México, DF. El 28 de diciembre de 2004 murió la
escritora, ensayista, cineasta y activista estadunidense, Susan Sontag, víctima
de la leucemia. Mañana hace 8 años. Figura prominente del influyente movimiento
intelectual incubado en los años sesenta, Susan Lee Rosenblath nació el 16 de
enero de 1933. Hija de Mildred Jacobson y Jack Roswenblath, un traficante de
pieles muerto cuando ella tenía 5 años, tomó el apellido que la identifica del
segundo esposo de su madre, Nathan Sontag.
Su biografía abarcó una amplia serie de actividades y de
intereses de toda índole que incluyen la vida académica, el arte, la literatura,
la cultura de masas y los más variados movimientos sociales estadunidenses de la
segunda mitad del siglo XX. Su obra incluye títulos fundamentales para la
comprensión de la cultura contemporánea en un sentido amplio: Sobre la
fotografía, Notas sobre lo camp, Contra la
interpretación, La enfermedad y sus metáforas y Bajo el signo
de Saturno, entre otros.
Teórica de la estética gay, polemista deslumbrante que también
cuestionó a figuras intocables de la izquierda mundial, activista en la lucha de
la comunidad homosexual estadunidense por sus derechos, pacifista, Susan Sontag
tuvo la lucidez y el valor suficientes para señalar la responsabilidad de la
actitud imperialista de los gobiernos estaunidenses en el atentado contra las
Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001.
En mayo de 2003 viajó a México y visitó las comunidades
indígenas que formaban parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Casi
30 años antes, en 1974, asistió a un coloquio organizado por la Facultad de
Ciencias Políticas de la UNAM. En esa ocasión fue entrevistada por Elena
Poniatowska. En recuerdo del octavo aniversario de la muerte de Susan Sontag, y
en conmemoración del 80 aniversario de su natalicio, se reproduce aquella
charla, publicada en La Jornada el 30 de diciembre de 2004.
Quiero ser más sabia, por eso me hago las cosas
difíciles
Elena Poniatowska entrevista a Susan Sontag
Hace dos meses en Nueva York, Susan Bergholz me dijo: "Susan
Sontag está muy enferma con una leucemia muy avanzada, la tienen totalmente
aislada, nadie, salvo su hijo, la puede ver. Hablo con frecuencia con David
Reiff, su único hijo". Resulta que Susan había sido baby sitter de
David cuando niño, se querían mucho y ambos estaban desolados.
Ahora los desolados somos nosotros porque con Susan Sontag
desaparece la conciencia crítica de Estados Unidos, la combatiente del gobierno
de Bush, la feminista y la preocupada por el dolor de los demás.
En 1972, Susan Sontag vino a México a dar una serie de
conferencias. Primero la vi en la dirección de la facultad de Ciencias Políticas
de la UNAM. Allí estaban Víctor Flores Olea y Meche, su mujer,
Francisco López Cámara, Carlos Fuentes y Margarita García Flores. Cada vez
entraba más gente al auditorio. Susan Sontag llegó a la UNAM con Raúl Ortiz, su
traductor. También hizo irrupción el cineasta Louis Malle y los dos cayeron en
brazos el uno del otro. Si Susan venía a México a dar conferencias Louis Malle
quería hacer una película sobre los grupos paramilitares y fuimos a la Cuchilla
del Tesoro, cercana a San Juan de Aragón, a buscar el campamento donde se
entrenaban los halcones. Naturalmente la Secretaría de Gobernación se
opuso al proyecto y Louis Malle filmó en Francia Lucien Lelong, sobre
un mercenario
En ésa época, Susan venía a México atraída por Ivan Illich,
entonces en Cuernavaca. Se quedaba en el CIDOC de tres a cinco días. En Ivan
Illich encontraba a un interlocutor verdadero. Allá estaban, además de Illich,
Sergio Méndez Arceo y Lemmercier quien mandó sicoanalizar a todos sus monjes a
la sombra del autor de El miedo de amar, Erich Fromm. Dos temas
apasionaban a Susan: Illich (su idea de la "no escuela") y el cine. Por eso se
fue a cenar esa misma noche con el director de Los amantes, El
fuego fatuo, El soplo en el corazón, Ascensor para el
cadalso y Viva María, filmada en México con JeanneMoreau y
Brigitte Bardot.
"Un momentito -decía Susan Sontag a los que querían retratarla
o hablarle- tengo que dar una entrevistita de cinco minutos": yo era la de los
cinco minutos. Nos sentamos en un sofá entre conversaciones y flashes. Luego
entró el noticiero24 Horas, con la parafernalia que arrastra tras de sí la
televisión y un cuerito (una muchachita bonita) entrevistó a Susan
sobre la liberación de la mujer. Carlos Fuentes, que durante todo ese tiempo
había tratado de contener los ímpetus de mi hijo Felipe (entonces de 3 años y
medio), lo soltó exhausto, y Felipe cruzó frente a las cámaras pegando gritos
como de indio sioux en batalla, y aullando al final: "šMamá!". El camarógrafo me
echó una mirada asesina. Total, así fue nuestro primer encuentro: el despiporre.
Sin embargo conservo algunas de las cosas que me dijo en medio del ajetreo,
media hora antes de su conferencia en el auditorio de la facultad de
Ciencias:
-Yo sé mucho de Francia, (vivo en París con Nicole Stéphane) sé
mucho de Estados Unidos, pero sé muy poco de México. Por eso estoy aquí, para
aprender, para que ustedes me enseñen. Sé algunas cosas sobre México pero hay
muchas más que desconozco. Creo que es interesante que los mexicanos sepan cómo
se les ve fuera de México. Para los extranjeros, México es un país pintoresco
con mucha gente floja, envuelta en sarapes; un país de violencia en el que
permanece un gobierno curiosamente estable. Es un país de turismo, es un país de
folclor y de violencia Esto es lo que mucha gente desde fuera piensa de
México.
-¿Y por qué vives en París, Susan?
-Porque estoy volviendo a pensar en todo aquello en lo que
siempre pensé y es un lugar muy tranquilo para pensar.
-¿Nada sucede en París?
-Sí, muy poco pasa allí; por eso vivo en París.
-¿Y en Estados Unidos no podrías vivir?
-Sí, ¡cómo no! Podría vivir muy bien, pero quiero hacer las
cosas difíciles para mí misma.
-¿Y por qué quieres hacerte la vida difícil?
-Porque quiero seguir creciendo, quiero desarrollarme, quiero
volverme más sabia. (Todo esto lo dice con la cabeza gacha y una media sonrisa
en su hermoso rostro.) Creo que es demasiado fácil instalarse en una serie de
ideas después de una cierta edad, y pasarse el resto de la vida con las mismas
ideas. No quiero hacer eso.
-¿Pero, por qué dices "después de una cierta edad"?
-Porque eso es lo que le sucede a la mayoría de la gente, dejan
de crecer después de una cierta edad. Cuando son jóvenes están abiertos y cuando
llegan a una cierta edad se detienen y no hacen esfuerzos ni se ponen reto
alguno.
La mujer más inteligente de Estados Unidos
-Eres muy abierta, pareces ser muy receptiva sobre todo con los
jóvenes.
-Pues trabajo en ello, pero me cuesta mucho. Es mucho más fácil
llegar hasta un cierto punto y conformarse con un velicito lleno de ideas.
-¿Y, qué piensas, Susan, de lo que dijo Sartre: que tú eres la
mujer más inteligente de Estados Unidos?
-¿Sartre?
-Sartre lo dijo, sí, y se publicó no sé cuántas veces.
-Es la primera vez que oigo esto. No lo sabía. Nunca lo leí. Yo
sabía que alguna otra gente había dicho eso, pero no pensé que era Sartre; en
realidad no sé ni quién lo dijo, alguien lo dijo, no sé. No lo recuerdo. Sabes,
Elena, cada vez que a uno lo entrevistan, corre uno el riesgo, en el sentido de
que uno se pone en las manos de alguien, porque incluso si después se corrige
algún concepto, el impacto de lo dicho primero ya hizo efecto y la corrección
hecha o la carta rectificadora ya no causan la impresión que hizo la entrevista
original. Claro, hay algunas personas a quienes no les importa y dan entrevistas
con tal de figurar, digan lo que digan, se distorsionen o no sus palabras, no
importa cómo suenen las campanas con tal de que suenen, pero considero que en mi
caso dar una entrevista es un acto de confianza en el entrevistador. Yo quiero
que tú justifiques mi confianza. Hace dos o tres meses di en París una
entrevista acerca de mi trabajo como cineasta y el periodista puso en mi boca
una crítica que jamás hice sobre cierto director. Por eso casi nunca doy
entrevistas. En ese caso particular me molestó mucho que me atribuyeran esa
declaración porque incluso me gusta el trabajo de ese director.
En la conferencia de la UNAM, Susan Sontag iba a hablar de la
liberación de la mujer. La recuerdo muy alta, las uñas muy cortas -porque se las
comía-, los dientes levemente manchados -de allí su boquilla en la que encaja
cigarro tras cigarro porque no deja de fumar un solo instante-, muy delgada, muy
fina. Susan Sontag se veía tan guapa como en los retratos de la contraportada de
sus libros, los únicos dos en español: Estuche de muerte y Viaje a
Hanoi. Incluso se veía más joven, más frágil, dispuestísima a aprender, a
escuchar a los jóvenes, a buscarlos, a crecer, como ella decía. Preguntaba,
inquiría, quería ver. El ambiente universitario estaba que ni mandado hacer para
ella y en él se movía como pez en el agua. En cambio, en las recepciones o
conferencias de prensa su rostro se endurecía y trataba a los preguntones con
cierta altanería. Al día siguiente de su primera conferencia regresó a la
universidad a las 10 de la mañana como lo había ofrecido, se sentó en el pasto
frente a la Facultad de Ciencias Políticas como con cien personas y respondió a
cuanta pregunta se le hizo. El diálogo duró hasta las tres de la tarde. Rió a
carcajadas cuando un estudiante más atrevido que los demás le dijo: "Nosotros
queremos que las mujeres se liberen, pero mírelas, son ellas las que no
quieren".
Opositora y crítica
Susan Sontag siempre estuvo en contra de la guerra de Vietnam;
participó en manifestaciones y marchas, firmó manifiesto tras manifiesto, hizo
discursos, y escribió su espléndido libro Viaje a Hanoi. En mayo de
1968, Susan Sontag fue invitada a Hanoi y el relato de su viaje no es un tratado
político o un simple reportaje, sino la respuesta que puede dar un observador
crítico e inteligente a un mundo por completo extraño a las concepciones
occidentales. Pero este mundo está también hecho a la medida del hombre y Susan
Sontag, dueña de una gran cultura, dijo entre otras cosas algo que me llamó
poderosamente la atención: "Los vietnamitas operan con una idea de la educación
diferente a la que nosotros estamos acostumbrados, y ello implica un cambio en
el significado de la honradez y la sinceridad. La honradez entendida como tal
por los vietnamitas se parece muy poco al sentido de honradez sublimado por la
cultura secular occidental virtualmente por encima de todos los demás valores.
En Vietnam la honradez y la sinceridad son funciones de la dignidad del
individuo".
Voluntad de comunicarse
Después nos dirigimos al auditorio de la Facultad de Ciencias.
No cabía ya un alfiler. En el presidium se sentaron Susan Sontag, Raúl Ortiz,
Ernest Mandel (el marxista heredero de Isaac Deutscher que había dado
conferencias días antes), Victor Flores Olea, Francisco López Cámara, Carlos
Fuentes, Louis Malle, y Antonio Gonzalez de León. A otros nos tocó en el suelo
entre estudiantes que hablaban de los 30 detenidos en Sinaloa, de la toma de la
universidad por la policía, de la protesta que iban a hacer. Como Mandel se
dirigió a los estudiantes en español, Susan Sontag comenzó su conferencia
diciendo: "No tengo las dotes linguísticas maravillosas de Mandel, sólo puedo
leer y entender un poco el español. Fui profesora universitaria, enseñé
filosofía, después escribí y ahora me dedico a hacer películas. Empecé a enseñar
en 1964 cuando los estudiantes eran buenos, pasivos, no discutían ni hacían
preguntas. Durante esos años quise establecer un diálogo e intercambio de ideas
con ellos pero me di cuenta de que los demás profesores no venían a discutir
sino a asentar sus premisas. La situación académica era de dominio y sobre ella
tengo reservas. Ayer, sentada entre ustedes en la sala, escuché a Mandel y debo
decirles que lo admiro y creo que es uno de los pensadores más interesantes que
puedan encontrarse, comparto sus ideas, pero me di cuenta de que su lenguaje
está destinado más a la imprenta que a la alocución. Su ensayo seguramente se
imprimirá pero podría decirlo en Japón o en Singapur, en donde fuera, él lo dijo
en México. Estoy en contra de este tipo de enseñanza porque es abstracta. Por
eso me sentí incómoda y hoy me siento incómoda ante ustedes porque me parece que
éste es un ejemplo, un símbolo de la actitud autoritaria. Quisiera que me
entendieran, no estoy en contra de la teoría o del pensamiento abstracto,
despersonalizado. Insisto, me opongo al pensamiento abstracto cuando se sustrae
del contexto humano".
Susan respalda sus ideas con actitudes ya que anoche no le
importó acostarse a las tres de la mañana con tal de quedarse a hablar con dos
jovenes cineastas y levantarse a las seis para ver sus películas. Luis Terán
consigna que discutió con Víctor Sanen, Francisco Taibo, (será nuestro Paco
Ignacio) Carlos de Hoyos, Ramón Vilar, Eduardo Carrasco Zanini, José Carlos
Mendez, Tomás Pérez Turrent, crítico de cine. El día que voló a Nueva York de
regreso no tuvo empacho en salir de su hotel a las 6:30 de la mañana para
presenciar el rodaje de El Mago, en el callejón de Dolores, dirigida
por Carlos Castañón. Si esto no es buena voluntad y deseos de comunicarse con
los demás, no sé cómo pueda llamarse.