Ahumada*
Jesusa Rodríguez
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Negros son los cartones, negro el
humor, negra la tinta, negro como el cielo nocturno es este hijo de
Tezcatlipoca. Ahumada, no podría llamarse de otra manera el artista de las manos
huesudas, del esmog omnipresente y la carcajada fría.
Hijo de Iztlacoliuhqui, el señor del hielo, con su pluma, como
cuchillo de pedernal nos abre de tajo cada mañana para sacarnos las tripas y
matarnos de risa... o de tristeza.
Mirarse en este espejo ahumado, lleno de premoniciones, donde
vemos las muecas del presente, la miseria humana y las sombras del futuro, no es
fácil, y sin embargo, gracias al ingenio del dibujante el reflejo de nuestra
realidad se torna melancólico. Extraño caso de un monero con alma de poeta, que
viaja por la negrura del cosmos porque tiene el alma asociada a la luna y las
estrellas.
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Los cartones de Ahumada debieran aparecer en un diario
nocturno, un periódico de hojas negras y letras blancas, que publicara
únicamente noticias de hechiceros y salteadores, oscuros reportajes de muerte,
maldad y destrucción, o sea, las mismas que publican los matutinos, pero que,
como ocurre en los cartones de Ahumada, las recibiéramos al menos en la
oscuridad de nuestro interior y al declinar el día, para no amargarnos
tanto.
Aunque pensándolo bien, qué terribles serían nuestros sueños si
cada noche abriéramos ese diario negro y nos fuéramos al extraño mundo de los
dormidos después de ver semejantes noticias.
Los monos de Ahumada son para los días de eclipse total, para
cuando se aparecen los difuntos, son negros y cochambrosos como las sotanas de
los curas y las túnicas de los inquisidores oscurantistas, con la diferencia de
que estos cartones nos iluminan de tan profundos, como la obsidiana
resplandeciente.
Por eso es mejor que estos cartones negros aparezcan de día,
recién amaneciendo, a ver si con los rayos de la aurora nos engañamos un poco y
soñamos despiertos que el mundo es color de rosa y que Ahumada es sólo un
caricaturista.
Cuenta un antiguo mito que Ahumada encendió una hoguera y así,
acompañado del viejo Huehuetéotl, ofreció su sacrificio a Tezcatlipoca y encajó
en un alambre la realidad nacional, durante toda la noche dio vueltas y vueltas
aquella brocheta y amanecieron los políticos tiznados, los líderes charros
tiznados, los banqueros tiznados y dicen que todo amaneció carbonizado, hasta la
sangre humeante que derramó la conquista se chamuscó, aquellos quinientos coños
tan celebrados, donde nos cayó encima la santa madre iglesia junto con la madre
patria y pasamos a tiznar a nuestra propia madre.
* Introducción al volumen Lo mejor de
Ahumada, publicado en 2007.
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