyas posiciones elogió y respaldó durante meses. No sobra señalar que cuando expliqué en las redes sociales estos antecedentes (y otros), fácilmente verificables, Ramírez Reyes reaccionó con una falta de madurez que demuestra, sin duda, su falta de sensibilidad para un cargo de las características del que aspira.

Ramírez suele decir que estuvo en la construcción de las juventudes de Morena y no sólo como vocero en los medios que habían establecido un cerco informativo contra el movimiento. En estos días hice un sondeo entre quienes construyeron la red nacional de jóvenes de Morena desde 2012: casi todos coinciden en que nunca lo vieron en el trabajo real, y que es un #telecandidato.

Como en 2017, sigo convencido de que es necesaria la pluralidad en el gobierno y el movimiento. Que Delgado y Ramírez sigan en el gobierno. Pero para presidir el partido que debe refundarse para ser capaz de respaldar al gobierno, formar cuadros, construir la cultura política, ser correa de transmisión entre pueblo y gobierno, y garantizar que se produzca la Cuarta Transformación y que ésta no sea sólo un sexenio de respiro, se requiere trayectoria, coherencia, capacidad política y lealtad a los principios.

Twitter: @HistoriaPedro

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