En dos meses fallecieron unas 300 mil personas, detalló el director del Inehrm en charla virtual // Muchas de las medidas preventivas de 1918 siguen vigentes, refirió Felipe Ávila
▲ Hospital repleto de enfermos de gripe española y ambulancias con personal sanitario durante el traslado de pacientes. Luego, primeras planas del periódico El Nacional, de México, donde se da cuenta del desarrollo de la contingencia sanitaira.Foto Capturas de pantalla
Ángel Vargas
Periódico La Jornada
Domingo 26 de julio de 2020, p. 2
Domingo 26 de julio de 2020, p. 2
La gripe española
tuvo efectos terriblesen la vida de la población mexicana de la segunda década del siglo XX. A decir del historiador Felipe Ávila, causó más decesos que los 10 años de la guerra civil revolucionaria.
Aunque no se tienen cifras exactas comprobables de cuántas muertes hubo en 1918 en el país por esa pandemia, algunos estudios han estimado unas 300 mil en poco más de dos meses, que fue el pico de la epidemia, una cifra considerable, señaló.
Director del Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (Inehrm), el también sociólogo dictó el viernes pasado la conferencia virtual La influenza de 1918 y la Revolución Mexicana, como parte del programa Capital Cultural en Nuestra Casa, de la secretaría capitalina de Cultura.
Felipe Ávila sostuvo que la llamada gripa o influenza española ha sido una de las más devastadoras epidemias en la historia de la humanidad, al provocar una mortandad a escala global cuya cifra más baja se calcula en 20 millones de personas y la más alta, en 100 millones, si bien destacó que existe la convención entre los especialistas de que fueron entre 40 y 50 millones.
A México llegó por la frontera norte y los puertos, como ha ocurrido como casi todas las epidemias que no han surgido en el país, detalló. Era el otoño de 1918 cuando la enfermedad experimentaba la segunda de sus tres grandes oleadas, la más mortífera.
Mortandad exponencial
Contó que los primeros casos detectados aquí fueron en octubre en Nuevo León, Coahuila y Veracruz, desde donde comenzó el contagio al resto de la población de la época.
Para el 24 de octubre se habían registrado 60 mil contagios y ya había entre mil 500 y 2 mil muertes diarias, según reportes de la prensa. En la Ciudad de México, el primer caso detectado fue en el cuartel militar de la Villa de Guadalupe, el 10 de octubre. A las dos semanas, ya había 200 soldados enfermos y para finales de ese mes, 45 por ciento de habitantes de esa municipalidad estaba ya contagiado y habían comenzado a fallecer los más graves, añadió.
En octubre se reportaba que morían entre 18 y 20 personas diarias en la capital. En el Archivo Histórico de Salubridad se tienen registradas en esta ciudad 7 mil 570 muertes entre noviembre y diciembre de 1918, pero en el resto de la República Mexicana los casos aumentaron de forma considerable.
Respecto de cómo se buscó detener la expansión de la enfermedad, Felipe Ávila aclaró que en esa época existía un Departamento de Salubridad creado a partir de la Constitución de 1917 y que la mayoría de las medidas sanitarias eran responsabilidad de los estados y gobiernos municipales, si bien había un Consejo Superior de Salubridad.
También existía un código sanitario creado a finales del siglo XIX en el que se establecía el protocolo contra los brotes epidémicos. Entre esas medidas resaltó que muchas se encuentran vigentes, como el aislamiento social, la cuarentena, la desinfección y la clausura temporal de todos los espacios públicos.
En términos del cuidado de la higiene personal mencionó el lavado de manos de manera frecuente y su desinfección con creolina, evitar saludar de mano y beso, no asistir a sitios con grandes concentraciones de gente y tratar de no usar transporte público, entre otras.
Eran medidas obligatorias; sin embargo, hubo muchas críticas en los periódicos de la época, porque decían que muchas no eran llevadas a la práctica por las autoridades, sostuvo.
La gente con menos recursos, como ocurre casi siempre, fue la más afectada, y se estableció como obligatorio que todos los enfermos de gripe española fueran recluidos en el Hospital General, construido a fines del gobierno porfirista. Como muchos pobres no querían ir a pesar de estar enfermos, entonces se enviaba a sus casas a l
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