martes, 7 de abril de 2009

A Mankell, el Premio de la Paz Erich Maria Remarque

Reconocimento al prolífico escritor sueco por sus novelas sobre el continente africano

De la Redacción

El escritor sueco Henning Mankell fue designado ganador del Premio de la Paz Erich Maria Remarque en homenaje a sus novelas sobre África, según dieron a conocer las autoridades de la ciudad alemana de Osnabrück.

Claus Rollinger, presidente del jurado, informó que como parte de este galardón, el cual se otorga cada dos años, se decidió premiar también al escritor suizo Lukas Bärfuss por su libro Cien días. A Mankell le serán entregados 25 mil euros y a Bärfuss 5 mil.

Ambos escritores, explicó el vocero, fueron elegidos por su compromiso literario con el continente africano.

De manera coincidente, Mankell dio a conocer ayer su voluntad de donar una granja en la idílica población sueca de Sveg a la asociación de dramaturgos de su país, para que sea destinada a escritores durante cierto tiempo, de manera que puedan “trabajar en buenas condiciones, tranquilidad y paz”.

Al hacer el anuncio, explicó: “cuando la municipalidad construyó un centro cultural y le puso mi nombre, pensé que debía dar algo a cambio”.

La actividad del escritor es incesante. La embajada de Suecia en Argentina, la editorial Tusquets y la Fundación El Libro anunciaron la presencia del novelista en la inminente edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Henning Mankell nació en Estocolmo el 3 de febrero de 1957. Su larga carrera literaria comprende varios campos. Por encima de sus libros para niños y para jóvenes, de su actividad teatral, el asombro del mundo se ha centrado en su serie de novela negra, donde su personaje, Kurt Wallander, se ha mantenido durante lustros en los mayores índices de ventas, pero sobre todo en la simpatía de los lectores.

Wallander, en efecto, es un dechado de virtudes, tics, manías, rasgos humanos que fascinan a todos. Este inspector de policía hace malabares cerebrales para resolver los casos más siniestros, diestros y torcidos que se pueda uno imaginar. Posee, en contrapeso y armonía, una sensibilidad muy poco usual, sobre todo en un policía, y una capacidad de autocrítica y de crítica social que lo hacen único. Su sentido de la ironía, sobre todo de autoironía, lo salva siempre.

Desde la inicial, Asesinos sin rostro, hasta la más reciente, El chino, las novelas de Mankell han dado la vuelta al mundo en 80 maneras diferentes: 33 países lo siguen con denuedo, el número de idiomas a los que es traducido crece con los días, los filmes con adaptaciones de sus historias también.

En El Chino, thriller fascinante, Mankell conduce al lector por circunstancias insospechadas, como es su costumbre. Suecia, China, Inglaterra, Zimbabue. Sus escenarios no tienen límites geográficos. Con un manejo directo y sencillo del lenguaje, además de la construcción de diversos personajes de compleja sicología, el autor ofrece de igual manera una interesante lectura del poder geopolítico y económico que ostenta China hoy día.

Su actividad literaria comenzó en pleno movimiento estudiantil internacional de 1968. Escribió y dirigió obras de teatro en la preparatoria con el propósito de “desenmascarar a la sociedad”. El espíritu de la sociedad de los años 70 determinó también su manera de ver el mundo. En 1973 apareció su primera novela, Bergsprängaren (El rompedor de rocas), y al año siguiente El pintor de arena. Luego vino el éxito absoluto, en cuanto apareció Kurt Wallander en el firmamento.

En realidad, los intereses temáticos de Mankell nunca han sido limitados. El mundo de los niños y los jóvenes, la profunda hendidura de la dramaturgia en la condición humana y la actualidad punzante son algunos de sus varios epicentros.

En 1995, por ejemplo, fascinó, conmovió y sacudió la conciencia al mismo tiempo con Comedia infantil, libro punzante que cuenta las historias de los niños que viven en las calles de Maputo.

La existencia de Henning Mankell, casado con Eva Bergman, la hija de Ingmar Bergman, transcurre entre la capital sueca y África, donde funge como director del Teatro Nacional de Mozambique.

Precisamente por sus novelas animadas en ese continente, el jurado del Premio de la Paz Erich Maria Remarque reconoce a un autor en el sentido más extendido del término.

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