La artista Leonora Carrington cumple hoy 92 años, con ese motivo habla con La Jornada
Mientras recorre su casa, la creadora, traviesa y bromista, apenas habla de su actual proyecto, “porque se me van las ideas”, así como de su infancia y de la situación de la mujer en la actualidad
Mientras recorre su casa, la creadora, traviesa y bromista, apenas habla de su actual proyecto, “porque se me van las ideas”, así como de su infancia y de la situación de la mujer en la actualidad
Merry MacMasters
Con miras a ser centenaria, la pintora Leonora Carrington se muestra ágil, traviesa, bromista y muy buena anfitriona. Fuma a sus anchas, porque “en mi casa no pido permiso”. Niega saber algún secreto para mantenerse tan bien. Mientras tanto, su perra Yeti, “la abominable reina de las nieves”, se convierte en el centro de atención.
En entrevista con La Jornada, con motivo de que hoy cumple 92 años, la artista surrealista recuerda que tiene pendiente un trabajo, pero “no he empezado del todo. Tengo que diseñar una botella”.
Se trata de un nuevo diseño para Tequila Cuervo. Ya le mandaron el envase –vacío– que yace sobre la mesa de la entrada. Hace dos años, Carrington creó el personaje La Reina del Tequila, escultura en plata con forma de mujer-maga, con atributos zoomorfos, para la edición especial de la empresa: 1800 Colección.
La presentación de la licorera, en el Centro Cultural Indianilla, sirvió para festejar los 90 años de la pintora y escultora, ya que entonces no estaba en México. Cuando se le recordó que su hijo Gabriel Weisz y su familia la llevaron a San Diego, donde vio las focas, comentó: “Vi algunas. Todas estaban sentadas en fila mirando el mar. No estaban nadando”.
Aunque apenas trabaja en las ideas para el diseño, dice que prefiere no hablar de ellas, porque “se me van”.
–¿En qué consiste su día?
–Muchas veces no hago nada. Saco al perro a caminar.
–¿Le gustaría hacer un nuevo viaje?
–Con el tiempo estaría bien. Me gustaría ir a Europa, pero como queda un poco lejos resultaría un viaje largo para mí sola. (No le gustan los aviones. Antes, tomaba un tren a Nueva York, de donde zarpaba en barco para East Hampton.)
–¿A Inglaterra?
–Sí, y a París.
–¿Guarda buenos recuerdos de París?
–De París, sí, de hace mucho tiempo.
–¿Fue un periodo feliz en su vida?
–Supongo que sí, no me acuerdo, una mezcla, como cualquier periodo.
–Pienso que usted es una persona feliz.
–¿De veras? No estoy segura.
El pasado 12 de febrero, Carrington fue objeto de un homenaje de un grupo de “amigos” (Elena Poniatowska, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Ramón Xirau y José Luis Cuevas) en el museo de éste último, recinto que es de su particular agrado. Luego, el 2 de marzo fue presentado el libro Leonora Carrington: un mural en la selva, con texto de su hijo Gabriel, que versa sobre la criatura enigmática que su progenitora pintó en la antigua casa de Plutarco Gastélum Esquer, en Xilitla, San Luis Potosí.
Hoy, es probable que la artista vaya a comer con su familia a un Sanborn’s, su restaurante favorito, donde tal vez pida unos huevos a la mexicana, porque no come carne.
Carrington dice que no tiene ninguna exposición en puerta, entre otras razones, porque no tiene “suficientes pinturas nuevas” para una.
–¿Qué tanto contacto tiene con los artistas jóvenes?
–Muy poco.
–¿Le llegan a pedir consejos?
–No (risa), piensan que estoy fuera de moda para ellos.
–¿Por qué?
–Porque no soy abstracta.
–Si un artista joven o alguien que apenas empieza le pidiera un consejo, ¿qué le diría?
–Bueno, depende de la persona. Tendrían que mostrarme que han hecho hasta el momento, y tal vez les daría una opinión. No siempre es útil un consejo.
–¿Se necesita cierto espíritu para ser artista?
–Se necesita cierto espíritu para jugar futbol. Solía jugar rugby con mis hermanos, cuando tenía unos cinco años.
A Carrington siempre le han interesado los asuntos relacionados con la mujer. Reconoce que la situación femenina está “mejor ahora que cuando era joven. He visto mucho mejoramiento”. Trae a la memoria: “Cuando llegué a México (en 1943, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial) los hombres estaban en un cuarto y las mujeres en otro. No entendía eso. No pasaba en Francia ni en Inglaterra. México ha cambiado desde que llegué. Para mí, pasa mucho en la ciudad de México: bueno, malo e indiferente, como en todos lados”.
La entrevistada ya conducía antes de venir a México, pero aquí le dio miedo: “Usaba ambas manos, soy ambidextra, confundo izquierda y derecha. Estaba acostumbrada a manejar en un lado diferente de la calle”. Cuando fue a sacar su licencia, la persona que la atendió le dijo: “la voy a pasar, pero usted será un peligro público”.
Sigue un recorrido por la casa que, a decir de la anfitriona, no tiene nada de especial. La planta baja ya luce dos arreglos florales; uno trae una tarjeta de Consuelo Sáizar, titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. El siguiente piso destaca por sus estantes de libros, unos en inglés y otros en español. Mientras Carrington prefiere leer en inglés, su esposo, el fotógrafo húngaro Emérico Chiki Weisz, fallecido en 2007, lo hacía en español, porque “dónde iba a conseguir libros en húngaro aquí”, como anota doña Leonora.
La artista lanza al aire la siguiente pregunta: “¿Cree en la vida después de la muerte?” Después de reflexionar un momento, se responde: “Tiendo a pensar más que existe algo, a que uno muera y no haya nada”.
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