Las notas póstumas muestran que 73% toma esa decisión por “no tener objetivos para vivir”. Preocupa a especialistas alza de incidencia en menores de 20 años Domingo 27 de marzo de 2011 Ignacio Alvarado Álvarez El Universal GUANAJUATO, Gto.— La gráfica que maniobra Rosa Elda Villalobos muestra una creciente actividad de suicidios de jóvenes menores de 20 años entre 2009 y 2010. Sobre el papel blanco, los indicadores que tiene la encargada del área de salud mental en el estado, aparecen como riscos multicolores de los que sobresale el amarillo del año reciente. “El rango de edad de 9 a 14 y de 15 a 19 años, definitivamente va en incremento en el número de casos”, dice mientras el auto se desliza a mitad de una zona de montañas entre Guanajuato y Dolores Hidalgo, donde ese mediodía la esposa del presidente, Margarita Zavala, inauguró un centro Nueva Vida, destinado a muchachos con problemas de adicción. El consumo de drogas y alcohol es uno de los factores que alienta este repunte, señala Villalobos. De allí que el gobierno local haya emprendido desde 2007 un esfuerzo para contrarrestar el suicidio, que se duplicó en cinco años, de acuerdo con sus propias mediciones. Tan sólo de 2006 a 2007 la tasa creció de 3.7 a 6.03 por cada 100 mil habitantes. Las autoridades iniciaron entonces un programa integral para hacerle frente al fenómeno, acrecentando en cuatro el número de sicólogos y centros de atención para tratar casos de ansiedad, depresión y adicciones. Pese a ello, los adolescentes engrosaron la estadística con una de cada cuatro muertes autoinfligidas en ese periodo. Los números pueden resultar preocupantes, leídos así nomás, dice la funcionaria. Lo que ella piensa es que hasta antes de 2007 se tenía un subregistro de casos. “No sabemos en verdad qué tanto se estaba contabilizando en las estadísticas del estado”, refiere. Pero desde 1995 la Organización Panamericana de la Salud y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) identificaron el creciente número de jóvenes que deciden quitarse la vida, no sólo en esa entidad, sino en el resto del país. Con esa base de datos, algunos investigadores han emprendido estudios para determinar las causas del problema. En términos generales, concluyen que además de la relación por el consumo de drogas y alcohol, los suicidios obedecen a la ausencia de objetivos de vida. Hace tres o cuatro décadas la muerte autoinfligida mantenía niveles tan bajos que no inquietaban a casi nadie, dice Ana María Chávez Hernández, fundadora de la Asociación Mexicana de Suicidología. Como investigadora de la Universidad Autónoma de Guanajuato ha dedicado más de una década al estudio del suicidio y emprendido uno de los pocos análisis sobre notas póstumas que existen en México. Entre 1995 y 2001, en un primer abordaje a los recados que dejaron 116 de 747 víctimas, halló que 73% de quienes expusieron sus motivos de muerte aludieron “no tener objetivos para vivir”; 46.7% tenía una edad entre 20 y 29 años y 36.4% era menor de 20. Un segundo análisis, a publicarse este verano, mostrará cambios sustanciales, como que el rango de edad de los suicidas bajó significativamente, a la par que crecieron las menciones de “no hallarle sentido a su existencia”. Entre 1970 y 2007 el suicidio registró en México un aumento de 275%, dice un estudio publicado en agosto por Guilherme Luiz Guimaraes Borges, investigador del Departamento de Atención a la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), unidad Xochimilco. Desde entonces la tendencia es considerable en el grupo de 15 a 29 años y es ese mismo grupo el que más piensa en el suicidio. Borges ilustra con un dato la gravedad del problema: en 12 meses, 6 millones 593 mil 600 tuvieron ideación de suicidio, 593 mil 600 intentaron quitarse la vida y 99 mil 731 debieron ser atendidas después del intento. El INEGI aún no publica las cifras de suicidios en 2010, pero los especialistas cuentan con proyecciones que plantean que la muerte autoinfligida se habría triplicado en los últimos 40 años. Desesperanza, pobreza, drogas... Guanajuato registró uno de los aumentos más notables de suicidios del país en el último lustro. Las estadísticas del INEGI lo colocan en el número siete de entidades con mayor registro de muertes por esa causa. Si ello obedeció a un subregistro en el pasado o no, los hechos demuestran en todo caso que se trata de una tendencia nacional. Guanajuato tiene sus particulares, como encabezar la lista de expulsión de migrantes hacia Estados Unidos, con 118 mil en cinco años, o figurar en el onceavo puesto de subdesarrollo social, según una medición de 2007 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Eso puede explicar parte de las expectativas truncas que ven los jóvenes, dice Chávez, pero es el mismo caso de estados tan disímbolos como Tabasco y Nuevo León, cuyos trastornos sociales son igualmente distintos a los del Bajío. El sureste mexicano registra la mayor proporción de suicidios que hay en México. Quintana Roo está a la punta con 11.5 casos por cada 100 mil habitantes. Le siguen Yucatán, con 11.3; Campeche con 10.4 y Tabasco con 8.7. Son datos que se basan en estadísticas del INEGI entre 2005 y 2009. La zona maya, dice Alejandro Madrigal, director del departamento de Salud Psicosocial de la Secretaría de Salud de Tabasco, ha venido enfrentando el problema de jóvenes suicidas desde hace años. Los registros que lleva desde 2005 indican que 70% de los casos de dicha entidad fueron consumados por personas de entre 10 y 19 años. “Es la población que está más expuesta a drogas, alcohol y violencia intrafamiliar”, explica. “Se han dado casos de niños de 10 años que se suicidan porque el papá los regañó por sus (malas) calificaciones, o porque andaban en noviazgo”. Los adolescentes engrosan también las estadísticas de suicidio en Nuevo León, que de 2008 a 2010 registró un aumento de más de un punto porcentual, al pasar de 3.9 a 5 por cada 100 mil habitantes. La entidad, una de las tres más ricas del país, es socialmente distinta a la zona maya, pero allí la racha suicida ataca también a los más jóvenes. Patricia Cerda es investigadora de la Universidad Autónoma de Nuevo León y por ocho años ha centrado sus trabajos de campo en el análisis de la violencia, sobre todo en el suicidio. Antes de 2008 la muerte por suicidio en el estado era superior a la tasa de homicidios. Desde entonces, sin embargo, el repunte de violencia disparó los asesinatos y eso influyó en el ánimo colectivo. La desesperanza, la mala economía y el paulatino aumento del consumo de drogas impactaron los niveles de angustia y depresión que han motivado la ideación suicida, los intentos por quitarse la vida y consecuentemente la muerte autoinfligida, afirma la investigadora. “Cuando analizamos los casos por rango de edad, vemos que se ha potencializado mucho el suicidio entre la gente joven, que va de los 15 a los 35 años. Y en este rango se incluyen sobre todo aquellos individuos de las clases medias y altas”, dice. “La violencia que estamos viviendo causa aspectos depresivos y aspectos de estrés que tienen qué ser abordados con urgencia”. Cambio en la estructura familiar Lo que sucede en el país es una transformación del orden social que debe ser tomada en consideración para analizar el fenómeno, explica Guilherme Luiz Guimaraes Borges, investigador del Departamento de Atención a la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Xochimilco. Es posible que la violencia social en varias regiones influya en el desánimo o depresión de los individuos y que eso los lleve a la idea de quitarse la vida, a intentar lo o consumar el acto. Pero lo que es definitivo para explicar las causas es el resquebrajamiento del modelo social prevaleciente hasta hace relativamente poco. “Lo que quiero decir con esto es que aunque el desempleo o la violencia pueda afectar la tasa del suicidio en lo inmediato, hay algo más en el fondo, y eso son los cambios sustanciales en la población mexicana, la forma en como esta población vive y muere a través de los años. Por ejemplo, algo que hemos enfatizado respecto al suicidio, es el cambio en la estructura familiar”, explica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) difundió en 2000 un estudio en países con población superior a los 100 millones de habitantes para analizar los “cambios en los índices de suicidio según grupos de edad” en intervalos de tiempo específico. Allí afirma que México es el país con el porcentaje más alto de incremento (más de 61.9% entre 1981 y 1995), por encima de la India, Brasil y la Federación Rusa. Hasta 1997 la tasa de suicidios en el país fue de 3.4 por cada 100 mil. Para 2009, las cifras del INEGI dan un promedio de 3.9. Ana María Chávez, investigadora de la Universidad Autónoma de Guanajuato, señala que los indicadores han ido a la alza de manera asombrosa en los últimos cinco años, acentuándose en zonas concretas del país. Un modelo exitoso para bajar incidencia Las autoridades de Tabasco emprendieron un esfuerzo para disminuir la incidencia. Los resultados en tres años, aunque modestos, han sido constantes, dice Alejandro Madrigal, el responsable de salud mental en el estado. En 2008 hubo 200 suicidios. Para 2009 bajó a 180 y 2010 lo cerraron con 174 casos. “Trabajamos con programas y centros de ayuda, pero por desgracia tenemos aquí lo que se conoce como el suicida tabasqueño, y ése es de impulso, de arranque, y difícilmente acude en busca de ayuda. Simplemente se quita la vida, y 60% de los casos lo hace influido por el alcohol”. El modelo emprendido en Tabasco fue importado a Guanajuato. Desde 2007 aumentaron la plantilla de sicólogos, de 40 a 200 y los distribuyeron en 70 unidades médicas y nueve centros de atención para adictos. Rosa Elda Villalobos, encargada de salud mental de la entidad afirma que el programa ha dado resultados, si bien el número de adolescentes y jóvenes suicidas crece. En Guanajuato opera un centro de atención de crisis sicológica desde mayo de 2007 donde han atendido más de 19 mil llamados de personas con crisis emocionales, como angustia y depresión; 60%, mujeres y 40% hombres, de entre 30 y 35 años, dice la coordinadora Gisela Martínez. “En los siguientes 10 años, a menos que se haga un ejercicio mucho más específico en el país en términos de prevención, el problema va a seguir creciendo a la misma velocidad de los últimos 40 años. No veo una contratendencia. En el caso de las conductas suicidas tenemos un grupo de jóvenes en el que todas las encuestas que tenemos nos muestran que son el grupo más afectado y que si no ponemos a su disposición servicios preventivos y actividades específicas, no veo cómo augurar un mejor futuro”, dice Borges, el investigador de UAM.
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