Juan Monrreal López
Agosto 6 de 2008
Agosto 6 de 2008
Lerdo, Durango.- A menos de 72 horas de que aproximadamente mil feligreses se manifestaran por las calles de esta ciudad orando por la Paz, un nuevo ejecutado apareció atrás del panteón municipal ubicado en la Colonia San Isidro, sector donde el viernes 1 de agosto se rezó por casi dos horas en la Iglesia de Guadalupe, pidiendo la tranquilidad del municipio.
El lunes 4 de agosto, el cuerpo de quien en vida llevara el nombre de José Dolores Valerio Ontiveros de 34 años, fue encontrado cerca de los basureros municipales, con un tiro en la cabeza. Dolores Valerio, había pertenecido a distintas corporaciones policíacas, dejando el servicio hace tres años, según declararon sus familiares.
El viernes 1 de agosto, feligreses de esta ciudad acudieron a la convocatoria de la iglesia católica para peregrinar desde el Parque Guadalupe Victoria hasta la Iglesia de Guadalupe, conocida también como la Iglesia del Cerrito, enclavada en uno de los sectores más conflictivos de la ciudad. El llamado se hizo desde el púlpito de la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, - vecina del edificio de la presidencia municipal -, a raíz de que 4 policías fueron asesinados en el propio cuartel de la Dirección de seguridad pública municipal, además de dos civiles que murieron en las persecuciones de los sicarios, el pasado lunes 28 de julio.
Presidida por el Arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, la misa estuvo salpicada de desesperanza a pesar de las continuas arengas del prelado de que “los hijos del trueno, no tienen miedo”. La peregrinación siempre estuvo resguardada por hombres armados con fusiles de grueso calibre, incluso en las afueras de La Iglesia de Guadalupe.
Con presencia del alcalde Carlos Aguilera Andrade; los diputados locales, Ulises Adame de León; Roberto Carmona Jáuregui, sentados en primera fila, frente al pastor duranguense, los rezos y cánticos, más los llamados a los sicarios a que se arrepientan de realizar sus macabras tareas, “todos somos hijos de Dios, el Señor, los ama como a cada uno de sus hijos”, no fueron suficientes para detener la guerra de aniquilamiento que se libra en esta ciudad y en toda La Laguna por el control de la plaza de las drogas.
La mayoría de los feligreses, estuvieron ataviados con prendas blancas. Escucharon con atención las palabras del arzobispo tratando de encontrar “un camino de Paz, que las autoridades estatales y municipales, no nos dan”, confesó una de las manifestantes a Demócrata Norte de México.
Con voces trémulas, los fieles entonaron cantos para infundirse valor, por lo que el arzobispo guaseó, “si no tienen miedo, por qué cantan tan bajito”, obligando que la concurrencia subiera la voz, incluido el alcalde.
El prelado afirmó que,” es claro que el camino de la droga y la violencia es camino de sangre y muerte, de pecado y muerte eterna; y el que a hierro mata a hierro muere. Dios los mueva a cambiar y los perdone”.
En su exhortación final exigió que “las autoridades locales no se la pasen pidiendo al de arriba, aquí tienen que hacer algo, porque el verdadero camino de la renovación inicia desde abajo, desde la comunidad”.
Para terminar el Arzobispo Héctor González Martínez, reflexionó. “Un periodista me preguntaba ¿De qué sirven las oraciones ante todo esto?”
“Si sirve. Porque no sólo las realidades que vemos con los ojos son realidades verdaderas, Dios también es una realidad verdadera, la realidad más verdadera que hay”.
Lo cierto es que los asesinatos no paran. Que los habitantes de Lerdo a los que llamó “los hijos del trueno”, si tienen miedo, y que las autoridades estatales de Coahuila y Durango, siguen sin atinar que hacer con la ola de ejecuciones que azotan este municipio y la Laguna entera.
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