miércoles, 17 de abril de 2013

El secretario Videgaray y sus indicadores ficticios

 


Alejandro Nadal

En la mitología del neoliberalismo ocupa un lugar privilegiado la noción de productividad total de los factores. Es la piedra de toque de muchas otras fábulas. Y es que esta noción descansa en la idea de que existe una entidad que se puede llamar capital y que es la llave para entender la producción capitalista y las ganancias.
La teoría de la productividad total de los factores contribuye de manera central a una falsificación histórica de gran importancia por estar relacionada con la idea de que la distribución del ingreso entre salarios y ganancias está determinada por su contribución al producto agregado. Nada más alejado de la verdad.
La semana pasada el titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) hizo una sorprendente declaración ante una reunión sobre finanzas (véase el texto completo en www.shcp.gob.mx). Después de destacar lo que considera son logros de nuestras economía, señaló que el dato más revelador en la estadística mexicana para las últimas décadas es el siguiente: en los últimos treinta años la tasa de crecimiento promedio anual de la productividad ha sido negativa, -0.7 por ciento. El secretario de Hacienda se refiere a la llamada productividad total de los factores (PTF), una noción plagada de problemas a nivel teórico y empírico.
El ‘diagnóstico’ de las causas y consecuencias de la ‘caída en la PTF’ que hace el secretario Videgaray es un monumento a la superficialidad y no vale la pena detenerse en ese tema. Lo importante es criticar ese indicador que tanto le llama la atención al secretario.
La idea de productividad corresponde a una medida de eficiencia en la producción. Se piensa por ejemplo en la productividad del trabajo como medida de la cantidad de producto obtenida por unidad de trabajo (por ejemplo, en términos físicos, la cantidad de zapatos por hora/hombre empleada en su producción). Si se busca examinar la productividad laboral de todo un sector o de toda la economía hay que introducir el supuesto de que todo el trabajo es homogéneo, algo que a todas luces es inexacto. Pero podemos aceptar que la productividad laboral puede aproximarse a un indicador de la eficiencia productiva.
En contraste, la productividad total de factores (PTF) descansa en la idea de que hay dos factores de la producción, el trabajo y el capital. A cada uno de estos dos factores le corresponde una remuneración que está vinculada a su aportación al producto total. Así la distribución del ingreso estaría determinada por razones técnicas que dependen de la contribución de cada factor a la producción total.
Para calcular la productividad total de los factores es necesario agregar distintos tipos de insumos productivos. En el caso del capital están involucrados insumos heterogéneos: máquinas, edificios, etc. Como no se puede sumar peras y manzanas, la única manera de medir el capital es sumando los precios de estos componentes.
La construcción de este indicador está basada en el supuesto de que el total de las ganancias de productividad se reparte entre los factores de la producción. Subyace aquí la idea de que la remuneración del capital y del trabajo se realiza de acuerdo con su productividad marginal. Y esto a su vez supone que la medida del capital es independiente de la distribución. Es decir, calcular la PTF implica suponer que los precios que se utilizan para medir los distintos acervos de capital son independientes de las variaciones de las ganancias. Y esta idea carece de fundamentos analíticos. La controversia sobre la teoría del capital entre 1953 y 1966 demostró sin ambigüedades que en un mundo en el que se utilizan medios de producción producidos no es posible tener una medida del capital agregado independiente de la distribución.
Gracias al trabajo de Piero Sraffa hoy se sabe que la tasa de ganancia (o de productividad marginal) del factor capital no depende de la cantidad de capital. Al contrario, la cantidad de capital (medido en precios) depende de la tasa de ganancia. Esta inversión en la causalidad es un golpe mortal a la pretensión de construir el indicador llamado productividad total de factores.
El punto esencial aquí es que el capital como una entidad a nivel agregado capaz de ser bien definida en términos de precios, no existe. De tal modo que la estadística que el titular de la Secretaría de Hacienda considera el dato más importante para los últimos treinta años es una vil quimera, una fantasía. El debate no es si aumentó o decreció. Simplemente la PTF no existe.
Este no es el único problema para calcular la PTF. Detrás de la construcción de este indicador hay otros supuestos sobre mercados perfectamente competitivos de productos e insumos, así como sobre la producción (en especial, la no existencia de economías de escala). Todos estos supuestos no tienen nada que ver con la realidad de una economía capitalista.
En síntesis, el indicador utilizado por Videgaray carece de fundamentos. En su discurso prevalecen frivolidad e imprudencia.

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